Capítulo 38: Rostros Familiares

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"Esta locura que nos mantiene cuerdos en un mundo de locos"

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"Esta locura que nos mantiene cuerdos en un mundo de locos".

Gracias a Denis Ellsworth, Jesse no fue pillado por la madre superiora. El varón lo arrastró de la muñeca con gran fuerza, haciendo que el rubio se deslizase por el suelo dentro del aula. Los tres chicos permanecieron ocultos en la oscuridad bajo la mirada circunspecta de Prudence, la cual había oído un ruido extraño, pero no los alcanzó a ver. Su cejas fruncidas y sus labios apretados daban el aviso de su descontento ante posibles fisgones que hubieran escuchado a hurtadillas la conversación.

—¿Qué haces tú despierto? —interrogó Kaden en un bajo susurro.

—Tu misión será proteger a Viviane, pero la mía es proteger a Jesse —respondió.

Las zancadas de la madre superiora sobresaltaron a los varones, logrando que se ocultaran en la oscuridad del aula justo antes de que la monja la abriera de par en par. Jesse y Denis se escondieron bajo el escritorio del profesorado, Kaden dentro de un pequeño armario.

—¿Quién anda ahí? —cuestionó Prudence en voz alta, esperando respuesta.

No la hubo. Ni siquiera una sola respiración. Jesse y Denis se miraron los rostros, atemorizados. Oían los bufidos escaparse de la monja. Sus corazones latían con tanto ímpetu que si la madre Prudence tuviera un espléndido y fascinante oído, los delataría.

Ella se adentró e inspeccionó los pupitres. Todo vacío. El armario llamó su atención, así que se acercó con lentitud.

Kaden la veía a través de una pequeña y diminuta ranura. Su cara malhumorada era inquietante. Prudence no sabía que se estaba encontrando con la mirada del primero, que la espiaba desde dentro. Sin embargo no abrió la puerta ya que Sor Amelia la llamó, interrumpiéndola.

—Madre, no hay nadie —dijo—. Habrá sido el viento o alguna rama golpeando las ventanas.

Ella hizo una pausa conforme continuaba mirando el armario del aula. La respiración de Kaden se acentuó y, por un instante, creyó que la monja abriría la puerta y lo encontraría ahí, pero no lo hizo. Se alejó del armario, retrocediendo el paso. Luego, dijo:

—Tienes razón, hermana. Volvamos.

Dicho aquello, el aula se quedó vacía bajo un perpetro y absoluto silencio junto a la oscuridad de la noche.

Kaden, Jesse y Denis se dejaron ver de su escondite y los tres se miraron los rostros, cómplices de lo sucedido.

—Intentaban sonsacarle a Bastien su cometido con las cruces —rompió el silencio Jesse—, pero él se ha mantenido diciendo que no ha tenido nada que ver. Nos ayuda. Está en contra de Annavenim.

—También se ha mencionado el posible disgusto de una persona por la carencia de cruces. Y no se referían a ellas mismas —añadió Kaden con el ceño arrugado.

Un peligro para sí mismo ©Where stories live. Discover now