CAPITULO 51.- HANNA:

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Hay cosas que pasan, eventos que no puedes modificar, simplemente no puedes, es como detener el agua con las manos, solo quedan unas cuantas gotas para recordarte aquello que no fuiste capaz de proteger.
Miré hacia el rio, que llevaba agua suficiente para ahogar una persona si esta era lo suficientemente estúpida como para retar a la naturaleza.
Cuando Amber terminó de despedirse… no sé, todos estaban a su alrededor y yo sabía cuan incomoda la hacía sentir eso, así que decidí salir de la casa, además, me estaba asfixiando. Todo me hacía sentir pequeña, ya que no podía hacer nada al respecto.
Mis pies colgaban de la orilla del puente mientras seguía observando el agua correr. Así, simplemente sin preocupaciones… la naturaleza seguía su curso y nosotras también.
Me era imposible no odiar nada de esto. Odiar a las estaciones, las sombras, los guardianes, incluso al padre tiempo… Odiar todo era una salida más fácil que solo preocuparme.
¿Por qué Amber y no yo? ¿Por qué Sophie y no yo? ¡¿Por qué todo el maldito mundo y no yo?!
Grité a la nada, al tiempo que tiraba de mi cabello. Era una reacción algo neurótica pero que importaba, nadie me estaba viendo, y ni siquiera una maldita sombra se atrevería a acercarse al verme de este genio.
El viento llegó con intensidad. No supe de donde venía, solo de todas direcciones ¿Qué estaba pasando? La brisa se sentía diferente, no era como esas ocasiones en las que terminas llena de polvo y suciedad, más bien se sentía cálida, fuerte, apacible.
Las hojas de los árboles fueron arrasadas por el fuerte viento, parecía una especie de remolino de hojas, variando con los colores del otoño, y se detuvo frente a mí unos segundos. La comprensión llegó justo como un cubo de agua helada.
—No— susurré.
Las hojas se marcharon, como un pequeño grupo guiado por… magia.
Me puse de pie lo más rápido que pude, siguiendo al pequeño remolino, mis torpes pies tropezando con las tablas medio podridas del puente. Gruñí de frustración y corrí lo más rápido que pude hasta la casa, incluso pisando algunos charcos. Mis piernas ya estaban llenas de lodo hasta la rodilla para cuando llegué a la puerta, la empujé con todas mis fuerzas, lo que provocó que se estrellara contra la pared de al lado.
Summer y Violeta saltaron justo donde habían estado sentadas.
— ¿Lo sintieron? —pregunté alterada.
— ¿Sentir que? —preguntó Summer.
Negué con la cabeza y corrí escaleras arriba, de seguro mi cara estaba completamente roja debido a la carrera.
Mis hermanas me siguieron, solo para encontrarnos con Ralph en el pasillo.
— ¿Qué sucede? —preguntó preocupado.
— ¡Con un demonio! —Exclamé—. Díganme que no fui la única que sintió eso.
Los tres intercambiaron miradas.
—Como sea— dije— ¿Dónde está Amber?
—Ella dijo que necesitaba espacio, que quería un poco de aire fresco. Tomó su nuevo violín y fue al patio de atrás… —explicó Violeta.
Dejé de escucharla y corrí, tropezando de nuevo en las escaleras, solo que ahora Ralph me ayudó a ponerme de pie. Ellos corriendo detrás de mí, podía sentir sus pies pisándome los talones.
Me detuve en la puerta que daba a la parte trasera de la casa, no recordaba haberla utilizado en toda nuestra estancia aquí.
Ralph me apartó de la puerta y la empujó.
Los cuatro nos detuvimos en seco, habíamos llegado justo a tiempo para ver a la chica deshacerse en el remolino de hojas, llevándose su violín con ella.
No pude evitar pensar que lo último que me quedaría de Amber seria esa pequeña sonrisa y la última nota musical de la canción de cuna de Sophie.
Una nota, que estaba segura jamás desaparecería de mi mente.
Pude escuchar como alguien comenzaba a llorar, alguien más sollozaba y otro contenía la respiración. También había un horrible sonido, ese tipo de ruido estrangulado, como cuando no puedes llorar ni gritar y todo se queda en tu garganta ¿Quién demonios estaba haciendo eso? ¿Por qué interrumpían mi dolor con esa cosa tan abominable?
Me giré para gritarle a cualquiera que estuviese haciendo eso, solo para quedarme pasmada, al darme cuenta de que los sonidos venían de mí.
Mis hermanas tenían los ojos inundados en lágrimas, mientras que Ralph solo insinuaba algún singo de querer romperse en cualquier momento.
Yo debía tomar las riendas de la situación, yo debía decirles que todo estaría bien. Es más, debía tranquilizar todo y luego reclamarles, porque no fueron capaces de sentir una magia de semejante nivel.
Pero no pude hacer nada, mis rodillas me fallaron ¡Malditas traidoras! Y mi mirada se nubló lo suficiente, para darme cuenta de que estaba llorando. Tiré de mi cabello, al tiempo que abrazaba mis piernas contra mi pecho. Y los horribles sonidos se escapaban de mi garganta sin permiso.
Violeta se llevó las manos a la boca para evitar gritar, ya que las paredes y todo a mí alrededor comenzó a cubrirse de hielo, no era algo agresivo como las últimas veces, más bien era tranquilo y trepaba por las paredes… al igual que la tristeza.
Podía ver a Summer y Ralph mover sus labios, ambos tratando de acercarse a mí, pero algo se los impedía. No sé qué es lo que era.
Mi hermana menor era presa del pánico. Aun viendo los ojos de Violeta con tanto miedo, no podía detenerme, no era como si la magia pidiera permiso para salir de mí, simplemente fluía.
¡Basta! ¡Detente! ¡Les harás daño!
Summer colocó sus manos contra la pared de hielo que nos dividía. Ni siquiera me di cuenta de que estaba ahí, se había formado de la nada.
Y lo escuché. Como el viejo piano de la sala crujía a causa de la humedad y el frío. Se estaba rompiendo. Ese pensamiento fue lo único que logró detenerme. Era lo último que teníamos de ella y yo no sería la causante de perder eso también.
Dejé que Summer derritiera todo mi desastre, pero no permití que se acercaran a mí, no quería que nadie me tocara, yo no podía proteger a nadie, ni siquiera de mi misma.
Me dejaron ahí, hecha un pequeño bulto, junto a la puerta trasera de la casa, el lugar donde Amber había desaparecido…
Comencé a golpear mi espalda contra la pared, era una forma de sentir ligero dolor, además, eso me mantendría en este lugar, no podía irme, no podía dejarlas solas. A ninguno de ellos, necesitaba tiempo.
No sé cuánto estuve así, tampoco que era lo que hacían mis hermanas. Ni siquiera me di cuenta cuando llamaron a la puerta o cuando Gabriel llegó a casa, según él, siendo atraído por una fuerza inexplicable… ¡Que le den! Idiota.
—Quiero que lo entiendas— le explicaba Ralph a quien estaba del otro lado de la puerta—. Ella ya no volverá.
— ¿No está? ¿Amber se fue? ¿Sin despedirse? No lo creo— era Thomas quien replicaba.
¿Por qué nadie le decía la maldita verdad? ¿O algo tan cruel para obligarlo a marcharse?
No me di cuenta de que mis pies estaban en movimiento hasta que las hojas secas se rompieron bajo el movimiento de mis pisadas.
Crush, crush, crush. Era lo único que escuchaba.
Llegué a la parte delantera de la casa, solo para encontrar un viejo auto Neón y un chico muy parecido a quien forcejeaba con Ralph por entrar en la casa.
—Necesito verla— decía Thomas.
—Ya vámonos— pidió el otro más joven—. Estás haciendo el ridículo, hermano.
¿Hermanos? Reí, no pude evitarlo, simplemente la risa brotó de mis labios.
¡Así que eran hermanos!
Gabriel estaba ahí, tratando de calmar a Thomas y alejarlo de Ralph, quien solo le impedía la pasada con su cuerpo, tenía la mirada perdida. Violeta y Summer estaban de pie y abrazadas bajo el porche de la casa.
—Lárgate por donde llegaste— me escuché decir.
Sorprendentemente, todos detuvieron lo que hacían y me miraron.
—Amber se fue ¿Es tan difícil de entender para ti? ¿O quieres que lo escriba? Vete, tú y tu hermano no son bienvenidos aquí, nadie lo es— dije con frialdad.
— ¿Qué? —preguntó Thomas con el ceño fruncido. Al tiempo que su hermano se acercó a él.
—Ella se fue— repetí.
—Amber está… ella está… —balbuceó.
— ¿Muerta? —Sugerí—. Si es más fácil para ti comprenderlo de esa forma… si, ella está muerta.
Los ojos del mocoso de dilataron con asombro. Un líquido plateado asomo por el borde de los mismos, estaban llenos de lágrimas. Abrió la boca varias veces, tratando de hablar.
—Ella… ella dijo que estaba bien— dijo al fin.
Sonreí irónicamente.
—Amber quería que te quedaras con la despedida, eso es todo ¿Por qué no vuelves a tu perfecta vida y nos dejas en paz? Después de todo, la razón por la que estás aquí ya no existe— expresé.
— ¿Perfecta vida? —Gritó Thomas— ¡No hables de lo que no conoces!
Summer soltó a Violeta, la menor tenía los ojos bañados en lágrimas y no podía hablar debido a los sollozos.
Mi gemela me fulminó con la mirada.
—Ya basta— me reprendió—. Estás siendo cruel.
— ¿Cruel? ¿Yo?
—Hanna— dijo alguien a mi espalda. Gabriel tenía una mano sobre mi hombro.
Yo conocía ese movimiento. Cada vez que entrenábamos, o cuando pasaba algo para salirme de control, él hacía eso, ponía una mano sobre mi hombro, queriendo controlarme.
Apreté los puños.
—No lo hagas— dije entre dientes.
Al parecer, mi tono no le dijo nada, ya que no quitó su apestosa mano de mí.
—Será mejor que ustedes dos se vayan y no vuelvan— Ralph estaba interviniendo. Apuntó a Thomas y al otro mocoso.
— ¡No! —Gritó Tom—. Yo creo… yo… necesito una explicación.
—No tendrás nada. Elige, puedes irte así o podemos echarte—. Ralph también estaba siendo directo.
Y fue entonces cuando lo noté. El otro chico que acompañaba a Thomas miró a Violeta e hizo un movimiento casi imperceptible con la cabeza al que mi hermana correspondió ¿Qué demonios estaban planeando?
Fulminé a ambos con la mirada.
Un auto se estacionó justo afuera de la casa, al lado del viejo Neón y de la Toyota de Gabriel.
Dominik bajó del Jetta y se quedó pasmado al vernos a todos ahí.
— ¿Qué estás haciendo aquí? —pregunté.
Él no respondió, solo me miró a mí y después la mano que aún seguía sobre mi hombro. Frunció el ceño.
—Yo lo llamé— dijo Ralph.
— ¡Fantástico! —Exclamé y levanté los brazos teatralmente— ¿Por qué no invitamos a Melinda también? ¡Es más! Hagamos una maldita fiesta.
—Hanna, contrólate— susurró Gabriel.
—Suéltame, pedazo de imbécil— espeté y caminé unos pasos alejándome de él. Su mano cayendo de mi hombro.
—No puedo con esto… es demasiado— murmuró Summer, se llevó las manos a la cara y entró en la casa.
Violeta me miró y corrió hacia la parte trasera, justo donde hasta hace unas horas había estado Amber.
—Paul ¿Puedes sacar a tu hermano de aquí? —preguntó Ralph.
Al chico le costó un par de minutos darse cuenta de que lo llamaban, simplemente asintió.
—Vámonos, Tommy— le susurró a su hermano. Tomándolo del brazo lo guío hasta su auto, abrió la puerta para meterlo en el asiento del copiloto. Thomas parecía como un muerto, solo siguiendo los movimientos que su hermano lo obligaba a hacer.
Paul nos miró y por unos segundos parecía que nos diría algo, pero al final solo negó con la cabeza y subió al auto para arrancar e irse.
Me quedé mirando el polvo que levantaron hasta adentrarse en la carretera.
— ¿Qué está pasando? —preguntó al fin Dominik.
— ¿Lo llamaste pero no le dijiste que sucedía? —inquirí a Ralph— ¡Excelente! —Exclamé aplaudiendo—. Realmente excelente.
Mi mentor negó con la cabeza. Su paciencia estaba terminando.
—Hanna, será mejor que te controles— amenazó Gabriel.
No pude evitar sonreír. Yo sabía que les estaba ofreciendo un gran espectáculo y esto era solo el principio.
— ¿O qué? — reté.
Sus ojos azules se convirtieron en témpanos de hielo y sus facciones se apretaron tanto que creí que sangraría.
—No me obligues a hacerlo— pidió con voz fría.
¡Oh, por favor! ¿A quién quería engañar en esa pose? Él no era capaz de detenerme.
No me había dado cuenta de que Ralph ya no estaba. Tal vez iba a sumirse en su tristeza de nuevo. Patético, quise decirle.
Gabriel me tomó de las muñecas, solo para cerciorarse de que no le congelaría la maldita cara.
Todo lo demás sucedió muy rápido. No estuve segura de como el guardián terminó en el suelo, masajeándose la cara.
Dominik abanicaba con su mano en señal de dolor ¿Lo había golpeado?
—Te dijo que no la tocaras— advirtió Dom mientras reprimía una mueca de dolor.
Gabriel no podía creer lo que pasaba. Sus ojos dilatados en señal de sorpresa, aunque todas sus facciones reflejaban eso.
El guardián se puso de rodillas sobre la tierra, levantó la mirada y se encontró con la de Dominik. Gabriel se movió demasiado rápido, apoyando sus pies y saltando para terminar golpeando a mi amigo en el estómago.
Ambos cayeron sobre la húmeda tierra en un mar de golpes. Un puñetazo en la cara de Dominik, un codo en las costillas de Gabriel. Patadas y más patadas, muchos más puñetazos.
Me quedé mirándolos boquiabierta.
¿Por qué Dominik podía seguirle el ritmo en una pelea a un guardián? La gran interrogante.
Sacudí la cabeza para salir del aturdimiento.
— ¡Basta! —Grité— ¡Ya basta! Malditos idiotas. ¡Ya basta!
Ninguno me hizo caso, estaban demasiado enfrascados en su lucha de testosterona.
Esto no se iba a quedar así, me metí a la pelea, sosteniendo al primero que encontré, quien resultó ser Gabriel, lo arrastré del brazo, lejos de Dominik, quien se estaba poniendo de pie.
Ambos tenían sangre en la cara.
—Todo esto es una maldita estupidez, paren ya— exigí.
Al parecer mis palabras no harían ningún efecto, ya que Gabriel me hizo a un lado, sin mucha delicadeza y ambos se quedaron en el suelo golpeándose de nuevo.
¡Malditos idiotas! No me quedaba otra alternativa. Junté todo el aire que podía, mis pulmones a punto de reventar.
— ¡RALPH! —grité.
Y después de lo que pareció una eternidad, el padre tiempo decidió salir.
Los chicos no se dieron cuenta de lo que sucedió. Al siguiente minuto estaban cada uno por su lado, unos metros de distancia.
Summer también decidió salir, quedándose con su novio. Yo fui a donde estaba Dominik. Ralph tomó una respiración profunda.
—Esta familia está pasando por una situación muy difícil— explicó con toda la calma que fue capaz de reunir, aun así se notaba su enfado—. Y será mejor que aprendan a comportarse y no a empeorar las cosas. Gabriel, tus servicios no son requeridos ahora, vuelve a casa y dile a Evan que hablaré con el mas tarde.
Él guardián se irguió completamente y asintió. No dijo nada. Le sangraba el labio y la nariz, además de que su ojo estaba comenzando a inflamarse.
Summer lo miró en busca de respuestas, él simplemente negó con la cabeza, nos dejó atrás y subió a su Toyota para después desaparecer.
—Dominik— dijo Ralph llamando su atención—. Te llamé porque necesitaba hablar contigo de algo importante, creo que aún no es el momento.
Mi amigo asintió un par de veces.
—Lo lamento— murmuró y miró al suelo, completamente arrepentido.
Me di cuenta de que sus anteojos estaban rotos y tirados sobre el suelo, su cabello estaba revuelto, sobre su cien corría un hilillo de sangre y su ojo también se estaba inflamando, además de que le orilla de su labio estaba hinchada. También su ropa estaba llena de tierra.
Ambos se merecían todos y cada uno de los golpes, por comportarse como simios.
Summer y Ralph volvieron a la casa.
—Lo odio— dijo Dominik—. Odio a Gabriel.
—No digas eso— repliqué—. Tú no puedes odiar a nadie, el odio es un sentimiento demasiado horrible y complicado como para que una persona como tú lo sienta. Tú no lo hagas… por favor.
Ambos nos quedamos en silencio. Los ruidos del bosque entre nosotros. Mirándonos y después desviando la vista a otro lugar.

—Me sorprende que no tuvieras un ataque de asma— dije para romper el hielo.
Dominik me fulminó con la mirada.
—Eso te habría librado de muchos problemas— replicó bruscamente.
—No es mi culpa que decidieras revolcarte con Gabriel frente a mi casa— recriminé.
Él soltó una pequeña risa, y luego, al darme cuenta de mis palabras también reí.
—Eso no sonó muy bien—reprochó.
¿Cómo podía reír después de lo que había pasado? Amber ya no estaba más…
— ¿Por qué lo hiciste? —pregunté.
—Él te estaba fastidiando.
—Puedo cuidarme sola— respondí.
— ¡Ya lo sé! ¿Si? Sé que eres perfectamente capaz de cuidarte, pero él… —no terminó la frase y se pasó las manos por el cabello— ¿Crees que no he visto como lo miras?
Me quedé pasmada por el arrebato de ira.
—No sé a qué te refieres— dije.
—No te mientas y no me mientas, por favor. Sé cómo lo haces, es la forma en la que quiero que me mires a mí. Aunque sé que solo seré tu maldito mejor amigo por el resto de mi vida y es algo con lo que puedo vivir porque… porque…
— ¿Por qué? —pregunté.
Respiró profundamente y me miró, sus ojos reflejaban desesperación.
— ¡Porque estoy enamorado de ti! —exclamó.
No sé qué imagen le estaba ofreciendo, pero no me moví.
—He estado enamorado de ti desde el momento en que entraste a ese salón de clases, cuando callaste al maldito profesor, desde que hablamos en la biblioteca. He estado enamorado de ti desde que…
No  terminó la frase. Mi cuerpo actuó solo, mis piernas simplemente se movieron para cortar la distancia que nos separaba. Al principio ambos estábamos sorprendidos, pero cuando mis ojos se cerraron, pude sentir sus cálidos labios contra los míos, incluso el borde inflamado de su boca. No era solo eso, lo inexplicable era la cálida sensación que subía por mi pecho. ¿Esto era besar? No estaba tan mal.
Dominik colocó sus manos a los lados de mi cara, mientras yo ponía las mías sobre sus hombros.
Era como ser todo y nada a la vez.
Abrí los ojos, para encontrarme con un par de iris bicolor observándome. Dominik sonrió.
—Juro que me meteré en una pelea todos los días solo si esta es tu respuesta— susurró.
Retiré las manos rápidamente y retrocedí dos pasos. Esto estaba mal. No podía hacerle esto, no podía creer que lo acababa de besar. Él tenía que irse ya, no podía… no… él no.
Thomas se había ido completamente destrozado por Amber. Y yo no quería que Dominik pasara por algo así.
Negué con la cabeza un par de veces.
— ¿Hanna?− preguntó— ¿Qué está pasando?
—Lo siento— susurré con voz rota, mis ojos al borde de las lágrimas—. De verdad lo siento.
Le di la espalda y corrí a ocultarme en la casa.

Tal vez la casa no era la mejor opción. Ralph y Summer estaban en la sala hablando, cuando entré, ambos se quedaron en silencio.
— ¿Qué pasó? —preguntó Summer.
Negué con la cabeza, siendo incapaz de hablar.
Violeta no estaba por ninguna parte, paseé la mirada por toda la habitación, buscándola.
—Ella necesita algo de espacio— explicó Ralph.
Asentí en respuesta y corrí a mi habitación, tomé el libro que me había dado mamá y me marché de la casa unas horas después, justo cuando el sol se había puesto.
Yo sabía que nadie dormía, ni siquiera Violeta había regresado, Summer estaba en su habitación y Ralph fue a hablar con Evan.
Caminé por la orilla del lago bajo la luz de la luna, para luego correr directamente hacia el bosque. El aire estaba frío. Esa noche era la entrada del otoño. Ese pensamiento me formó un nudo en la garganta.
Me senté en la orilla del puente y abrí el libro:

— ¿Realmente usted piensa que puede haber otros mundos como ése en cualquier parte, así, a la vuelta de la esquina? —preguntó Peter.
—No imagino nada que pueda ser más probable —dijo el Profesor. Se sacó los anteojos y comenzó a limpiarlos mientras murmuraba para sí—: Me pregunto, ¿qué es lo que enseñan en estos colegios?
—Pero ¿qué vamos a hacer nosotros? —preguntó Susan. Ella sentía que la conversación comenzaba a alejarse del problema.
—Mi querida jovencita —dijo el Profesor, mirando repentinamente a ambos niños con una expresión muy penetrante—, hay un plan que nadie ha sugerido todavía y que vale la pena ensayar.
— ¿De qué se trata? —preguntó Susan. 
—Podríamos tratar todos de preocuparnos de nuestros propios asuntos.
Y ese fue el final de la conversación.*
*Nota del autor. Escena pertenece al libro de Las Crónicas de Narnia, el León, la Bruja y el armario.

Las palabras no se quedaban en mi mente, flotaban y se deslizaban a la nada, el hecho de haberlo leído más de cincuenta veces, era lo que me decía por qué parte del libro iba.
Escuché pisadas sobre las hojas secas, después la madera del puente crujir. Era Gabriel, su cara estaba algo inflamada y estaba segura de que bajo su ropa aparecerían algunos moretones en los siguientes días.
Se acercó lentamente a donde estaba sentada. Al parecer, él también vino aquí a refugiarse.
Sería una gran mentira decir que le prestaba atención al libro que descansaba sobre mis manos temblorosas.
—Hey—saludó con toda la naturalidad del mundo al tiempo que se sentaba a mi lado.
Mi única respuesta fue una mirada algo gélida.
—No hagas eso, por favor respóndeme. Entiendo que te lastimé, hice lo que creí que era correcto. Sonríe más, deberías sonreír, antes lo hacías— balbuceó.
No hice absolutamente nada, incluso me permití un resoplido burlón.
—Así que sonreír ¿Quieres que sonría? —inquirí.
Sentí mis labios estirarse en una mueca forzada y a decir verdad, algo sádica. Por su expresión supe que había logrado mi cometido.
—Yo… todo esto… entiendo que te lastimé, pero no tengo la culpa de todo…
— ¿Lastimarme? ¿Qué tú me lastimaste? —Interrumpí sin dejar de mirar al rio—. No, las cosas no estaban en orden, pero tampoco estaban tan mal. Tú, toda esta situación, han hecho más que lastimarme, me están haciendo pedazos. Todo esto, es demasiado, está acabando conmigo poco a poco. No puedes exigirle una sonrisa a algo que está roto y que nunca volverá a ser lo mismo. Justo en el momento en que mi corazón se rompió... reír se volvió un lujo del que me olvidé de disfrutar. Así que si quieres ir a tirar tu mierda a otra parte, me sentiré agradecida—dije con toda la frialdad que fui capaz de reunir.
Su mirada fue de sorpresa. Después de un momento se puso de pie y caminó en dirección contraria.
Estaba mal, no debía desquitarme con Gabriel en cada oportunidad que se me presentara, él no tenía la culpa de todo, pero tampoco me ayudaba mucho el hecho de que siempre estuviera ahí cuando algo malo sucedía.
Tal vez fue el reflejo de la luna en el agua, o quizá vi mal, pero me pareció divisar lágrimas en sus mejillas

Corazón de hieloWhere stories live. Discover now