Capítulo XXV

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¿Alguna vez se han sentido totalmente desplazados de algún puesto? No es que yo alguna vez ocupé un verdadero espacio en este psiquiátrico, pero ahora no soy nada mas que un problema.

Y por muy egoísta que esto se vea: tengo envidia de toda la atención que adquiere Donato. No pido atención concretamente, pero algo de preocupación por mi... si, yo jamás pedía ayuda, igualmente se sentía bien saber que le importabas a alguien.

Epha me ha refunfuñado incontables veces, Lorenzo ni siquiera me dirige la palabra mas que en las consultas semanales, Jobad... Jobad es un caso totalmente aparte, me ayuda, ayuda a Donato para que estemos juntos así sea por una tarde pero después me ofende diciendo que no lo hace por mi. Entiendo el amor que le tiene a Donato... pero, ¿para qué ayudarnos? Pensé que él sería el primero en querernos separados, pero me he equivocado, obviamente desea ayudar a Donato, pero me ayuda a mi también.

No sé porque todos se olvidaron de que yo también siento y veo y escucho. Flérida no ha hablado más conmigo, se ha portado extraña y callada en las sesiones grupales.

— ¿Tú eres Gemma? — preguntó una pequeña vocecita a mi lado.

Era Mezezabeel. Tan hermosa con sus ojos grandes y su cabello sedoso.

— Yo soy Gemma — respondí invitándola a que se sentase a mi lado.

— ¿Qué es esto? — dijo señalando mis múltiples cicatrices.

Me avergoncé, no quería que ella viese aquello y siempre me animó la idea de ser una especial rol o súper héroe para los niños.

— Son cicatrices. Me caí.

— Oh, ya entiendo. Te caíste.

Se comió toda mi mentira.

— Cuidate de no caerte, Meze. — dije en mi voz muy dulce.

Pero sus ojos estaban concentrados en sus pensamientos y el dedo índice estaba sobre su barbilla, la niña estaba pensando duramente.

— Mamá también solía caerse muy seguido. — dijo, extrañando a su madre — Y tenía eso que tienes en las muñecas .. Don también tiene de esas, ¿no?

— Él... si, las tiene — respondí sabiendo que yo era responsable de algunas de ellas.

— Yo no me caigo nunca — me enseñó sus muñecas muy orgullosa — ¿Acaso todos debemos caernos?

— La verdad es que si, pero mientras rápido te levantes, será menos grandes cicatriz.

Ella soltó una risita.

— Entonces cuando te caíste y te hiciste esta, — señaló mi cicatriz grande que Donato hizo y sonreí — te tardaste mucho en levantarte.

Asentí.

Inesperadamente, Mezezabeel comenzó a llorar silenciosamente, haciendo que sus hombros se sacudiesen cuando sollozaba. Recordé que su madre se había ido y el shock de que su madre también se lesionaba me tenía en otro mundo. Esa señora debía estar rota... y murió y sospechosamente su padre se fue. Me acerqué a su lado y pasé mi mano de arriba a bajo en su pequeña espalda para consolarla.

— ¿Cómo era ella? —

— ¿Mi mamá? Ella era la mas bonita mujer del mundo. Incluso más bonita que Megan Fox.. así decía mi papá... yo en realidad no sé quién es Megan Fox... —

— Meze... ¿Tú mamá tenía cicatrices?

— ¿Como las tuyas? Si. Y como las de Don.

Sus ojos grandes y hermosos se empezaron a nublar pacientemente de lágrimas mientras sus dientes presionaban su labio inferior queriendo retener las lágrimas. Es sólo una niña, no debería estar ocultando su llanto. Debería estar viviendo su hermosa y corta infancia, debería estar llorando por alguna muñeca rota. Ja. Que irónico. Ahora ella era la muñeca rota que lloraba. Porque eso parecía Mezezabeel, una pequeña y linda muñeca que la han obligado a llorar a tan poca edad.

Cut Room - A.P Ávila.Where stories live. Discover now