Capítulo XXXV

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La sangre se me puso fría cuando vi el rostro inmóvil de Donato sobre mi, su peso logró tumbarme al suelo quedando encima de mi. Seguí gritando para llamar la atención de alguien cerca que pudiese ayudarme. No tanto por el peso de Donato encima de mi que empezaba a quebrarme las costillas, si no porque ver su rostro tan pálido e inmóvil, con sus ojos cerrados, me aterraba. Me aterraba la idea de que esta fuese la ultima imagen que vería de él.

Edmunt apareció corriendo y sudando, le sonreí para aparentar que todo estaba bien. El señor sufría de ataques de ira, claro que tenía miedo. Los gritos fuera eran constantes. Edmunt levantó a Donato, tomándolo por la cintura y colocando un brazo sobre sus hombros.

Todo estaba algo borroso, el oxígeno me faltaba por el peso de Donato encima, pero justo cuando estaba fuera de mi, empecé a respirar normal y volver a la normalidad mi visión.

Salí vestida con el uniforme blanco de aquí que la noche anterior utilicé como pijama, seguí los gritos  que ahora tenían un volumen más bajo, como si estuviesen dentro de una habitación. Estaban dentro de una habitación. Seguí a Edmunt al mismo tiempo que Gaal se unía al otro hombre para cargar a Donato.

Una enfermera se apareció con una camilla con ruedas rápidamente hacia Donato. Gaal y Edmunt lo subieron sobre la camilla de sábanas celestes. Ahogué un grito cuando lo vi allí inerte e inmóvil sobre la camilla, se veía... muerto. No me había dado tiempo de llorar.

La enfermera me repitió muchas veces que no podía ir con ellos ya que se llevarían al Señor Villegas a la sala de cuidados especiales e intensivos. Pero yo necesitaba ir ahí. Con él. Juntos, como siempre lo prometimos.

Hice berrinches, si, pataleé el suelo, también, lloré como bebé, por supuesto, incluso así no logré seguirlo y acompañarlo. Sólo vi su figura sobre la camilla desaparecer por el largo pasillo.

Los gritos de varias personas seguían haciendo ruido por toda la planta.

Jobad. Donato dijo que Jobad necesitaba ayuda. Miré a Edmunt y a Gaal, ambos corrieron con pasos largos hacia lo que parecía la habitación de Jobad. Los seguí, pero unos pasos más atrás ya que no tenía ni destreza ni la altura. Loa gritos se iban haciendo mas altos y dolorosos. Era un sonido desgarrador, un sonido del alma. Pero ninguna palabra.

Empecé a sudar pero llegamos. Entre tanta gente que se aglomeraba en la puerta, pude divisar entre algunos espacios de gente mucho más alta que yo que Jobad estaba en el suelo siendo abrazado apretadamente por Harsile. Los gritos eran de Jobad. Estaba llorando y sollozando sin control.

Escuché los murmullos de la gente entrometida y averiguadora que obstaculizaban la puerta, sólo se escuchaban las palabras "pobrecillo" "muerto" "tiempo", intenté escuchar un poco mas pero no podía.

Así que me tomé la libertad de sentirme con algo de privilegio para poder entrar, y aunque mi mente estaba en este momento con Donato y su salud, lo que me encontré frente a mi era desgarrador.

Jobad en posición fetal, llorando mares, gritando nada en específico y Harsile hablándole al oído muy dulcemente para calmarlo. La habitación era un desastre, y por juzgar los ojos de Jobad, tenía llorando mas de dos horas. Epha estaba hablando muy seriamente junto a Lorenzo y Flérida estaba ordenando la habitación en silencio.

Y en silencio, empecé a ayudar con la limpieza y el orden. Así estuve unos minutos, y sin darme cuenta, me vi secandome las lágrimas. Epha habló con las personas en la puerta y los mandó a retirarse. Todos se fueron, y sólo quedamos los mismos de siempre; Flérida, Jobad, Harsile y yo. Epha y Lorenzo se retiraron al saber del ataque de Donato, o eso es lo que logré escuchar.

Cut Room - A.P Ávila.Where stories live. Discover now