Capítulo XXIX

941 53 31
                                    

Podría quedarme en sus brazos para siempre, podríamos ser siameses y yo no pondría objeción porque sinceramente este era el lugar en donde me sentía segura, y he leído muchos libros, y en ellos, todas las chicas consiguen su lugar de seguridad entre los brazos de su pareja. Pensé que era ficción, que esa sensación de seguridad no podría ser real en la vida, pensé que eran maneras de vender mas el verdadero amor. Y aunque ni siquiera se si esto es amor, yo sé que es verdadero. La conexión entre Donato y yo es verdadera. Es mas allá de cuentos o citas, es distintos. Es como si mis voces se intimidaran cuando estoy cerca de él. Y quisiera ponerlo en palabras para hacerle saber que él es tan importante para mi como yo para él. Pero él es el de las palabras bonitas y los detalles sorpresas, porque, en realidad, cada vez que quiero hacer algo para alguien siendo sorpresa o no, termina hecho desastre.

¿Qué voy a hacer cuando Donato ya no pueda sostenerme mas entre sus brazos y tenga que caminar por mi propia cuenta?

En la pista de patinaje, ni siquiera pude estar veinte minutos sin su agarre en mi. Sin su ayuda. Y así me sucede en la vida, no puede soltarme o voy a caer, y lo peor: voy a hacerlo caer conmigo porque soy humano, y porque sufrir es mas divertido y fácil si es con compañía. Y no sólo en este contexto, sino también en las cosas cotidianas. Como a un niño que le ordenan ir hacia la esquina a mirar la pared, si está solo será eterno pero si tiene a un amigo mirando la pared junto a él, va a hacer el tiempo de sus vidas.

Simplemente sufrir era parte de la vida, y muy pocas personas consiguen sufrir acompañados. Sufrir en soledad es terrible.

Pero hay algo mejor, y eso es reír, reír junto a otras personas es increíble. Reír solo tampoco tiene tanta gracia.

Conclusión: todo en la vida es mejor hacerlo en compañía.

Ahora estaba acostada sobre mi cama con mi cabeza descansando sobre el pecho de Donato, sintiendo el pacífico sonido de su corazón. Ya había dejado de llorar, y Donato también, porque el también había llorado al verme llorar a mi.

— Yo también tenía miedo la primera vez que salí de aquí. Apenas tenía tres meses internado, y Lorenzo me dijo que me llevaría a la cafetería del frente, — nos miramos a los ojos mientras asentía para hacerlo continuar — Y tuve un ataque de bipolaridad. Golpeé a Lorenzo, porque creí que iba a abandonarme con esa gente que juzga y me hiere. Pero él simplemente iba a llevarme a la cafetería, pasaron tres días, hasta que pude ver por una ventana de último piso lo que afuera me esperaba. Desde tan alto, parecía una jungla de cemento, y las personas caminaban frente al psiquiátrico, como si no hubiese gente dentro sufriendo por pérdidas. Me di cuenta que quería estar fuera, quería aire, sol, y si era posible, lluvia. No podía vivir dentro de una burbuja toda mi vida para evitar ser lastimado, Gemma. Porque al final del día, quedarme dentro y ponerme ciego y sordo al mundo sólo me hacía daño a mi. Y al salir, sentí que había una oferta de oportunidades esperando por mi. — besó mi frente — Salir y tomar aire, refrescó mi cerebro, me hizo cambiar de pensamiento. Y desde ese día, empecé a mejorar. Quiero que vayas allá afuera y sepas que tu vida no ha terminado aquí. Apenas estamos comenzando a vivir, y ahora juntos. Déjame decirte que en tres años aquí no había visto una recuperación tan rápida.

— Es gracias a ti. Tú me has ayudado tanto. — ¿por qué sentía que me estaba despidiendo?

— No, es gracias a ti. Tú misma te has levantado. ¡Mira que estás empezando a comer de nuevo!

Reí como una tonta, pero felizmente.

— Tú también me has ayudado. Pero mi recuperación es gracias a mi mismo así como la tuya es gracias a ti misma.

Con su dedo índice, levantó mi rostro delicadamente y me besó de una manera lenta y dulce, tan paciente. No había apuros, no había apuros en la vida.

Cut Room - A.P Ávila.Where stories live. Discover now