Capítulo XXXIV

789 44 15
                                    

Mientras mas lo pensaba, mas me dolía en el pecho. No esperaba nada parecido a esto cuando había decidido hablar con David, de hecho, yo esperaba haber hablado, pero no hice ni eso. Él parecía tan dolido por dentro. Lo escuché todo porque necesitaba hacerlo. David me lanzó un valde lleno de realidad justo encima de mi, para que me doliese. Y lo que mas me dolía era que le hice lo mismo que él logró hacerme a mi.

Por supuesto, nada de lo que haya hecho merece el trato que me dio después. No iba a aceptar que David era bueno, porque había una razón por el que las personas lo odiaban antes de que estuviese conmigo, y esa era que utilizaba a las mujeres como objetos. No era bueno, y cuando por fin se había decidido a serlo, lo desprecio. Era cierto. Todo era cierto.

Mis brazos ardían por la urgencia de ser cortados aunque mi sentido de coherencia hablaba mas fuerte. Podía hacerme daño con uñas de nuevo, pero no merecía la pena. Porque realmente, el dolor que me ocasione físicamente no apaga el emocional, lo aumenta, porque me recuerda las cosas anteriores, mis anteriores errores.

No tenía sentido cortarme, no cambiaría nada. Si bien pensaba que al menos podría controlar mi dolor, pero era mentira, no podía. Debía dejar de hacerme daño. Porque ahora era alguien, y en realidad siempre he sido alguien en la vida. Hija, amiga. Cumplo un papel en la tierra. Por eso no debo cortarme, porque debo querer mi cuerpo como si de una niña se tratase.

Además, debo comenzar con algo. Si quería estar viva para ver este mundo girar debía empezar a quitarme aquellos hábitos que realmente sólo me hacen daño a mi. Si, el pecho me ardía, pero mi cuerpo ya tenía suficiente dolor.

Era suficiente con haber engañado a mi cerebro, porque no engañaba a nadie al momento de contar cosas de David y yo, me engañaba a mi. Sólo a mi. Y por eso, ahora me duele tanto la verdad, por tanto esfuerzo que he puesto en ocultar mis errores y hacer relucir el de otros.

Sentía que estos años de dolor y daño habían sido una mentira. Y lo fueron.

Porque nunca va a haber suficientes razones como para volverme hacer daño de nuevo.

Porque todo era mas claro y feliz cuando yo miraba con optimismo las cosas. Lo que ha sucedido hoy, no ha sido mas que una lección para no volver a engañarme.

Me sentía sucia. Quería limpiar mi alma y empezar de nuevo. Y los brazos seguían llamando mi atención para ser cortados, ¿será que hacer daño es un instinto humano?

Un instinto humano para defenderse de las personas que te hacen daño, de tus enemigos. Pero me acababa de dar cuenta que el único enemigo en mi vida era yo misma, así como puedo ser enemigo, también puedo ser mi propio amigo. Empezar por el buen principio, comenzar a tratarme como me gusta que me traten las otras personas y empezar a tratar a los demás como debo ser tratada.

No sabía que habían hecho con mi cerebro en este psiquiátrico pero habían cambiado mi vida para lo bueno.

Y aunque estaba llorando por hacerle daño a alguien, sabía que las lágrimas no cambiaban nada.

Necesitaba limpiar mi cuerpo y cerebro, necesitaba botar toda la mierda y errores que me he guardado por tanto tiempo. Pero con una persona que verdaderamente sienta que no vaya a juzgarme ni vaya a huir de mi, así que me levanté, limpiando mis lágrimas y salí de aquella habitación, esperando encontrar a la persona. Y ahí venia, el único ser que no huye.

Donato.

— Te juro que si ese idiota te hizo llorar voy a romperle los huesos — dijo Donato, como si no fuese gran cosa. Sonreí.

— No me hizo llorar. Sólo... sólo me dijo la verdad... — suspiré.

— No. Gemma, lo que sea que ese pedazo de mierda te haya dicho es una opinión equivocada de ti misma.

Cut Room - A.P Ávila.Where stories live. Discover now