CAPITULO 22.- VIOLETA:

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Llegando a casa subí las escaleras y me tumbé en mi cama para jugar con el game boy.
No hablamos en el camino hacia acá, porque Gabriel no nos agradaba ni a Amber ni a mí.
El chico se despidió rápidamente y se fue. Así estaba bien. Él no tenía motivos para quedarse ya que no estaban Hanna ni Summer. ¡Ja! Y él pensaba que yo no me había dado cuenta de que le agradaban mis dos hermanas.
Dejé el juego a un lado y me puse a imaginarme cosas malas que le podían pasar a Gabriel en el camino.
Mamá solía decirme que no le deseara el mal a nadie. Pero encontré la clave para no guardarme todos los rencores. El truco estaba en imaginar escenarios tan extraños que era imposible que sucedieran.
Cosas como:
"Ojala y una gran combinación de un oso gigante y un tiburón bajé del bosque y se coma a Gabriel con todo y auto"
O podría ser:
"Deseo que salga un arcoíris y de él bajen duendes y en vez de ofrecerle oro le den una paliza y luego se lo lleven a donde no volvamos a verlo"
Si. Algo así.
Suspiré pesadamente y bajé a comer con Amber.
Ella preparó comida solo para nosotras dos, ya que Summer y Ralph habían ido a alguna parte sin nosotras y Hanna aún no llegaba. Lo que más me dolió, es que ninguno de ellos me invitó a su viaje que de seguro era más divertido que estar encerrada en casa.
Ambas comimos y bromeamos sobre cosas bobas. Y luego Amber tuvo que irse a sus clases de violín. La maestra Tessa se ofreció a pasar por ella.
Estaba sola. Completamente sola. Me abracé y subí a mi habitación.
Esto era asqueroso. Si tan solo tuviera las herramientas de jardín que Ralph me había prometido. Pero no, él estaba demasiado ocupado cuidando de sus cosas de padre tiempo y de las estaciones como para fijarse en cosas tan simples como que yo quería un jardín muy bonito. O cuando no quiso hacer nada para salvar mi juego.
A él solo le interesaban mis hermanas.
Dejó que Amber fuera a sus clases.
Deja que Summer salga con Gabriel.
Y deja que Hanna haga lo que le plazca.
Pero a mí me tiene abandonada en la casa y sabe que no soy lo suficientemente valiente como para echarle en cara las cosas.
Pensándolo mejor... Un punto bueno de que Ralph no estuviera en la casa, era que podía jugar en cualquier parte de la casa con el Game Boy y no se daría cuenta.
Hanna lo había rescatado de la oficina de la maestra de arte solo por mí. Aunque después de eso siempre me dejaba sola, como si el juego compensara eso.
Sophie no me dejaba sola nunca, aunque mis hermanas me hicieran a un lado.
Estaba empezando a sentir aversión contra la familia Hernan. Gabriel se lleva a Summer y Melinda a Amber.
Y bueno, nunca me he llevado tan bien con Hanna como para culpar a Dominik porque ella se va. Además él me caía muy bien.
Seguí pulsando botones hasta que mi personaje murió. Arrojé el juego en uno de los sillones y recargué la cabeza en el respaldo de uno, fijando mi vista en la ventana que daba afuera; no estaba la camioneta de Ralph. Y no estaría hasta quien sabe qué horas.
Me sentía tan sola... Y no se supone que la primavera se sienta así. Ni siquiera tenía ganas de salir o correr. Simplemente quería quedarme sentada en el sillón y observar las cosas.
Por primera vez desde que me enteré de la leyenda, deseé ser reclamada antes que mis hermanas.
Cerré los ojos lentamente y me dejé llevar por los sueños.

Yo tenía nueve años. Y Hanna me reprendía por no tener en orden mi cuarto.
—Déjala ya— había dicho Sophie. Era muy extraña la vez que mi madre alzaba la voz.
Hanna selló sus labios y salió de mi habitación.
Me había sentado en la cama y abrazado mis piernas.
— ¿Qué pasa, cariño? —preguntó mamá.
—Hanna piensa que soy un desastre...
Sophie sonrió.
—Lo eres— había dicho con sabiduría—. Sin embargo, hay algo hermoso en los desastres. Y así eres tú. Tus desastres siempre están llenos de bondad y nunca haces daño a nadie con ellos; todos estos desastres nos llevan a ser lo que somos y tú sabes encontrar la belleza en La abracé, después juntas nos pusimos a ordenar mis cosas.

Me estiré sobre el sillón y dejé caer la cabeza.
¿Qué pasó? ¿Dónde estoy?
Abrí los ojos y me encontré con la ventana. El sol se había metido y el cristal ofrecía solo oscuridad.
Fue por eso que pude ver los faros de la camioneta de Ralph.
Miré el juego para ocultarlo, pero luego pensé mejor las cosas.
Si él se daba cuenta de que Hanna había rescatado el juego, la castigaría, y habría otra ronda de gritos. Pero el punto era que Hanna, estando castigada, pasaría la mayor parte del tiempo en casa: Conmigo.
Respiré profundo y dejé el juego en un lugar visible.















Corazón de hieloWhere stories live. Discover now