CAPITULO 32.- HANNA:

217 28 1
                                    

El día en la escuela había apestado, tenía que presentar un examen de historia para acreditar la materia y justificar el hecho de que no había ido a clases. Obviamente no iba a hacerlo, ya que no le caía bien al profesor, así que no tenía caso presentar un examen del que no tenía esperanzas de pasar.
Bufé y me dispuse a esperar a mis hermanas a la salida.
Summer me había dicho que Gabriel quería hablar con ella, una mirada hacia él me bastó para saber que se trataría del tema de los guardianes.
Amber me dijo que ella volvería a casa con su nuevo amigo, el mocoso de ojos verdes. Y que Violeta se había ido a casa temprano, sola. De seguro se entretendría con algo. No pude evitar pensar en algún desastre, cada vez que ella hacia algo sola todo terminaba hecho un caos. Elevé una súplica a cualquiera que quisiera escucharla para que Violeta no hiciera nada estúpido y se fuera directamente a casa.
Tomé el autobús que iba repleto de estudiantes apestosos.
No había visto a Dominik y la verdad sentía que mi día no estaba completo sin él. La sensación que me acompañaba, era como si lo echara de menos. Pero en fin; yo se lo había dicho: Eres mi mejor amigo. No podía esperar nada más ¿O sí? Después de todo yo sería reclamada este invierno, y no podía estar con Dominik de la manera en la que él quería.
Sacudí la cabeza. No tenía tiempo para toda esta mierda sentimental, yo no era así. Las emociones fuertes e incomprensibles estaban fuera de mi alcance. Necesitaba ser fría y calculadora para proteger a mis hermanas. Punto, eso era todo lo que necesitaba.
Bajé del armatoste, cambié de canción en el celular y caminé lo que quedaba para llegar a la vieja cabaña.
Sonaba la canción de It’s on again de Alicia Keys y Kendrick Lamar. No era muy fanática de esa música, pero esa canción me gustaba.
Llegué lo más rápido que pude, me giré para hacerle una mueca al sol. Realmente odiaba todo ese calor. Y abrí la puerta.
Miré todo el desastre alrededor; agua y jabón regados por el suelo. Una botella de plástico vacía a mitad de la sala, eso es… ¿Eso era mi shampoo?
La canción dio final en los audífonos.
Supe a quién buscar con la mirada. De inmediato comprendí quien era la culpable.
Autocontrol, Hanna, autocontrol.
Junte todo el aire que mis pulmones eran capaces de soportar y grité.
— ¡VIOLETA!
Mi hermana se quedó en una pieza. Ella trató de escabullirse, pero ya la había visto.
—Tienes dos minutos para darme una buena explicación— la regañé.
—Estaba solo y lo estaban golpeando y…—empezó a balbucear.
— ¿Qué? —dije realmente molesta.
Y la respuesta bajó por las escaleras. Una bestia peluda. Su pelaje platinado, sus ojos grises y la cola moviéndose de un lugar a otro.
Detrás de él venían seis personas ¡Seis seres humanos y no podían atraparlo!
Lancé mi celular hacia uno de los sillones y corrí detrás de ellos. Lo primordial era detenerlo antes de que causara más destrozos.
—Pagarás por esto más tarde— amenacé a Violeta y me perdí en la entrada a la estancia.
Todos saltaban sobre él, pero fue más rápido y los esquivaba con diversión y la agilidad típica de los animales.
—Quieto— ordené.
El animal me miró y corrió para volver a las escaleras… corrección, el perro se lanzó contra mí. Sus dos patas delanteras se apoyaron sobre mis piernas y provocó que me resbalara a causa del suelo empapado y luego él quedó completamente arriba de mí, pasando su asquerosa lengua por mi cara.
Metí las manos y lo empujé hacia atrás con cuidado.
—Basta— grité.
El cachorro corrió de nuevo y todos pasaron a mí alrededor.
Dominik se detuvo y me ofreció una mano para levantarme, la acepté y le di las gracias.
—Espera— me dijo—. Creo que tienes la cara pegajosa.
—Pagarás por ese mal chiste después— respondí.
Él contuvo una risa y seguimos a los demás.  De pronto todo se quedó muy quieto, pasé por en medio de Amber y Melinda y lo vi.
En la puerta de entrada estaba Ralph, sosteniendo a la bestia entre sus manos.
— ¿Quién va a ser la primera en explicarme? —preguntó mirando a Violeta.
Mi hermana se mordió el labio y empezó a jugar nerviosamente con la orilla de su camiseta.
— ¿Y bien? Estoy esperando… —apuró Ralph.
— ¡Estaba solo y triste!
Él espero pacientemente a que Violeta recompusiera sus nervios y nos explicara todo a los demás. Y cuando llegó a la parte donde lo rescataron, al parecer ahora Dominik ocupaba el sitio del héroe a los ojos de mi hermana. Miré el rostro de mi amigo, junto a su boca se estaba formando un moretón.
Apreté los puños… ¡Esos imbéciles del colegio!
Al fin, Ralph suspiró.
—Si se va a quedar necesitará un nombre— sentenció.
— ¡Espera! ¿Qué? Es un perro sucio de la calle— alegué.
—Es solo un cachorrito— los apoyó Summer.
—N-ni siquiera puede llamársele “cachorrito” de seguro es la mezcla de dos razas diferentes, a esos se les llama chuchos, no “cachorritos”
— ¿Y si lo sometemos a votación? —sugirió Ralph.
— ¡No! —Exclamé—. Cada vez que hacen eso, pierdo yo. En cada “democracia” que se ha llevado a cabo en esta familia, la perdedora soy yo.
— ¿Quién vota por que se quede? —preguntó Ralph, ignorándome.
Todos levantaron la mano. Incluidos Gabriel, Dominik, Melinda y Thomas. Estreché mis ojos contra ellos.
— ¡Ustedes cuatro no tienen voz ni voto aquí! —dije y los apunté con un dedo.
Ellos bajaron las manos rápidamente. La verdad es que no me quedaba mucho que hacer, ya habían ganado y lo sabían.
Respiré profundo.
—Bien, pero yo no me haré cargo de él— dije y me crucé de brazos.
Ralph aplaudió una vez.
—Bien. Yo compraré la comida y Violeta, Amber y Summer pueden dividirse las tareas ¿De acuerdo?
Las tres asintieron.
—Necesitará un nombre— dijo nuestro padre de nuevo.
— ¿Por qué no le ponen Hanna? —Sugirió Thomas—. Su cabello y sus ojos son iguales.
Me giré hacia él, y estreché mis ojos. Lo golpeé con mi dedo índice en el pecho.
—No tientes a la suerte, mocoso.
Todos rieron ante esto. ¡Genial! ¡Ahora era el maldito bufón del pueblo!
Empezaron a discutir por nombres. Iban desde Shakespeare, Mozart, Leah, Zelda…
—Que se llame Silver— dije al fin—. Su cabello es de ese color.
Al parecer les gustó, ya que nadie replicó ante esto.
—Bueno, bueno— dijo Ralph—. Nadie se va de aquí hasta que todo esté completamente limpio.
Hubo resoplidos, y alguna que otra palabra altisonante, pero se quedaron.
Algo en mi pecho se encogía al contemplar a Gabriel y Summer bromeando y jugando a cualquier bobada.
Terminamos de limpiar y Amber, después de tomar un baño, preparó la cena para todos.
No tenía idea de que pudieran comer tanto, y más después de una tarde como esa.
Tomé a Gabriel del brazo y lo separé de la pequeña multitud.
— ¿Se lo dijiste a Summer? —pregunté.
—No, no pude hacerlo ¿Sabías que uno de sus pasatiempos favoritos es hablar? Ni siquiera me dejo decir la palabra guardián.
—Sí, lo sé. Vivo con ella. No quiero que se los digas por separado, deben enterarse las tres juntas.
—Bueno—dijo y se frotó la nuca—. Se los diré, solo dame tiempo ¿Si?
— ¿No has tenido suficiente de él? —repliqué.
—No te enfades conmigo. ¿Dos semanas? ¿Es mucho pedir?
—Tienes una, y ya lo considero demasiado— concluí nuestra conversación con eso.
Gabriel y Melinda se fueron después de la sobremesa.
Y después de una gran charla con Ralph sobre el respeto, los valores y payasadas así, Thomas también se fue. Claro, que antes tuvo que contarle a nuestro padre toda su historia, la familiar, la personal, hasta su más íntimo secreto.
Violeta salió de bañarse y entró Summer. Yo ya había tomado mi turno del baño, justo después de Amber.
Me senté en las escaleras junto a Dominik.
— ¡Vaya día! —Exclamó— ¿Cómo es posible que un pequeño cachorro pueda provocar tanto desastre?
—No lo sé y me duele todo el cuerpo por su culpa.
—A mí solo la cara— comentó.
Levanté la mano y toqué la herida en la orilla de su labio.
—Lamento que te golpearan— dije.
Él tomó mi mano, la bajó y la estrechó entre las suyas.
—Valió la pena. Cada cosa que hago por ustedes vale mucho la pena.
—No te merezco— dije y bajé la mirada al suelo.
—No tienes ni la menor idea de cuan equivocada estas con esas palabras. Soy yo quien no está a tu nivel.
Lo miré sin poder dar crédito de lo que salía de sus labios. No me había dado cuenta de que estábamos sumamente cerca. Nuestras caras separadas por centímetros.
Mirando a través de los ojos del otro.
Un carraspeo nos hizo mirar al frente. Gabriel estaba en la puerta de entrada, sus facciones no reflejaban nada, era como un manto gris, pero sus ojos parecían nublados.
—Melinda olvidó su mochila—explicó—. Volví por ella. No se preocupen, sigan con lo suyo, la buscaré yo solo.
Su tono de voz me hizo ruborizarme ¡Como si hubiera hecho algo malo! Él se la pasó coqueteando con Summer, mi hermana, todo el tiempo.
—Está en la sala— dije con voz monótona.
Él asintió, tomó las cosas y salió de la casa.
—Será mejor que también me marche— dijo Dominik y se puso de pie.
—Gracias por todo— dije y lo acompañé a la puerta.
Nos despedimos como si fuera un día cualquiera.
No le dije cuan contenta estuve de encontrarlo en casa porque no lo vi en todo el día en la escuela. No le expresé como me sentí porque ayudó a Violeta con esos chicos…
Nunca le decía nada. Siempre me quedaba con las palabras. Quería decirle todo lo que debía saber sobre nosotras, sobre los guardianes, sobre las sombras… pero por su propio bien, para poder desligarse de esto algún día, debía saber lo menos posible.
Suspiré, negué con la cabeza y subí a mi habitación. Me cambié con mi pijama de color azul y me senté en la cama.
Tomé la libreta y me dispuse a escribir cuanto había pasado en el día. Duré tanto haciendo esto, que las luces de la casa se apagaron y todos se fueron a dormir.
Pude escuchar a Ralph haciendo su ronda nocturna, para después volver a su habitación y quedarse dormido.
Había adquirido la costumbre de dejar las puertas hacia el ático medio abiertas, solo para poder correr si era necesario, que cuando el perro entró, no quise evitar que anduviera hasta donde yo estaba.
Se sacudió un par de veces y subió a la cama. Justo en mis pies.
—Hola, chucho asqueroso—dije— ¿Sabes? A Sophie le habrías gustado, aunque claro, ella amaría este lugar y todo lo que lo rodea. Era muy curiosa y muy inteligente. También divertida, pero responsable. Te diré algo, y espero que no se lo digas a ninguna de las chicas ¿Lo prometes?
Silver ladeó la cabeza y me miró.
—Parecía un día normal. Era viernes; un estupendo día, de hecho. Volví del colegio temprano ese día. No me podía quitar un mal presentimiento… cuando llegué a casa, todo estaba muy solo y tranquilo ¿Sophie? ¿Mamá? Yo parecía una loca, gritando por ella en todo momento. En ese instante, sentí un estremecimiento subir por mi columna. Mi madre había estado enferma tiempo antes. Había mareos, desmayos, vomito… sí, muchas cosas de esas, perdía peso y su piel era pálida… también estaban las pesadillas de las que nos habló. Ese día, fue cuando vi a una de esas horribles cosas por primera vez. La sombra se abalanzó sobre mí, grité pero nadie me escuchó. Ya no vivíamos en la posada, en ese entonces, estábamos en casa de Ralph, a las afueras de la ciudad. No pude hacer nada más que gritar y llorar como una niña pequeña, yo estaría muerta de no ser por mamá. Es mi culpa que esté muerta, fue mi culpa… si yo hubiera reaccionado, si hubiera sido fuerte… nada le habría pasado, ni a ella ni a mí. Esa cosa la hirió, era una gran herida y sangraba mucho. La abracé y lloré hasta que Ralph llegó a casa… Pero ya era demasiado tarde. Sophie me había dicho sus últimas palabras. Yo debo ser fría, para que nadie se atreva a hacer nada a mis hermanas, es mi deber cuidarlas y protegerlas como no pude hacerlo con mamá.
No aparecieron guardianes, tampoco Ralph estuvo ahí, por eso ahora no me cree, mis hermanas tampoco. Y no quiero que lo hagan, no quiero a ninguna de esas cosas cerca de mi familia.
¿Lo entiendes no es cierto? ¿Me ayudarás a cuidarlas? —pregunté.

Silver ladeó de nuevo su pequeña cabeza gris y comenzó a lamer mis manos, donde las lágrimas habían caído.
—A dormir, perro tonto— dije limpiando mis ojos y recostándome por completo.
El cachorro se acomodó a mi lado, y pronto entré en el mundo de los sueños.
No soñé con perros, tampoco con sombras ni mucho menos estaciones.
Mi mente me llevó a un lugar con un chico de ojos bicolor, que al chasquear dos dedos provocó que el mundo se detuviera por completo.

Corazón de hieloWhere stories live. Discover now