Capítulo 7. Eternamente, no

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Cuando prácticamente estoy a medio kilómetro de llegar, un gilipollas pasa rápidamente con el coche por mi lado, justo dónde un enorme charco se había formado por la lluvia y adivinad qué... ¡He terminado como una sopa! Con el labio temblando y los dientes castañeteando exprimo mis pantalones, que sueltan las Cataratas del Niágara.

Creo que se me han arrugado los pies, pues llevo un buen rato con los calcetines mojados. Resoplo. Vaya día... Aunque sinceramente cantar con Harry lo ha alegrado... en cierto modo. Sé que esto es su proceso para conquistar a una chica, usarla y tirarla, pero lo peor es que a mí no me podrá usar, porque obviamente no me voy a acostar con él. Y eso es lo que busca.

La cuestión es que debería pasar de Harry, no puedo colgarme de él y luego ¿qué?... Debería pero, ¿quiero? No. ¿Quién quiere pasar de Harry Saunders? Nadie.

Sumida en mis pensamientos y en mi caos mental otro putísimo coche pasa y me empapa aún más. Grito como una loca y chapoteo con las Bens totalmente mojadas. Sin pensarlo dos veces me quito el iPod y se lo tiro al coche. Frena y casi grito. Salgo corriendo hasta que creo haberlo perdido. Mi iPod... Eso me disgusta y enfurece. Quizá funcione, a lo mejor podría...

No, claro que no funcionará, entre que ha hecho el avión, el golpe que se ha llevado y que estará más mojado que yo de nada sirve volver. Pero como yo soy masoca pues vuelvo.

Así pues, regreso, últimamente volver atrás se ha convertido en rutina, en todos los aspectos posibles. Busco como puedo, pues la lluvia me ciega y entonces un destello de color rosa se cruza con mi vista. Me acerco y mi iPod con la pantalla rota y todo mojado yace en el suelo. Resoplo. Dustin me lo compró con su primer sueldo, vendiendo verduras y hortalizas en una frutería cutre.

Lo cojo del frío suelo y la furia se abre paso en mi cuerpo. Lo estampo contra el suelo y lo piso.

Varias veces.

Le doy patadas y me arrodillo en el suelo. ¿Por qué hemos tenido que volver? Mis pesadillas se han triplicado, en el instituto no me tragan, la casa es un cementerio lleno de oscuridad y fantasmas que me persiguen... Suelto un largo suspiro. La lluvia baña mi cara e intento no llorar. Hace bastante que no lo hago. Un nudo rodea mi garganta y me esfuerzo porque ni una sóla lágrima ruede por mi mejilla.

—¿Acaso no lo ves? —niego con la cabeza —, quiere vernos llorar, y por eso Hess no lo haremos, ¿de acuerdo? —asiento y Dustin limpia con el dorso de su mano las lágrimas que se agolpan en mis ojos. Me da un beso en la mejilla y sonríe con aparente felicidad, pero la felicidad no le llega a los ojos.

A partir de entonces mi corazón se quedó frío. Sin cariño que recibir. Sin sonrisas a la que dar la bienvenida. Tan sólo presenciaba llantos por parte de mi madre, gritos y golpes por parte de mi padre y palabras tranquilizadoras de mi hermano. Mi alma ha estado bañada por el rocío de la noche congelado todo este tiempo.

En todo mi interior, desde aquel momento reinó la escarcha. Me siento tan vulnerable que Dustin se sentiría decepcionado. Se lo debo, se lo debo todo. Sobre mis hombros siento la calidez de un abrigo que no está mojado. Alzo la mirada y Harry me mira bajo sus largas pestañas mojadas. Recorre con sus verdes ojos cada milímetro de mi cuerpo y por un instante me siento expuesta. Me levanto y me sigue mirando fijamente. Aparto la mirada. Me pone nerviosa tenerlo cerca. Él con suma cautela acerca y detiene cerca de mi mejilla su mano. Puedo sentir el calor que mana de ella y el también frío de las gotas de lluvia impregnadas.

Como un animal que busca cobijo de la lluvia, como un recién nacido busca el calor de su madre, mi mejilla busca y halla la calidez de su tacto.

Cierro los ojos transportada a otro universo, a otro lugar en el que la oscuridad no existe. Otro sitio dónde los traumas desperecen y tan sólo quedamos Harry y yo. Abro los ojos y lo veo cerca de mí. El pánico me invade y retrocedo dos pasos. Es demasiado, no podemos forzar nada, ni siquiera sé qué ha cambiado para que mi interior no estallase ante su caricia.

– Lo siento – se disculpa en voz baja, mostrándome un hoyuelo mediante una mueca. Niego con la cabeza, pero Hessa ya no está, hace tiempo que se perdió en el profundo verde de sus ojos.

Me quito el abrigo negro mas él me detiene mientras con un ágil movimiento se quita el pelo empapado de la cara. Sin decir nada le hago saber que espere aquí. Entro en la casa y voy hasta el dormitorio. Busco entre algunas cajas y sonrío al encontrar lo que quería. Salgo y Harry sigue dónde le pedí. Me pongo detrás, dándome él la espalda. Con suma delicadeza para no tocarle ni que me pueda tocar, le coloco un poco más arriba de la frente el pañuelo. Él en seguida lo toca y me roza los dedos, por lo que aparta la mano inmediatamente. Una descarga eléctrica me recorre el cuerpo y no sé si ha sido malo o bueno.

—Así el pelo no te molestará —informo.

—Gracias —sonrío, aunque tristemente, volviendo a agachar la mirada—, Hessa. No puedes estar siempre así.

—¿Cómo?

—Sabes a qué me refiero —yo lo sé, ¿pero y él?

—Tengo bastante motivos...

—Dime exactamente cuántos —insiste.

—Muchos, pero dejémoslos en ocho motivos gordos por los que estar así —él me mira cómo un abuelo miraría a su nieto en su lecho de muerte.

—¿No crees que el tiempo es demasiado corto para malgastarlo de ese modo? —me encojo de hombros sintiéndome como una niña a la que regañan.

Él alza la mano para acariciarme la mejilla de nuevo pero al instante se arrepiente. Camina unos pasos en la dirección opuesta a mí y se gira.

—No puedes estar así, eternamente no —se encoge casi imperceptiblemente de hombros y entonces lo veo desaparecer tras la lluvia.


Eternal ▴ H. S [EDITANDO]Onde histórias criam vida. Descubra agora