Capítulo 46. Luz

384 26 2
                                    

Ahora que sé lo que en un principio Harry quería no puedo evitar sentirme más sóla que antes. Pensé que tenía a alguien; alguien en quién confiar. Pero no.

Dejo que el agua congelada impacte en mi cuerpo, no siento nada, no me quema sentir tanto frío, yo estoy fría por dentro, rodeada de escarcha.

Totalmente vacía.

-¡Hessa! -abro los ojos y me escuecen pues el agua entra en ellos. Mi nombre es ahogado por las miles de gotas que llenan el baño y que cubren mis oídos. Emerjo de las profundidades de mi pequeño mar y descubro que el agua ha desbordado y que he provocado un tsunami, inundando todo el baño. Como si de mis brazos colgasen sacos que pesan kilos, los alzo y tras cerrar el grifo me pongo en pie. El suave albornoz abraza mi helado cuerpo y me estremezco al sentir su calidez.

Abro la puerta y acudo hasta la cocina. Asgo el mango de la fregona y el cubo y regresando comienzo a recoger el agua.

Tras al menos cinco o seis minutos frotando, escurriendo, frotando y vuelta a empezar, el suelo del baño queda libre del exceso de agua.

-Hess, he pensado que podríamos ir a cenar a algún sitio. -niego con la cabeza mientras camino descalza por el pasillo. -¿Hess? -musito un escueto «no» que mi hermano parece oír y agradezco que no haya insistido o intentado saber qué me sucede. Deslizo una camiseta negra; acorde a mi estado de ánimo, por mi aún frío cuerpo y me siento en la cama: contemplando fijamente el suelo. A veces cuento las tablas de madera. De cuando en cuando en mi mente resuenan sus dos mortíferas palabras: «Llevabas razón». Y en algunos instantes mi cerebro piensa en cómo será Nueva York.

Irónico; hace algunas semanas odiaba la idea de irme de Holmes Chapel: cosa que hace como siete meses deseé con todo mi ser.

Y hace menos de un mes detestaba a mi hermano por obligarme a irme a Nueva York, en cambio ahora ansío hacerlo pronto.

Miro el reloj.

Extraño. Llevo aquí sentada desde hace exactamente una hora y ocho minutos, mas para mí el tiempo ha pasado cómo si de trescientos veintidós segundos se tratase. Dicen que no sentir nada es raro, preocupante e incluso inhumano. Yo creo que ésto es lo mejor que puede haber. No sentir preocupación, humillación, alegría, desengaño... dolor. Te limitas a dormir y comer. Aprendes enseguida qué mueca hacer en cualquier situación; reír en un momento «divertido», sonreír cuando te sonrían... Así todo es más fácil, ¿y sabéis? Dicen que ésto no es vida, pero en realidad nada lo es. No para mí. Quizá penséis que tan sólo me evado del mundo por Harry. Para nada, quizá él haya sido el primer motivo. Pero espero que jamás entendáis lo bien que estoy así.

No tengo pesadillas, tampoco sueños. No recuerdo el raspante tacto de Drew sobre mi piel. En mi cabeza no se repite ningún momento perturbador. Tan sólo oigo «llevabas razón» pero tengo la certeza, o más bien confío en que pronto también dejaré de oírlo.

-Hessa. Joder, Hessa, ¿qué te pasa? -parpadeo y sonrío. No, ahora no toca sonreír.

-Me he quedado pescando, supongo. -me excuso. Mi hermano me mira confundido. Un momento...

Abro y cierro los ojos sin dar crédito. Le empujo e intento que mi mente deje de jugarme malas pasadas.

-¡¿Qué haces aquí?! -¿así tendría que reaccionar alguien en mi situación, no?

Bien, Hessa, prosperas muy rápido. Me doy una palmadita en la espalda mentalmente. Quizá debería gritar y tirarme de los pelos por el mero hecho de que Harry se encuentre a tres pasos de mí. Mas yo sigo sin sentir algo. No percibo estímulos externos, tampoco internos, no hay... nada.

Eternal ▴ H. S [EDITANDO]Where stories live. Discover now