Final: Fuego

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“El amor, al igual que el fuego, no puede subsistir sin un continuo movimiento y deja de existir en cuanto se deja de esperar o de temer”

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“El amor, al igual que el fuego, no puede subsistir sin un continuo movimiento y deja de existir en cuanto se deja de esperar o de temer”.

Kaden Bloodworth llegó al ala sur. Al final del pasillo visualizó el dormitorio de la madre superiora. Observó la llave dorada entre sus manos y puso paso firme a la puerta. No llegó a introducir la llave cuando escuchó una voz proveniente de dentro, cosa que no pudo detectar de quién era. Balbuceaba palabras rápidas e ininteligibles. Parecía estar en un profundo estado de nervios y desesperación.

El joven introdujo la llave con rapidez y deslizó la puerta esperando encontrar la figura que se hallaba oculta. No la vio.

—¿Qué demonios...?

A juzgar por el dormitorio, a diferencia de las camas de otras monjas que eran individuales, la suya era de matrimonio. Una habitación muy íntima. ¿Cómo era posible? ¿Qué estaba ocurriendo ahí dentro?

Sin previo aviso, un crucifijo fue enroscado en el cuello del varón, tratando de ahogarlo con el colgante. Kaden jadeó buscando el aire con desesperación. La figura había estado oculta tras la puerta cuando le vio entrar.

—¡Demonio el que tú eres! —le insultó—. ¡Aberración! ¡No vas a salirte con la tuya!

Kaden no era capaz de reconocer aquella voz masculina. Tampoco podía mirarlo ya que lo estaba ahogando con tanta fuerza y violencia que le era incapaz de defenderse. Menos con algo tan sagrado como lo era aquel accesorio. Le quemaba las entrañas. Se entremecia solo de tener su contacto en la piel. Sus poderes se debilitaban a tal punto de parecer un simple humano.

—¿Queréis joderme la vida más de lo que ya lo habéis hecho? —continuó hablando—. ¡Idos por dónde vinisteis y dejadme vivir tranquilo! ¡Si Eloy murió fue por ver lo que no debía! No podía dejar que llamara a la policía.

El muchacho trató de zafarse de su agarre. Creía que le sería imposible hasta que Caym y Victoria irrumpieron en la habitación.

Caym solo le hizo falta levantar su mano para hacer que el hombre soltase al muchacho y fuese embestido a gran velocidad contra la pared del dormitorio, de manera sobrenatural.

—¡Cuánto tiempo, querido calvo! —exclamó Caym juntando sus manos con emoción.

Victoria Massey se quitó el hábito de monja y dejó mostrar sus ropajes tan oscuros como los de su pareja. Su cabello negro cayó con elegancia por su espalda. Tenía en sus manos un revolver.

El director Newell permaneció escondido en la institución Annavenim desde la tragedia de Fennoith, hacía tres años. Buscó la ayuda de madre Prudence quien, a su vez, mantenían un romance secreto.

Newell era acusado de encubrir el asesinato de Kimmie Bonheur, hija de la enfermera Margaret, y juzgado por asesinar a antiguos alumnos que no seguían sus reglas. Huyó de la ley y su responsabilidad cuando Victoria Massey destapó sus trapos sucios.

Un peligro para sí mismo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora