Capítulo 2: Baila conmigo

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"Eliminar a las personas nocivas de su vida no significa odiarlos, significa tener respeto por uno mismo"

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"Eliminar a las personas nocivas de su vida no significa odiarlos, significa tener respeto por uno mismo".

Kaden llegó a clase captando la atención de sus nuevos compañeros y, ante su presencia, se sembró un silencio absoluto. Todos los ojos que habitaban en aquella aula estaban depositados en la figura del varón, quien caminaba con desdén. Él saludó a Viviane, hallada sentada en su pupitre y luego tomó asiento. Supo que había cometido un error al elegir el pupitre que perteneció a Eloy Sadler, sobre todo por los murmullos al crearse y los cuchicheos. Los adolescentes empezaron a susurrar a sus espaldas.

—¿Está maldito este pupitre? ¿Moriré dentro de siete días o algo así? —indagó Kaden en tono bromista.

—Es el pupitre del fallecido —respondió Denis Ellsworth, taciturno.

—Que en paz descanse —profirió el varón posando los codos sobre la mesa.

Viviane enterró la mirada en la ventana, observando el manto de nieve que se había creado en el patio.

—No te haces una idea de lo mucho que te pareces a Eloy Sadler —le dijo Jesse—. Es como tenerlo aquí.

—No, no lo es —musitó Viviane entre dientes.

Kaden se percató del tono adusto de ella, pero no dijo nada y se limitó a responder a Jesse.

—Eso me han dicho. En la vida todos tenemos una persona que es idéntica a nosotros, algo así como un doppelganger. Supongo que yo era el de Eloy... o él era el mío. Curioso, ¿verdad? Soy Kaden Bloodworth, por cierto.

Él extendió su mano para presentarse con educación.

—Jesse Atkins —sonrió estrechando su mano.

Jesse y Viviane esperaron a que Denis se presentara al nuevo alumno, pero no lo hizo. Prefirió tener la vista puesta en otro sitio antes que en ellos. El primero se sintió desilusionado, ya que creyó que aquello pudo haber sido una buena forma de entablar una conversación y conocerse mejor. Aún seguía esperanzado en que él se interesara. Para la segunda no fue una sorpresa su reacción, ya que aquel chico no perdía su tiempo en hablar con la clase baja.

Denis era un joven esbelto de piel tostada y ojos oscuros. Su apariencia exótica le tenía embelesado a Jesse. Solía peinar su cabello azabache hacia atrás, dejando a relucir su frente estrecha, sus cejas arqueadas y su nariz recta. Muy pocas veces solía elevar la curva de sus labios para mostrar una sonrisa, pues no era un muchacho risueño.

—¡Con lo bueno que está! Le podría quitar esa antipatía si se dejara —susurró Jesse.

—Siempre te gustan los peores —Le recordó ella.

—¿Qué le voy a hacer? Lo prohibido me tienta.

—No digas eso en voz alta, no vaya a ser que te tachen de ser el anticristo.

Un peligro para sí mismo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora