Capítulo 21: Bórralo

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“El tamaño del infierno depende de la cantidad de tortura que habita en la mente

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“El tamaño del infierno depende de la cantidad de tortura que habita en la mente.”

La madre superiora obligó a los cinco jóvenes a permanecer en paños menores bajo la nieve. Aquel castigo no duraba mucho, pero los pocos minutos parecían ser una eternidad. Los adolescentes se miraron cómplices entre sí ante la orden de la monja.

Denis le dedicó una mirada fría tanto a Kaden como a Bastien por haber provocado aquella pelea en la nieve. Si al menos se hubiera controlado el primero, quizá no hubieran sido castigados, pero ya estaba hecho y la situación no podía ser más abochornante y embarazosa. Los chicos comenzando a desvestirse mientras que la chica no movió un solo dedo, pudorosa.

—Madre, soy la única chica —comentó Viviane—. ¿Dónde está su empatía?

—Los chicos de espalda y tú, Leavitt, de frente, mirándome a mí —espetó ella como respuesta—. Vamos, que yo te vea quitarte el uniforme.

—Pero...

—¡No hay «peros» que valgan!

La muchacha dio un respingón ante la voz elevada de la monja y, sin ningún tipo de ánimo, se comenzó a aflojar la corbata para proceder a quitarse el uniforme.

Jesse colocó una postura rígida, cubriéndose su parte abultada de los boxers, a pesar de estar helado, se sentía muy avergonzado ante Denis. Kaden estaba en medio mientras que Bastien a su izquierda y el rubio y Denis a su derecha.

—¡Ha sido tu culpa, Bloodworth! —masculló Denis, mosqueado. Los dientes le castañeteaban del frío—. ¿No podías resolver las cosas sin la agresividad?

—No iba a darme la tarjeta con el diálogo, así que procedí a la agresión. Si el plan «A» no funciona, haz el plan «B». Es de lógica, ¿no? —comentó él, sosegado.

—Estamos en Annavenim, Kaden. Aquí no se emplea la agresión.

—Dile eso al pobre de Eloy Sadler —se santiguó con sátira.

Jesse observó el torso desnudo de Denis y, cuando el segundo se percató de ello, el primero apartó la vista de inmediato, escondiéndola en el horizonte.

Kaden fingió mirar a Bastien para mirar de soslayo como Viviane se quitaba la ropa frente a Prudence.

Una vez en ropa interior, la chica se abrazó a sí misma por la baja temperatura.

—No me mires, impostor —farfulló Bastien pensando que el castaño le observaba.

—Eso quisieras, que te mirara —se burló él—. ¿Por qué diablos me llamas impostor?

—No eres él y nunca lo serás —murmuró.

Kaden sonrió.

—Ajá. Cada loco con su locura. ¿No barajaste la idea de estudiar en Fennoith? Te hubiera ido muy bien para la cabeza.

Un peligro para sí mismo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora