Capítulo 14: En cuerpo y alma

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“En este mundo de locuraincluso el amor más puro tiene filo

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“En este mundo de locura
incluso el amor más puro
tiene filo.”

Ningún alumno había echado en falta la ausencia de Adriana Padmore, salvo los cuatro jóvenes: Viviane, Jesse, Denis y Kaden. Tenían constancia de que, en la madrugada, la chica sintió la necesidad de contar algo que la había inquietado sobremanera. Sin embargo, no llegó a aparecer en la zona citada. Sabiendo que estaba bajo vigilancia en la enfermería, quizá no logró escaparse.

Adriana en los últimos días demostró que su salud, tanto física como mental, no se encontraba bien. La muerte de su amiga le había pasado factura y la pena de la culpa por no evitar que se suicidara cayó sobre sus hombros. La joven, a pesar de haber estado sufriendo la pérdida, no quiso marcharse a casa con su familia, por esa razón les era muy Inoportuno que hubiera desaparecido tan repentinamente. No sonaba lógico que se hubiera marchado sin avisar, teniendo en cuenta que pretendía contar algo aquella misma noche.

Viviane, antes de entrar en clase con sus amigos, detuvo a la enfermera Margaret para preguntarle sobre Adriana.

—Tengo entendido que sus familiares se la llevaron a las diez de la noche después de los problemas que estaba teniendo su hija. Yo la dejé a las nueve descansando en la camilla, pero cuando fui a revisarla, ya se había ido —informó.

—¿Qué problemas estaba teniendo? —formuló Denis.

—Insomnio, inapetencia, sentimientos de culpa y... parecía tener delirios. No dejaba de repetir que había visto algo que no debía.

—Usted no parece muy convencida de lo último —alegó Kaden, estudiando a Margaret.

La enfermera lo observó, adusta. Luego, respondió:

—Adriana estaba muy asustada por algo que jamás supe de qué. He visto ese comportamiento antes y sé que no trae nada bueno —recordó—. Sin embargo, me limito a decir todo lo que sé. Más no puedo hacer. Si ella se ha ido con su familia, estará en mejores manos.

Dicho aquello, la mujer se fue por los pasillos.

Cierto era que Adriana parecía habérsele ido la cabeza, pero Viviane y Jesse conocían de antemano que, las últimas palabras que soltó la adolescente, fueron las mismas plasmadas en las notas del cuaderno de Eloy. Y, con todo lo que parecía estar pasando, no creían que fuera una coincidencia.

Los pupitres vacíos cada vez eran más notables. El profesor Bowman miró los asientos ausentes antes de comenzar la clase y no pudo evitar pensar lo perturbador que resultaba conocer que una vez esas mesas pertenecieron a sus alumnos vivos. Eran treinta alumnos en una clase y cuatro pupitres vacíos que, sino fuera porque Kaden se hallaba ocupando al que perteneció Eloy, serían cinco.

—Nunca sabremos qué quiso contarnos Adriana —comentó Denis.

—Sonó la canción... —murmuró Viviane para sí misma.

Un peligro para sí mismo ©Where stories live. Discover now