Capítulo XXIII

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Una semana.

Había pasado una semana desde que había dejado a Donato frente a su puerta. Flérida me dijo que no le permitían acercarse a mi, y cuando yo intenté verlo, me explicaron que regresase a mi habitación.

No sólo ahora tenemos estas restricciones, Donato y yo no vamos a la misma sesión grupal ni a la misma clase de gimnasia. Sólo Jobad tenía permitido estar con él a solas, todos los demás podíamos ser un grave peligro.

Le cambiaron los horarios, llevan su almuerzo a su habitación, e intentan que nunca estemos ni en la misma planta. No lo he visto mas desde esa brillante mañana.

Una semana.

Una semana en las cuales he soportado gritos e insultos. Jobad ya no tenía permitido hablarme si no fuese porque yo quería comenzar una conversación. Flérida era con la única que tenía un poco de comunicación. No había podido cortarme de nuevo, pero los golpes en las paredes no cesaban. De hecho, se había convertido en un increíble hábito matutino.

Las vendas habían sido removidas ayer y me sentía un poco mas libre ahora. Tenía demasiada potencia, demasiadas ganas de decir lo que realmente sentía y plasmarlo en mi cuerpo en forma de cicatriz.

Tenía nuevas y grandes cicatrices que tenían marcado el nombre de Donato, él las hizo. Y sé que él también debe tener unas cuantas cicatrices nuevas.

Una semana.

Una maldita y puta semana encerrada en este lugar para gente loca. No había podido visitar a Dova, y cuando le pregunté a Epha cómo seguía, me dijo: — Mejor no te preocupes por la gente alrededor y piensa en ti.

Me enfurecí, tenía todo el derecho de saber cómo ella se sentía siendo yo quien había ocasionado su desgracia. De las cosas que he hecho desde que llegué aquí, romperle la nariz y golpear a Dova era la única de la cual me arrepentía. Porque no me arrepentía de haberme cortado, de golpear las paredes o de halarme el cabello. Hay momentos en los que caigo en cuenta que estuvo mal hacerle daño a Donato.

¡Pero él también me cortó! ¡Y lo disfrutó!

Nos mantenían separados ya por una semana, una fatídica semana que todos creían que iba a ser para mejor. Pero no es así porque no tienen una idea de lo mucho que Donato y yo nos necesitamos, porque al mismo tiempo en el que nos hacemos daño, nos salvamos evitando matar finalmente al otro. Juntos nos mantenemos vivos.

Y cuando hace tiempo me preocupaba no saber nada de Donato, ahora sentía que lo sabía todo. Pero aún faltaba más, porque Donato era algo infinito, nunca terminabas de sorprenderte. Y aunque no pasé mas de un mes junto a él, parecen haber pasado décadas compartidas.

Tenía miedo, Donato seguía siendo un adolescente, y aunque él fuese especialmente diferente, no confiaba. No puedo lanzarme al vacío. Igualmente, confiaba en él en algunas partes. Yo... yo lo empezaba a querer. Y lo extrañaba.

***

— ¿Recuerdas el lienzo negro que dije que iba a darte? — preguntó Epha inclinándose para tener una mejor de visión de mi.

— Hmm... si — dije, mi voz era fuerte, ya no tenía miedo de lo que Epha podía decir — Pinté. Blanco. Lo recuerdo pero un día ya no estaba.

— Lorenzo... digo, el Dr Lorenzo — se corrigió — Me recomendó retirarlo de tu habitación. Y me dijo que ahora te diese un lienzo de fondo blanco ya que analizamos tus exámenes y... nos dimos cuenta de que relacionas el lienzo con tu mente. ¿Crees que tu mente es un hueco negro?

Epha estaba tan equivocada en cuanto a la vida y el cerebro.

— Al contrario. Mi mente es un revoltijo de colores en incesamente movimiento que no me deja descansar —

Cut Room - A.P Ávila.Where stories live. Discover now