Capítulo 40: Mentiras

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“El que dice una mentira no sabe qué tarea ha asumido, porque estará obligado a inventar veinte más para sostener la certeza de esta primera”

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“El que dice una mentira no sabe qué tarea ha asumido, porque estará obligado a inventar veinte más para sostener la certeza de esta primera”.

Viviane corría despavorida por Annavenim, tratando de refugiarse de los ojos curiosos que observaban espectantes su ansiedad y malestar. No sabía si Kaden la seguía detrás, tampoco miró a sus espaldas. Estaba dolida, confusa, atemorizada. En un principio llegó a sospechar de él, cuestionado quién era realmente. Pero con el tiempo afloró un sentimiento muy vivido que le era imposible despegar ni arrojar de su corazón.

Había vivido cosas muy especiales junto a él. El hecho de que se hubiera unido con tanto esmero es descubrir quién mató a Eloy, su primer amor, hizo que se ganara su eterna confianza. Ahora que sabía la verdadera razón, sentía pavor. Aquel hundimiento en su pecho no se iba, se ahogaba con su propia respiración. Le dolía.

Se metió en los baños, tropezó con sus propios zapatos y calló de rodillas. No le importó. Agachó la cabeza y su cabello oscuro impedía que su rostro luciera. Comenzó a llorar en silencio.

Kaden se adentró al lavabo y se arrodilló en el suelo junto a ella. Viviane trató de apartarse de él, pero el varón no la dejó sosteniendo sus muñecas.

—¡Escúchame, por favor! —insistió—. Viviane, por favor. ¡Mírame!

Ella clavó su mirada en su rostro.

—¿Quién eres en realidad? —se atrevió a preguntar, quebrada.

—No te he mentido respecto a lo nuestro, Viviane —aseguró.

—¿Y en qué me has mentido? —Le dio un pequeño empujón, pero Kaden jamás se apartó de ella—. ¿Tienes idea de cómo me siento ahora mismo? ¡Eres un monstruo!

—Tus sentimientos son tan vividos como los míos.

Viviane lo observó, atenta. Él limpió las lágrimas que caían de sus mejillas con su pulgar. La joven se dio cuenta que sus ojos estaban también humedecidos. Sin embargo, sus lágrimas no se resbalaban.

El muchacho se preparó para explicarle todo.

—Eloy me invocó para descubrir su crimen y, sobre todo, para protegerte a ti —declaró—. Sabía que algo malo le pasaría, así que lo preparó todo antes de irse. Me dijo que tomara su cuerpo, que le suplantara a mi uso y semejanza. Él mismo te ha estado trasmitiendo mediante recuerdos lo que hizo. Te estaba avisando, Viviane.

—Dime quién eres —espetó.

Él suspiró.

—Uno de los hijos del Padre Oscuro. Un demonio especializado en la injusticia  —dijo.

—¿Tu verdadero nombre cuál es?

—Kaden. Siempre será Kaden —musitó. Hizo una pausa. Luego prosiguió hablando—. Desconocía que al poseer el cuerpo de Eloy Sadler sus sentimientos me iban a ser traspasados, volviéndose míos propios. Todo lo que él siente y sintió, lo siento yo. Poseo los mismos sentimientos que Eloy. Y no puedo quitármelos ni aunque quisiera. Me pertenecen. Nada ha sido mentira, salvo mi objetivo aquí; no soy un simple alumno.

Un peligro para sí mismo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora