Capítulo 31: Furia Desbordada.

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“Todos los caminos me llevan al infierno

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Todos los caminos me llevan al infierno. Pero ¡si el infierno soy yo! ¡Si por profundo que sea su abismo, tengo dentro de mí otro más horrible!”

–John Milton

El cuerpo inerte de Sor María yacía sobre la capa de nieve del patio exterior. Se había roto el cuello en la caída y su nuca estaba torcida. Sus ojos, ahora inexpresivos, mirando un vacío absoluto, aún conservaban algunas lágrimas.

Sor María no había permanecido bien desde el suicidio del profesor Allan Devine, quien mantuvo un romance en secreto. Aquella pérdida la había llevado a deambular como alma en pena por todo Annavenim, hasta que tomó la infausta decisión de unirse en la muerte junto a él.

Pero Kaden Bloodworth sabía que había algo más oscuro en su suicidio. No pudo quitarse la vida solo por el hecho de echar en falta a su amado. Intuía algo mucho más siniestro. Allan Devine se quitó la vida por no saber cómo manejar un secreto. María era conocedora de ello. Y ese secreto salpicaba a la institución y a los que la rodean. Estaba seguro de ello.

El chico observaba a la mujer muerta desde lo alto de la terraza. Tuvo que retirarse del bordillo cuando se percató que las demás monjas empezaron a acudir a la escena. No podía permitirse que sacaran conclusiones de que él arrojó a una de las hermanas.

El frío ocasionó que el muchacho expulsara vaho de su boca al soltar un suspiro exasperado.

—¡Santo Dios! ¿Sor María? ¡Sor María! —gritaron las monjas al ver a una de sus hermanas sin signos de vida.

La madre Prudence se acercó a María y, por la rotura de su cuello y sus ojos abiertos e inexpresivos, no era muy complicado adivinar que estaba muerta. La primera agarró una bocanada de aire ante la tragedia, apesadumbrada sollozó en silencio analizándola con la mirada. Se llevó las manos a su boca, reprimiendo que el llanto se escapara de su voz.

—¿Qué vamos a hacer? Pobre María...

Aquella pregunta la sacó de su realidad. La madre superiora se quitó las lágrimas con sus dedos, colocando una expresión neutra.

—Recémosle —dijo Prudence—. Formad un círculo, hermanas.

—Pero, la policía... —comentó Sor Amelia, pero Prudence no la dejó terminar.

—Junte sus manos, hermana. Guarde silencio.

Dicho aquello, todas las monjas formaron un círculo alrededor del cadáver de María y guardaron silencio.

Ver aquella imagen, todas las monjas con hábitos oscuros rezándole a un cadáver, no era agradable de digerir. Las tradiciones de Annavenim cuando alguien moría en la institución, eran cuanto menos funestas y lúgubres.

Los cuatro jóvenes espiaban con ojo avizor desde lo alto de la terraza, sin que ninguna de ellas se percatara de sus presencias.

—Quién diría que Sor María se había ausentado de clase para quitarse la vida... —susurro Jesse.

Un peligro para sí mismo ©Where stories live. Discover now