Capítulo 30: Todos Caen

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"Cuando el miedo llama a la puerta, la verdad sale por la ventana"

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"Cuando el miedo llama a la puerta, la verdad sale por la ventana".

A juzgar por el resquebrajamiento del hielo del lago y la ropa empapada de Kaden Bloodworth, no era muy difícil adivinar para los presentes que el joven había tenido un funesto accidente. Sin embargo, el muchacho intuía que el hielo del mismo fue manipulado para que aquello ocurriese. Quienquiera que deseaba callar a Kaden o a Bastien, necesitaba deshacerse de ellos como si se tratara de un infortunio, tal como sucedió con Eloy Sadler.

El chico había recordado la mirada de Bastien Hewitt minutos atrás cuando le estaba insistiendo con vehemencia que diera información sobre el joven muerto. Aquella mirada y aquel mascullar de dientes le advirtió del conocimiento de ello. Le trató de decir con disimulo que se alejara del lago, como si supiera de antemano la rotura de éste.

No había duda de que a Bastien lo tenían amenazado para que no contara nada de lo que sabía. Porque si hacía o decía algo, las trampas que posiblemente iban para Kaden, Bastien se las comería.

—¿De qué está hablando, Bloodworth? ¿Por qué emplea ese tonito de burla?

—Muy simple: la última vez corroboré que el lago soportaba suficiente peso para que se produjera un resquebrajamiento y, que el peso de una sola persona, no lo provocaría, a no ser que fuera intencionado o buscara romperlo con muchísima fuerza; tipo una pala, un pico, o cualquier objeto punzante que rompiera dicho hielo. ¿Qué quiero decir con esto? Que alguien de Annavenim ha manipulado dicho lugar para que, si yo me caía o me empujaran, tuviera el mismo destino que Eloy Sadler. “Oh, qué lástima, se murió accidentalmente”—imitó la voz de Prudence—. Ese truco ya me lo sé.

—El hielo no ha sido manipulado de ninguna manera, Bloodworth. Estamos cansadas de sus continuas acusaciones. ¡No somos brujas! ¡No somos demonios! Nadie planea una conspiración contra ti. Está sacando las cosas de contexto, joven. Las temperaturas suben y bajan, cabe la posibilidad de que el hielo no tuviera la misma fuerza que la vez que usted menciona.

—Ah, la cortina de humo. ¡Me encanta! —exclamó con ironía.

—No es ninguna cortina de humo. No atiende a razones y es prácticamente imposible hacerle entender que no somos como usted piensa. El hecho de que haya ocurrido desafortunadas desgracias en Annavenim, no quiere decir que los de dentro seamos culpables.

—Le haré una simple pregunta: ¿Quién es el que comete un crimen, la pistola o la persona?

Prudence guardó silencio. Kaden le explicó:

—Un arma no se dispara sola si un humano no aprieta el gatillo detrás, al igual que un internado no te mata si las personas de dentro no quieren hacerte daño. Fácil de entender, ¿verdad? La maldad viene del ser humano, no de un señor con cuernos y tridente.

Dicho aquello, Kaden se marchó para cambiarse el uniforme mojado, dando por finalizada aquella conversación. Por mucho que debatiese con Prudence y las demás monjas, era inútil si carecía de pruebas que pudieran corroborar su argumento. Era su palabra contra la suya. Claro que se empeñaba en señalarlas a todas y a cada una de ellas, pero necesitaba pruebas. Y no las tenía.

Un peligro para sí mismo ©Where stories live. Discover now