Capítulo XXXVI

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No quería juzgar, de verdad no quería pensar en lo que sea que Harsile pensase que era lo mejor. No puedo juzgar. Y es que los humanos nacimos juzgando. Desde el primer momento en que nacimos somos juzgados, que si se parece al padre o a la madre, que tiene la nariz doblada, que manipulas, o que no lloras mucho al nacer. Somos juzgados al nacer porque ellos también lo fueron.

Entonces era inevitable no juzgar. Pero también está la opinión, la gente puede opinar, ya que vivir en un mundo donde nadie opine sería un lugar muy solitario y callado. Eso también está en nuestro nacimiento. Nacimos opinando, juzgando o haciendo daño. La diferencia entre opinar y juzgar es que opinar es sólo suponer algún escenario, mientras que juzgar vendría siendo la afirmación de un escenario que realmente no tiene que ver contigo, y del que realmente no sabes nada.

Supongo que juzgar es inevitable y en algún punto del día lo hacemos, pero realmente yo no quería juzgar, quería tal vez hacer el cambio en mi primero. Juzgar o criticar lo menos posible.

No podía adivinar o criticar la decisión de Harsile, realmente yo no sé por qué clases de cosas ha pasado para terminar aquí. Pero si podía enfadarme, porque me molestaba que vaya a dejar a Jobad. Si, tiene sus razones y las respeto, pero igual Jobad se va a quedar sin su amor de mejillas rosadas y ojos verdes.

Jobad fue llevado al puente sobre el lago donde lanzaron a su hermano. Y mientras tanto, Harsile estaba recogiendo maletas para mudarse de habitación. No estoy segura de cómo se las puede arreglar de que lo cambien de habitación de la nada. No sabía que eso podía ser posible. Como sea, realmente no me importaba ahora, tenía una prioridad, y esa era la persona que descansaba pacíficamente sobre esta camilla tan incómoda.

Donato tenía un cable de oxígeno para ayudar a su respiración, pensé que sólo había tenido un pequeño ataque de pánico que hizo que se apagase por un momento, pero el momento se había convertido en horas, ya tenía cinco a horas dormido. Y yo tenía cuatro horas sentada a su lado esperando que despertase o algo. Nadie quería decirme lo que le sucedió cuando se desplomó sobre mi. Y a Jobad tampoco.

Así que todo era secreto. Tanto mi condición como la de Donato en este momento.

Cada minuto que pasaba mirando su perfecto rostro con alguna que otra pequeña espinilla me volvía mas ansiosa y furiosa. Furiosa con muchas cosas.

Las espinillas y los barritos me gustaban. Lo hacían parecer real, que era humano, con imperfecciones, me recordaba que no era algo que mi mente estaba inventando. Él realmente vivía, y a veces se me hacía difícil recordar lo muy humano.

Es como cuando adoras algún artista, tienes sus álbumes, los sigues en cada existente red social, sueñas con ellos, ves vídeos de sus conciertos o películas, entonces empiezas a olvidar que están vivos realmente, que no son una mentira y que respiran y son tan humanos como tú. Los conoces, y aún sigue siendo difícil creer que son reales.

Justo así me ocurría cuando veía a Donato. Y aquí, donde puedo observar detenidamente su rostro, su lenta respiración y sus ojos cerrados, se veía mas real que nunca.

No me había dado cuenta cuando el pecho se me empezó a apretar, y empecé a llorar. Un llanto tranquilo, y no tanta tristeza habían en las lágrimas. No estaba muy preocupada por su estado, sabía que Donato volvería a mi porque él nunca huye. Él simplemente debe descansar un poco su mente.

— Gemma... — escuché a Epha desde la puerta — Deberías salir, van a hacerles algunos chequeos a Don, cariño.

— No tengo problema en quedarme — respondí sin dejar de mirar a Donato.

Tenía mi codo apoyado sobre la camilla y mi mejilla sobre mi mano.

— Tal vez los doctores si, princesa, por favor, retírate.

Cut Room - A.P Ávila.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora