Capítulo 35: Vulnerabilidad

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“En lo más profundo, en lo más oscuro, mora un demonio, invisible y al acecho, como una araña olvidada

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“En lo más profundo, en lo más oscuro, mora un demonio, invisible y al acecho, como una araña olvidada. Espera paciente la grieta que forzosamente ha de llegar”.

Kaden Bloodworth se encontraba sentado frente a la chimenea que se hallaba en el vestíbulo principal. El calor rozaba su piel y el fuego lograba que sus ojos parecieran más rojizos de lo habitual, como si las llamas y él fueran uno solo. Había suplantado su uniforme por otro de repuesto, aunque no se molestó mucho en ajustarse bien la corbata ni abrocharse todos los botones de su camisa. Su aspecto desenfadado lograba verse imponente y enigmático.

Oía los cuchicheos y murmullos de los alumnos cuando pasaban por su alrededor.  No obstante, le traía sin cuidado lo que comentaban.

«Otra vez ha vuelto a caerse en el lago. ¡Como Eloy Sadler!», decían.

«Parece que es su destino», opinaban con perjuicio.

El muchacho no se dignó en participar en las habladurías. Solo contemplaba el fuego que tenía a su vista. Crujía la madera contra las llamas. Le gustaba.

Viviane apareció con una manta de terciopelo y espachó a los curiosos del vestíbulo.

—Idos a otra parte si vais a tener el descaro de criticarlo. No tenéis vergüenza.

Repudiaron a la muchacha e hicieron una mueca de desagrado al escucharla. Pero gracias a su enfrentamiento, los alumnos despejaron el vestíbulo, dejándolos en soledad.

Viviane pasó la manta por los hombros del muchacho. A pesar de que ya no tiritaba ni sus dientes castañeteaban, ella quería verlo bien protegido. Casi perdía la vida, si no fuera por el comisario Gabriel Morrison.

—Kaden... —lo llamó ella, sentándose a su lado—. Lamento muchísimo lo que te ha pasado.

—No ha sido culpa tuya, mon amour —explicó.

Él abrió la palma de su mano, dejando mostrar la reluciente pulsera de la joven con la que se aferró en el lago. Claro que fue una trampa y lo hicieron para que el varón callese como ratón en el queso, pero por nada del mundo dejaría que una pulsera tan valiosa para ella se perdiera.

La chica la sostuvo, afligida. Por culpa de la desaparición del accesorio, tuvo aquel percance. No podía evitar echarse la culpa.

—Me empujaron al lago. Estaba roto a propósito —aclaró sus dudas—. Te robaron la pulsera porque, quienquiera que sea, sabe que la intentaría recuperar.

—Debieron robármela mientras dormía —consideró—. Es cuando más vulnerable estoy.

—Entonces tendré que dormir contigo para que nadie se atreva a robarte nada. Ni siquiera a tocarte.

Viviane se estremeció ante ese comentario. Admitía que dormir junto a él era cuanto menos una idea arriesgada y excitante.

Kaden no dejó de mirar el fuego en ningún momento. Verle tan ensimismado y tan abstraido, provocó que ella sintiera interés y desazón. Algo en él cambió. El hecho de haberse visto casi muerto en el lago, le dio motivos para incitar el odio contra el internado. Más pretextos de los que ya tenía.

Un peligro para sí mismo ©Where stories live. Discover now