Capítulo XXII

1K 44 13
                                    

Estábamos locos, claro que lo estábamos. Y yo estaba orgullosa de estarlo junto a él. Recuerdo que hace muy poco estaba deseosa de salir de aquí porque no estaba loca, porque no lo necesitaba (y no lo necesito), pero ahora quiero quedarme y disfrutar del dolor en mi cuerpo causado por un amigo, uno verdadero.

Luego de recibir gritos, malas miradas y acusasiones por parte de casi todo el psiquiátrico, yo seguía feliz, muy feliz. Era simplemente indescriptible. Estaba radiante, con los ojos abiertos al mundo y con una esperanza de vida en el centro de mi pecho. Se sentía tan bien. Donato se veía igual o mas radiante, se veía hermosos con ese brillo extraño y azul en sus ojos. Todo estaba siendo perfecto.

Pero me preocupaba que mi felicidad se basase en dolor, un dolor ocasionado por mi misma o por otra persona. No era algo normal. No era saludable, tampoco. Pero jamás lo fue, ¿o si? De todas maneras, no desaprovecharía estos pequeños instantes de felicidad. Tenía miedo, claro que lo tenía, de hecho, era la mayor parte de mi cerebro la que ahora tenía miedo, aunque no sé a qué le tengo miedo.

A los humanos y los animales les aterra la muerte, huyen de ella como sea posible, sin darse cuenta que exactamente se dirigen a ella. Pero los suicidas buscan la muerte desesperadamente, en mi caso, yo la espero, y me hago daño en la espera misma. No es tan fácil de comprender cada mente. Los suicidas no pueden ser estadísticas, porque cada uno de ellos -o nosotros- tiene una mente tan diferente una de la otra.

Entonces ahí es cuando la ira te llena al escuchar idiotas estadísticas sobre los suicidios, como "todos son cobardes" o "seguro su padre le golpeaba de pequeño", "todos sufrían de bullying", y la peor y la mas maldita de todas: "sólo estaba sedienta de atención..." . Es decir, si alguien quiere atención, va a obtenerla sin necesidad de morir. Y no digo que no existan las patéticas personas que inventan ser suicidas, o que se cortan, para obtener una atención especial, existen. Claro que lo hacen. Pero alguien que ya haya acabado con su vida, no está jugando.

Jamás se saben quienes son los reales suicidas y los que aparentan. Simplemente es difícil saber si la persona que está a tu lado en este momento es una suicida, sin embargo, en mi teoría particular, pienso que cada uno de nosotros tiene un suicida interior sólo por el hecho de nuestro sentido de escape ante cualquier situación, porque seamos sinceros: ¿quién nunca ha deseado estar muerto?

De gran ayuda me ha servido estar en este psiquiátrico, comprendiendo lo de no guiarme por las apariencias y escuchar antes de empezar a acusar.

Ahora estaba caminando por los pasillos blancos del psiquiátrico que poco a poco se estaba convirtiendo en mi hogar. Los gritos y acusasiones de Gaal en cuanto nos vió han quedado en el total olvido, ni recuerdo qué me ha dicho, mi mente esta sobre poblada de felicidad ahora y no, no dejare que un par de juzgaciones me cambien el increíble modo en el que estoy.

Gaal había mandado a Donato a tomar una ducha, despues de tomar mi propio baño, lo acompañé hasta su habitación y antes de irse, nos dimos incontables besitos. No queríamos separarnos, no podíamos.

No había visto a Jobad en todo el día, y tenía miedo de mirarlo; yo le prometí conseguir a Donato y cuidar de él. Y lo cuidé. Nos cuidamos a nuestra trágica y preciosa manera.

Estaba mal y me odiaba por eso, pero ha sido tan relajante y satisfactorio.

Divisé a Jobad junto a Harsile caminando en mi dirección, algo me hizo aterrizar, sintiendo un golpe bajo en mi vientre. Culpa. Oh Dios, Jobad, lo siento tanto. Su mirada era tan amenazadora y suave al mismo tiempo, como si se estuviese repitiendo a si mismo que debe tomarlo con calma. Caminaban rápido y Harsile intentaba seguir su paso.

Cut Room - A.P Ávila.Where stories live. Discover now