Capítulo 36: Te lo debo

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“No es el camino, son las heridas lo que me trajo aquí”

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“No es el camino, son las heridas
lo que me trajo aquí”.

El joven Kaden Bloodworth se acercó con pasos lentos y una actitud vanidosa a las monjas que miraban con extrañeza la carencia de cruces en Annavenim. Algunos de los signos religiosos habían perpetrado tanto tiempo allí, que solo quedó la leve silueta en cruz en la pared. La luz directa solía comerse la pintura y, cuando un cuadro u objeto es expuesto en una pared y este se quita, permanece la marca de lo que un día estuvo ahí.

Se llevó dos dedos a su mentón en modo pensativo y ladeó su cabeza mientras se unía a Sor Amelia y madre Prudence en mirar lo mismo que ellas. La segunda espió al varón de soslayo.

Él, dijo con retintín:

—¡Qué barbaridad! Alguien ha quitado las cruces de la institución. ¿Quién habrá sido tan rebelde e insurrecto como para haberlo hecho? ¡Oh, cuánto drama! ¡Cuánta decadencia!

Sor Amelia esperó algún tipo de disciplina por parte de la madre superiora, pero en vez de eso, le otorgó su silencio. No comprendió si se había rendido con Bloodworth, o si el miedo invadía su mirada. No solía callarse ante un acto de indocilidad y sátira como lo era aquel.

—Madre

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—Madre... ¿Se está burlando el alumno? —formuló, atónita.

—Por supuesto que me burlo —corroboró él. No hizo falta que la superiora lo confirmara—. Veo que les preocupa más no ver la decoración abrumadora de este lugar, que el hecho de que, hace una hora y media, haya estado apunto de morir, otra vez. ¿Cómo de obsesionado hay que estar como para pensar más en unas simples cruces antes que en la posible pérdida de vida de un alumno?

Sor Amelia, respondió, trémula:

—Tras el incidente, encendimos todas las chimeneas para que usted se encontrase en calor por la institución ante lo ocurrido. Admito y, admitimos, que ninguna hermana estuvo vigilando el patio en el preciso instante en el que usted, joven, se aproximó. Le advertimos en repetidas ocasiones que no se atreviera a acercarse nunca más.

Kaden alzó una ceja, incrédulo. Le resultó muy injurioso que tratara de echarle la culpa al acercarse al lago, cuando el muchacho fue arrojado en el sin ocasión de defenderse.

Un peligro para sí mismo ©Where stories live. Discover now