Capítulo 24: La melodía

21.4K 2.9K 1.4K
                                    

“Las mentes más brillantes a veces son ciegas en las verdades más obvias”

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

“Las mentes más brillantes a veces son ciegas en las verdades más obvias”.

Tanto Bastien como los demás jóvenes esperaban impacientes alguna respuesta por parte de Kaden Bloodworth, quien este último observaba al primero con cierto resquemor. Había empleado una maniobra para que el muchacho confesara qué se traía entre manos y, aunque al castaño no le apetecía en absoluto tener que dar explicaciones, no le quedaba más remedio si quería averiguar la conversación que Bastien mantuvo con Eloy antes de morir.

—¿Qué se supone que me has visto hacer en las noches, Bastien? —inquirió él.

El otro lo señaló, molesto.

—Ni se te ocurra esquivar lo que he dicho.

—Te estoy preguntando qué has visto.

—Te he visto salir, caminar por el internado y, sobre todo, te he oído murmurar y mantener una conversación solo —explicó—. Ahora dime por qué te empeñas en Eloy Sadler.

Viviane observó a su amigo de soslayo.

—Sí, camino por Annavenim cuando no puedo dormir. ¿Sabes que hablar con uno mismo, en ocasiones, puede resultar muy terapéutico? ¿Qué ves de raro que hable en soledad? Te lo recomiendo.

—No hablabas en nuestro idioma —recalcó.

—¿Y en qué idioma hablaba, en Francés? Ay, mon chéri. Me aburres. Realmente no sé qué esperas que te diga, ¿que soy el anticristo? Vamos a dejar clara una cosa: desde que llegué no se ha hecho otra cosa que hablar de Eloy Sadler. Me comparan constantemente con el chico muerto. ¿No crees que eso no me daría curiosidad por conocer qué demonios está sucediendo aquí? Y aparte, desde un principio, Viviane y yo nos unimos para descubrir quién lo mató, porque ella por sí sola no se atrevía a meterse en terrenos peligrosos. Por último: creo que es más que obvio que, en Annavenim, se está cociendo algo que no huele bien. Y si tengo que ser yo quien destape la pocilga, dejadme pringarme.

—Estás mintiendo —masculló Bastien.

—¿Eso es todo lo que tienes que añadir a mi argumento? Me decepcionas. ¿Qué tienes, cinco años?

—No puedo creerte. Tienes algo que no me permite confiar en ti.

—Pues no me creas a mí, sino a tu entorno. Has visto con tus propios ojos el cadáver de Adriana Padmore. Es una clara evidencia de que la han matado. Céntrate en asimilar que a Eloy le sucedió lo mismo. Eloy no se suicidó ni fue un accidente. Lo mataron.

Bastien guardó silencio durante algunos segundos. Kaden insistió en qué hablara.

—Ya te he dado mi versión, ahora cuenta la tuya.

El joven apretó su mandíbula y desvió la vista hacia la vela que se estaba consumiendo poco a poco.

—Aquella mañana Eloy estaba muy inquieto —confesó—. Lo encontré en los baños y no dejaba de murmurar «lo he visto, lo he visto», «tengo que hacer algo». Parecía asumir que le iba a pasar algo malo. Luego yo estaba frente a la puerta del aula del profesor Bowman y Eloy llegó, queriendo que me apartara. Me dijo, «tengo que llevármelo», y yo le pregunté el qué, pero no quiso responderme. Ese año yo fui escogido como el delegado de clase, así que tenía que supervisar. La actitud de Eloy no me gustaba y no le dejé pasar.

Un peligro para sí mismo ©Where stories live. Discover now