Epílogo

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- "... Y que Alicia sentiría las pequeñas tristezas y se alegraría con los ingenuos goces de los chiquillos, recordando su propia infancia y los felices días del verano. Fin." - dije, cerrando el viejo libro de Lewis Carroll.

- No me canso de escucharte leerlo - dijo Donato, cuya cabeza estaba recostada en mis piernas.

- Ahora que lo pienso, no me canso de leerlo - respondí.

- Ya perdí la cuenta de cuantas veces lo he leído, y de cuantas veces lo has leído para mi.

Coloqué el libro gastado sobre su estómago y enredé mis manos con su cabello.

- Lo leeré cada vez que lo pidas, es divertido.

- Y corto. - dijo.

- Tal vez eso lo hace tan adictivo, ¿no crees?

- Buena teoría. ¿Cómo van las clases de psicología? - preguntó cerrando sus ojos y disfrutando del tacto.

- Mejor de lo esperado - respondí, sonriendo.

Estaba estudiando psicología desde hace ya cuatro años. Luego de salir del psiquiátrico en diciembre del mismo año en el que fui internada, decidí continuar mis estudios.

No voy a negar que fue incómodo volver a la escuela mientras todos sabían mi condición. Si, condición, porque resultaba que tenía principios de esquizofrenia generada por la ira que guardaba en aquel entonces. Después todo mi colegio se enteró y prácticamente, estaban encima de mi, pidiendo disculpas, ofreciendo ayuda, dando gracias. Me volví el centro de atención , pero no de la forma de que deseaba. Sin embargo, al mes de estar yendo, comprobaron que seguía siendo igual que antes, igual de feliz y juguetona y gritona también, entonces dejaron de saltar sobre mi. Dova y Nubia se disculparon, sin embargo, no las vi mas después de la graduación. Seguíamos en contacto casi semanal pero era difícil ya que se habían ido del país, ambas, juntas. Siempre supe que su amistad era verdadera.

No les tenía rencor. Jamás lo haría. Estos cinco años han sido única y exclusivamente para despojarme del rencor y odio que llevaba por dentro que sólo me hacía daño a mi.

- ¿Qué tal tus clases de Filosofía? - pregunté ahora yo.

- Uff, si quieres que sea sincero ignorando la modestia, lo haré: soy el mejor de la clase, y no necesito ir más - dijo y ambos reímos.

No habíamos cambiado. Nada había cambiado, de hecho, mi estómago seguía haciendo erupción cada vez que Donato me miraba con esos ojos profundos y azules como el cielo. Como si fuese la primera vez.

Donato estaba estudiando filosofía, quería convertirse en escritor, y hacía un muy buen trabajo, teniendo la ventaja de saber al menos cinco idiomas. Prácticamente no tenía límites.

Lo miré, él estaba observando el cielo el cual se reflejaba en sus ojos, haciendo un azul mas claro aparecer en sus ventanas. Estaba sonriendo. Y yo también. Estaba muy feliz de tenerlo a mi lado, todos los días me sentía amada y halagada, segura entre sus brazos. Era mi mejor amigo, y yo soy su mejor amiga. El futuro había llegado tan rápido que ni siquiera había sentido que éramos dos jóvenes adultos de 22 y 21 años. Sin embargo, ambos actuábamos como si aun fuésemos adolescentes.

- Bueno, deja de mirarme - dijo y reí - Siento que estás mirando todas las imperfecciones.

Una sonrisa se dibujo en sus labios y bajé a besar su nariz.

Cut Room - A.P Ávila.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora