Capítulo III

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Con un discreto movimiento, puso su brazo detrás de su espalda. Muy tarde para ocultar. Además de que tenía una manía por observar la piel de los demás, eran demasiadas. Muchas para contarlas. Pero ya algo sanas, ya no eran marrones o rojas, eran blancas. Y era la segunda persona que veía con cicatrices.

La realidad pareció haberme golpeado, y una voz susurró en mi mente "detrás de la sonrisa mas brillante, están las cicatrices mas profundas"

— ¿Por qué? — fue lo único que logré decir.

Con mi voz ronca que hasta a mi me asustaba. Esta no es mi voz.

— Debes saberlo mejor que yo. — dijo con una enfermiza sonrisa.

Hasta tiene razón, pensé.

— No es el punto —

— Entonces, ¿cuál es? —

Empezaba a darme miedo su sonrisa, era demasiado estirada y falsa, no es la misma forma en la que me sonrió cuando se presentó por segunda vez en la sesión grupal. Esa sonrisa real, mostraba sus dientes, llegaban a sus ojos y se reflejaba en sus pómulos. Esta sonrisa, sólo daba miedo, no acumulaban arrugas en sus ojos y desprendía tristeza.

No dijo ninguna otra palabra de nuevo, sólo movió sus piernas hacia la puerta. Pero no sin antes voltear su cuerpo y hablar.

— No lo hagas, no pienses en razones, no.

Dicho esto, salió de la habitación dejándome con un mar lleno de dudas.

Me acosté sobre la cama cubierta de sábanas blancas estiradas en cada esquina. Observaba el tejado, también blanco. Y empecé a reunir datos para hallar las razones. Me sentía que empezaba a comportarme como porrista chismosa, pero quería saberlo para evitar que las razones se presentaran y hacerlo recurrir a la autolesión.

La puerta sonó. Y me incorporé de inmediato, secando las lágrimas que se habían posado en mía mejillas. Abrí. Y ahí se encontraba Flérida, tan emocionada como trentón en navidad. Su piel era pálida, y bastante radiante. Ella brillaba bajo las luces artificiales, no había notado que era hermosa.

— Gemma — musitó despacio.

— Flérida. No te esperaba, en absoluto. — contesté con mucha cortesía.

Sin decir nada, entró a mi habitación. Dentro se veía pálida, bueno, más. Y se sentó en una pequeña camilla junto a la pared. Es para visitantes. Sonrió y unos dientes manchados se asomaron entre sus labios.

— Epha me ha dicho que venga para ver cómo andabas con Don aquí. Luego de tantas preguntas, me sorprende que estés viva. —

— Estoy bien —

— ¿Dónde ha ido Don? —

Me repetía en mi cabeza que Don es Donato.

— Yo... no lo sé — me sentía algo culpable porque lo hice sentir incómodo — No dijo a dónde iba. Sólo salió de la habitación.

— Típico de Don — soltó una pequeña risa.

Creo que era el momento perfecto para hacer algunas pequeñas preguntas significativas. Donato no contestaría, pero Flérida debe conocerlo bastante. No sé cuanto tiempo tiene internado aquí pero parece ser mas que yo, todos hablan de él como un viejo y típico amigo. Aunque Donato no tiene nada de típico. Nadie en este lugar tiene algo típico.

— ¿Conoces mucho a Donato? — pregunté luego de dos minutos de silencio.

— ¿Hablas de Don? Ah. Bueno. No habla mucho sobre él. Está mas tiempo escuchando y dando consejos que pensando en él mismo — suspiró — pero sé lo básico.

Cut Room - A.P Ávila.Waar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu