Capítulo 9. Miradas que abrasan

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No recuerdo nada. Tan sólo que... he dormido a pierna suelta. Ni una sóla pesadilla, lo último que oí al sumergirme en un profundo sueño fue la preciosa voz de Ed Sheeran cantando All of the stars.

Con pesar meto el iPod en su cajita y lo guardo en un bolsillo del abrigo. Debo devolvérselo. Me visto rápidamente y sin tiempo de desayunar porque me he quedado dormida salgo pitando.

Cerca del instituto el olor que desprende una panadería inunda mis fosas nasales. Las tripas me rugen y decido comprarme algo. Al entrar una campanita suena y al instante su profunda voz me hace saber que enseguida me atiende.

Cuando se gira se queda tan paralizado cómo yo. En su semblante brilla la confusión.

—¿Eres panadero?

—Bueno, en realidad sólo una temporada. Mi abuelo está enfermo y me ha pedido ayuda por las mañanas —sonríe—, ¿Qué te pongo?

—Ése – digo señalando un pastelito que vaya pinta tiene.

—¿Te gusta la trufa? —asiento y esboza una sonrisa. Saco el dinero del bolsillo pero él me detiene—: Invita la casa.

—No, Harry, bastante supone el iPod... —y me acuerdo. Lo saco del bolsillo pero él vuelve a negar.

—Hessa, los regalos no se devuelven, además, ¿de qué me serviría ese iPod?

—Para oír música... —murmuro—, no puedo aceptarlo — él me mira y niega con la cabeza. Apoyo el cuerpo en la otra pierna y chasqueo la lengua.

—¿Sabías que cuando te enfadas eres muy guapa?

—Sólo me has visto enfadada ahora.

—Eso crees tú —me quedo en blanco.

—Eso ha sonado a pervertido perturbado.

—Quizá lo sea —dice y pone los ojos vizcos sacando la lengua. Eso me hace reír—. Es la primera vez desde que has llegado que te he visto sonreír. Quizá si no te hubiese regalado el iPod te habrías ido después de comprar el pastelito y no habrías sonreído. ¿Ves como funciona? —vuelvo a reír y él me mira como si fuese la primera vez que ve el mundo, cómo si delante de él se hallase una obra de arte, que obviamente no soy yo.

Me muerdo el labio, producto del nerviosismo, con la misma precaución de ayer acerca su mano y deshace mi labio de la trampa de mis dientes.

—Deseo que lo único que marque tus labios sean los míos —sigue abrasándome con sus ojos verdes y me siento totalmente confundida.

Un "tilin" hace que él reaccione y antes de irse a la parte trasera de la panadería me dice:

—Te sienta mejor que a mí —se refiere al abrigo pero yo sigo con sus palabras reproduciéndose en mi cabeza como un perpetuable eco.

Soy de esas personas que le dan mil y una vueltas a las cosas y mientras voy camino del instituto lo hago. Se le da bien. Se le da muy bien ésto de hacer que una chica se sienta especial en su compañía. ¿Cuántas habrá conseguido? Muchas. Seguro.

Eso me produce celos... me paro en mitad de la acera.

No, Hessa, no puedes tener celos de alguien que no conoces por alguien que sólo te quiere para su propio bienestar.

Continúo caminando con la fe de que nadie me haya visto pararme como una rarita aquí en medio.

«Ya eres una rarita» me recuerda una voz en mi interior. Con pesar cruzo la puerta del instituto. Suerte que ya es viernes. Llevo una semana en Holmes Chapel y ya me he cansado de todo.

Eternal ▴ H. S [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora