Capítulo 38. Lluvia ácida

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Otra semana pasando y me encuentro en la recta final del instituto. Estudiar, estudiar y estudiar. Tras cerrar el libro de química y resolver los últimos ejercicios decido hacerle una pequeña visita a Harry, hace bastante que no hablamos cinco minutos seguidos. Me pongo una fina chaqueta, ya hace calor pero aún prevalece el fresco. Camino y miro el cielo, azul y con un sol radiante al que agradezco los cálidos rayos. Llego bastante pronto a la panadería y Mabel me saluda con una gran sonrisa. Vaya, la última vez que la vi lloraba en los brazos de Desmond, el padre de Harry. Le regalo otra sonrisa y antes de decir nada interviene:

-Harry no vendrá hasta dentro de veinte minutos. -asiento. -¿Te apetece comer algo? -niego mas ella no desiste. -Venga, come un pastelito de trufa, me han chivado que es tu favorito. -sonrío y lo acepto. Mientras mastico el delicioso postre veo a Mabel caminar por la tienda y atender a los clientes, en mi opinión esto se me daría bastante bien. Cuando voy a comentarle a Mabel la idea la puerta se abre con un «tilín». Sonrío, por fin ha llegado. Él no repara en mi presencia hasta que al darle un beso en la mejilla a su abuela espeta:

-¿Qué haces aquí? -eso me coge bastante por sorpresa, lo he visitado un par de veces y nunca antes me había hablado así al verme aquí.

-Esto... he venido a...

-¿A verme?, ¿o a comprobar si tengo carmín en la ropa y un chupetón en el cuello? -¿qué? Me pongo en pie y Mabel nos deja intimidad.

-¿De qué estás hablando, Harry?

-No te hagas la estúpida. Lo sabes perfectamente. -enarco una ceja, cada vez más confundida.

-No, no lo sé, así que si puedes hacer el favor de explicármelo lo entend... -¿y si se ha enterado de que quizá me voy a Nueva York? En cualquier caso, ¿a qué viene eso del carmín? Mierda, expresé con total libertad, aunque no quise, que estaba celosa de Sarah. Quizá piense que aunque me vaya quiero que él no esté con nadie... Tensa la mandíbula.

-Veo que ya has caído. -aduce frívolamente mientras se coloca el delantal. Suspiro.

-Harry, lo siento, pensaba contártelo pero no tenía el valor. ¿Cómo crees que me ha sentado a mí?, ¿crees que es fácil? Me parece que de los dos la más perjudicada soy yo.

-¿Tú? ¡¿Te estás oyendo?! -está alzando la voz, pues que se relaje. La que se va a Nueva York soy yo, no él.

-¡Harry! -grita Mabel en la trastienda. -¡Ni se te ocurra volver a alzar la voz! -irónico prohibir gritar gritando.

Calma, Hess. Mabel es la que menos tiene que ver, sólo te faltaría mosquear a un Saunders más.

-No sé qué falta te hacía ponerme a prueba. -¿qué? Frunzo el ceño. Necesito que me aclare qué piensa porque creo que no ha entendido bien el que a lo mejor me voy a Nueva York.

-Har...

-Vete, Hessa. Si no vienes en calidad de cliente creo que lo mejor será que te vayas. -le miro y asiento con la expresión más fría que se me es posible. Salgo de la tienda sin mediar palabra. Humillada y contrariada camino hasta que oigo «Hess» detrás de mí. Me giro con la fe de encontrarme unos ojos verdes arrepentidos pero en su lugar hallo a Mabel con mi chaqueta en las manos.

-Te la habías dejado en la tienda. -asiento y la cojo. -No le tengas en cuenta eso, hija. Mi nieto no es así, seguro que todo volverá a la normalidad. -asiento y echo nuevamente a andar. Claro que Harry no es lo que parece. No pensé que fuese un chico que pelease y le partió toda la cara al tal Derek el día que salimos del cine. No creía que les durasen más de una semana y aquí, se supone, que está. Después de casi seis meses intentando conseguir algo por mi parte. Quizá en realidad no sepa nada de Nueva York, a lo mejor sólo se ha inventado una escusa para hacerme saber que no va a esperarme más. Profiero un largo suspiro. No pensé que mudarme a Holmes Chapel, nuevamente, me fuese a traer problemas más amorosos que emocionales. Cierro los ojos. Esto es el final. Entonces me digo: «para que haya un final, debe haber un principio.» Y efectivamente nunca hubo ninguno entre los dos.

Llego a casa, Dustin está en la encimera de la cocina sumergido en un montón de papeles. Alza la cabeza cuando me oye pero yo prosigo mi camino.

-Hessa. -me giro. «Hessa» esa simple palabra que tanto ha usado conmigo hace que la espinita en mi corazón se hunda más. -Debemos hablar de lo de Nueva York. Sé que no quieres ir pero...

-¿Cuándo nos vamos? -abre los ojos sorprendido y sinceramente, yo también lo estoy.

-En un mes y medio, tendríamos que irnos antes pero... -asiento y vuelvo al dormitorio cortando su retahíla. Una agonía me invade mientras miro el techo. Un mes y medio y perderé de vista Holmes Chapel. Este sitio me a hecho sufrir tanto... pero me ha regalado tantísimos y buenos momentos. Cierro los ojos y en mi mente aparecen los suyos. ¡Cuantísimo lo echaré de menos! Quizá así es mejor. Las relaciones a distancia no funcionan. «¡Qué relación ni hostia!» ¿Por qué me engaño a mí misma? Harry y yo nunca fuimos ni seremos nada. Me voy a Nueva York y aunque me costará olvidarlo sé que es mejor así.


Eternal ▴ H. S [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora