Capítulo 3: Delirium

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"Ten cuidado con las que van de mosquitas muertas, que algunas ocultan un aguijón venenoso"

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"Ten cuidado con las que van de mosquitas muertas, que algunas ocultan un aguijón venenoso".

Cuando un compañero moría en Annavenim, todos los presentes, tanto alumnos como profesores y monjas, velaban su cuerpo toda la madrugada. El cuerpo inerte de Christopher yacía sobre su cama con una expresión tan plácida que parecía que dormitaba. Allí, bajo la penumbra de la noche, rezaban para que Dios recibiera con las puertas abiertas a aquel joven.

Denis observaba de reojo a Kaden, quien no tenía ni un ápice de desaliento por la muerte del muchacho. Su postura relajada denotaba el desdén por su fallecimiento. Claro estaba el hecho de que no lo pudo conocer suficiente como para sentir aflicción por un compañero. El primero seguía opinando que el nuevo alumno tuvo algo que ver en ello. Pues horas atrás, Christopher se había burlado de él.

—Sé que tú le has hecho algo —susurró Denis clavando sus ojos oscuros en el rostro del nuevo integrante.

Kaden le demostró que él no fue el culpable cuando preguntó a la madre superiora:

—Disculpe, madre, ¿de qué ha fallecido Christopher Durant?

—Paro cardíaco. Padecía de problemas de corazón. No se estaba tomando las pastillas para su tratamiento. Que Dios lo aguarde en su reino —respondió la señora, apesadumbrada.

Dicho aquello, miró desafiante a Denis y le susurró:

—Cuando juzgues a alguien, ten las pruebas suficientes como para señalarlo con el dedo, porque sino harás el ridículo. Carecer de argumentos solo hará que te veas estúpido.

Denis apretó su mandíbula controlándose las ganas de contestarle. Se sintió humillado ante su inesperado comentario y no supo como defenderse. No solían rebatirlo con tan claras palabras.

Jesse estaba al lado de Denis y Kaden observando como el primero lo miraba con rivalidad. Parecía no fiarse ni lo más mínimo de él. El rubio sintió la oportunidad de conversar con su amor platónico y no iba a desperdiciar aquel momento, aunque fuese de lo más desafortunado.

—¿Estás más tranquilo? —formuló Jesse al moreno.

—¿Por qué me estás hablando? No he dado pie para que lo hagas —espetó.

—No entiendo por qué me tratas así cada vez que cruzamos palabra. No te he hecho nada.

—Eres de clase baja.

—Usted perdone, Draco Malfoy —comentó Jesse con retintín.

—¿Te parece divertido? Tenemos a un hermano muerto frente a nosotros. Cállate y no me hables, "Jessica".

—¡Es Jesse! —corrigió entre dientes—. Imbecil...

La madre noche rechistó ordenando silencio ante los murmullos. Nadie se atrevía a contradecir a la tétrica señora. Su ceño fruncido y las arrugas sobre su rostro ocasionaba respecto por una anciana que se dedicaba a vigilar quiénes salían en la noche.

Un peligro para sí mismo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora