CAPITULO 46.- SUMMER:

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— ¡Cállense! —ordené a los tres.
Porque incluso a Ralph le estaba constando trabajo mantenerse callado, Amber y Violeta hacían cosas para hacerlo reír y que perdiera la concentración. Esto debía estar listo para antes de que llegara Hanna a casa. Todos queríamos ver su cara de sorpresa, si es que en realidad tenía una.
Esa mañana, las cuatro fuimos a la academia, media hora después, Ralph nos esperaba en la entrada para ir por el regalo de Hanna. Todo había sido idea de Violeta.
Fuimos hasta la tienda de antigüedades de la madre de Thomas, conseguimos el viejo sillón, al verlo supe porque mis hermanas estaban tan emocionadas, de verdad era perfecto para Hanna.
Ahora, ya casi era tiempo de que ella llegara.
Nunca me imaginé que un sillón pudiera ser tan pesado, entre los cuatro estábamos tratando de subirlo por las escaleras. Todo sería más fácil si Amber y Violeta no hicieran reír a Ralph. Ya iban como cuatro veces que se nos caía y bajaba la distancia que habíamos ganado.
— ¡Ya basta, los tres! —regañé. Si Hanna no estaba, la estricta debía ser yo.
Violeta me hizo una reverencia como respuesta y Ralph rio aún más.
—Compórtate como un adulto maduro y responsable— pedí.
—Ya, está bien— dijo Ralph y rio aún más cuando Amber me arremedó con las manos. En ese momento, Silver llegó corriendo y se subió al sofá.
—Esto no es por mí— dije, ya sin poder contener la risa. El sofá volvió a caerse y Silver saltó hacia Violeta.
Los cuatro nos sentamos sobre los escalones.
—Esto no va a funcionar así— dijo Amber.
— ¿Por qué nos estamos riendo de todo? —pregunté.
—Porque… desde mamá no habíamos hecho algo así por Hanna.
— ¿Cuál creen que será su reacción? —preguntó Violeta.
—Quisiera tomar una fotografía de ese momento— dijo Ralph.
Al  final, en medio de chistes y más caídas, logramos meter el sofá en el ático. Se veía muy bien bajo la luz de la ventana, justo al lado de los libros.
Los cuatro admirábamos nuestro trabajo cuando la puerta de entrada sonó.
—Rápido— susurró Ralph—. Dejen todo como estaba.
Todos nos movimos rápido y salimos del cuarto, pero era demasiado tarde, Hanna ya estaba en las escaleras que daban al ático.
Frunció el ceño.
— ¿Qué están haciendo? ¿Y en mi habitación? —preguntó un poco molesta.
—Hola— la saludó Violeta con una gran sonrisa.
—Nada de hola ¿Qué hacían?
—Nada— respondimos los cuatro.
Hanna nos miró de una forma poco amable y utilizando su mochila de escudo nos empujó a los lados.
—Más les vale que todo esté en orden, porque si… —no terminó su amenaza.
Todos nos quedamos detrás de ella. Quería correr al frente para mirar su cara.
— ¿Te gusta? —preguntó Amber.
— ¿Por qué? —interrogó Hanna.
—Oh, sí claro, de nada— dije.
Mi hermana sacudió la cabeza.
—Gracias… pero ¿Por qué?
—Todo fue idea de Violeta— explicó Ralph—. Ella lo vio en una tienda de antigüedades y le agradó para ti, después nos organizó para ir a comprarlo.
—Es fantástico. Solo que ahora… fuera de mi habitación— pidió.
Todos pusimos los ojos en blanco, pero le dimos su espacio. 
Amber entró a la cocina para hacer la comida, Ralph dijo que tenía algo importante que hacer. así que se fue, Violeta se tiró en la alfombra de la sala y empezó a jugar a algo en su celular.
Poco tiempo después, Hanna se nos unió.
—Yo no me esperaba algo así. Es perfecto— murmuró.
Supe que eso sería lo más parecido a un agradecimiento que tendríamos.
—Vamos a comer— dijo Amber.
—Comí en la escuela, no te preocupes. Además— dijo Hanna con una sonrisa—. Tengo un sillón que estrenar.
Subió las escaleras y nos dejó solas.
Como Hanna estaba ocupada y Ralph había salido, decidimos comer frente a la televisión.
Violeta puso un canal donde solo pasaban esas caricaturas japonesas que tanto le gustaban. Acabamos de comer y ella sacó su celular para seguir jugando.
—O juegas con eso, o ves la televisión. No ambas— la regañé.
Ella puso los ojos en blanco, tomó el control remoto y me lo lanzó. Minutos después, Amber y yo mirábamos la serie de Juego de Tronos, mientras que Violeta seguía enviciada.
— ¿Qué estás jugando? —pregunté.
—Paul instaló el juego de plantas vs zombies en mi celular— explicó sin dejar de jugar.
De todo lo que dijo, solo algo llamó mi atención.
— ¿Quién es Paul?
—El hermano de Thomas— respondió como si eso fuera lo más obvio del mundo.
Miré a Amber en busca de respuestas, ya que Violeta no me las daría, al menos no mientras estuviera perdida en esa cosa.
Mi hermana suspiró y se dispuso a contarme, como hace dos días habían ido a casa de Thomas, y todo lo que ocurrió, que así fue como habían visto el sofá, y no en un paseo escolar, como le hicieron creer a Ralph. Me dio gusto el hecho de que Amber arreglara las cosas con Tom, era un buen chico y me gustaba verla feliz. Me explicó como Violeta y Paul se llevaban más o menos bien, mientras hablaran sobre caricaturas, juegos o quejas de la escuela, todo iba bien. Por lo demás, solo discutían y eran groseros el uno con el otro.
Seguimos viendo la televisión, hasta que Violeta se hartó de su juego y lo dejó a un lado.
Miré el reloj de la sala y me di cuenta de que llegaría tarde a mi ensayo de teatro.
—Tengo que irme— anuncié y fui a mi habitación para alistar un cambio de ropa.
Le envié un texto a Gabriel, para pedirle de favor que pasara por mí y así llegar a tiempo. Él estuvo puntual en la casa.
— ¿A dónde vas? —preguntó Hanna desde el pie de las escaleras.
—A mi ensayo— respondí.
— ¿Con quién?
—Basta del interrogatorio.
Ella se encogió de hombros y bajó hasta la cocina.
Gabriel llamó a la puerta. La abrí, dedicándole una gran sonrisa que él correspondió y dejándolo pasar.
—Me faltan algunas cosas, espera aquí— pedí.
Miré a Hanna, recargada en la puerta de la cocina mientras mordía una manzana, ella miraba a Gabriel de una manera en la que haría sentir escalofríos a cualquiera.
Subí a mi recamara y recogí algunas ultimas cosas. Me entretuve exactamente siete minutos. Bajé de nuevo, Amber y Violeta seguían donde mismo, mientras que Gabriel y Hanna hablaban en voz baja.
—Estoy lista— comenté.
Ambos me miraron. Gabriel se veía preocupado y Hanna enojada… muy, pero muy enojada.
— ¿Qué sucede? —pregunté.
—Que tu novio te lo diga—replicó Hanna y nos dio la espalda.
—No importa— dijo Gabriel.
Mi hermana resopló.
—Lárgate— le gruñó Hanna—. Necesito hablar con Summer, espérala afuera.
— ¡No puedes tratarlo así! —exclamé.
Gabriel no hizo caso de mi defensa y salió de la casa, algo lo tenía perturbado.
— ¿Cuál es tu problema? —reclamé.
— ¡ÉL ES MI MALDITO PROBLEMA! —gritó.
Amber y Violeta giraron para estar atentas a la pelea.
—No me grites— exigí—. A diario me dices que solo los estúpidos gritan, así que deja de hacerlo.
Hanna me fulminó con la mirada, después tomó una respiración profunda.
—Ten cuidado ¿Si? —dijo al fin.
—A diario me lo dicen, he tenido cuidado de las sombras desde que supe que estaban aquí.
—No me refiero a esas cosas— respondió.
— ¿Entonces?
—Puede que Gabriel sea un guardián, pero…
— ¿Gabriel? —Alegué—. Él no me lastimaría.
Hanna se mordió el labio.
—Prométeme que no saldrás herida y dejaré de decirte este tipo de cosas.
—No soy una niña pequeña— repliqué.
— ¡Entonces deja de comportarte como una! —exclamó.
—Adiós, Hanna— dije y azoté la puerta de la casa al salir.
Subí a la vieja Toyota de Gabriel, el auto ya estaba encendido, así que solo condujo hacia la carretera.
— ¿Estás bien? —preguntó.
—No.
—Oh, entonces no hablaré.
Reí, no sé porque, no hubo nada de gracioso en eso. Solo hubo la necesidad de reír.
—Hablar es lo que debes hacer justo ahora ¿Qué hiciste para que Hanna se enfadara tanto?
—Dije la verdad.
— ¿Qué verdad? —quise saber.
—Que ella y yo somos amigos, que nunca hubo nada más.
— ¿Tu... sabías que ella sentía algo por ti? —pregunté.
— ¿Y tú? —contraatacó.
—Pensé que te consideraba atractivo, pero a diario se refería a ti como si fueras un idiota.
—Tal vez es porque lo soy— dijo y apretó el volante. Sus nudillos resaltados.
Guardé silencio el resto del viaje. Y al parecer, él tampoco tenía mucho que decir.
Yo creía que Hanna pasaba tiempo con él por todo ese asunto de los guardianes, porque ella quería hacerse más fuerte, nunca pensé que habría otra emoción. Solo ahora estaba claro.
Gabriel me gustó desde la primera vez que lo vi, luego ese sentimiento fue creciendo hasta convertirse en lo que es ahora. Pero no estaba dispuesta a pasar por encima de alguien más, en especial si ese alguien era mi propia hermana.

Una vez que llegamos a la academia, bajé del auto.
—No tienes idea de nada— dije una vez abajo—. Solo eres… un imbécil. Terminé de hablar y azoté la puerta.
Era la segunda puerta a la que le hacía eso durante el día. No debía desquitarme con las cosas.
Sentí las lágrimas resbalar por mis mejillas, un nudo horrible en mi garganta.
Llegué al área de teatro y me metí por completo en el papel que iba a interpretar. Sophie solía decirlo, lo mejor del teatro era que los actores podían dejar de ser ellos mismos, para transformarse en el personaje. Así era como lograba sobrevivir algunas veces, así funciona esto, yo fingía ser alguien más, y así pasaban los sentimientos a segundo término.
Valeria se dio cuenta de que algo me pasaba, pero no hizo comentario alguno, al contrario, apuró a todos para comenzar a ensayar cuanto antes.
Durante el descanso, me di cuenta de que había sacado bastantes de mis sentimientos mientras actuaba, tanto que ahora ya no me costaba tanto respirar.
— ¿Lista para el fin de semana? —preguntó Logan.
—Completamente ¿Y tú?
—No me quejo— respondió.
Se suponía que la obra seria al final del verano, pero por razones académicas, se había adelantado una semana, así que solo nos quedaban cinco días más para ensayar y que todo estuviera perfecto.
Llamé a Ralph para que me recogiera. Él llegó y me preguntó por qué no estaba igual de parlanchina que de costumbre. Me excusé diciendo que estaba cansada, él me creyó.
Llegamos a casa y corrí a mi cuarto. No quería encontrarme con Hanna, no después de saber lo que le había hecho, no después de todo lo que grité.
Ya era tarde, cuando alguien llamó a la puerta.
— ¿Puedo pasar? —preguntó Hanna asomando la cabeza.
—Adelante— concedí.
Ella entró y se sentó a los pies de mi cama, Silver venía con ella y él subió a la cama conmigo.
—Lamento lo de hoy en la tarde— me apresuré a decir.
—No vine a buscarte por eso—respondió—. Ya sucedió.
—Sophie solía decir eso.
—Lo sé.
—Hanna… yo…
—Él te eligió— dijo interrumpiéndome—. Y no puedo decir que estaba enamorada de él, o lo que sea, no estoy muy familiarizada con ese tipo de sentimientos. Sé que me comporté grosera, pero si vuelves a traerlo a casa, asegúrate de que yo no esté, igual, cuando yo esté en alguna otra parte, no lo lleves ahí. Es por eso que vine a verte, no podré estar en tu obra. No quiero estar en el mismo lugar que él ¿Comprendes?
—Lo llamé imbécil. Hoy, cuando me dejó.
—Se lo merecía.
Reí y ella me hizo coro.
— ¿Hermanas de nuevo? —pregunté.
Hanna asintió.
—Amigas— corrigió.
Hablamos de todo y de nada esa noche, hasta que Hanna se fue a su propio cuarto, con Silver pisándole los talones.
Esa noche dormí, como hace mucho tiempo no lo hacía. Estaba demasiado cansada por todas las emociones de esas veinticuatro horas.

—Bien, chicos, reúnanse— pidió Valeria.
Todos dejamos de hacer lo que hacíamos y fuimos a donde estaba.
—Hoy es el gran día— exclamó.
Todos nos estábamos poniendo los disfraces y el maquillaje.
—Estoy muy emocionada. Será una excelente despedida ¿No lo creen? Despediremos al verano y a la preparatoria al mismo tiempo. Concéntrense y den lo mejor de todo.
Todos coreamos un sí y volvimos a lo nuestro. Habían pasado cinco días desde la discusión y reconciliación con Hanna, también de que llamé a Gabriel imbécil.
Él volvió a buscarme y a hablar. No fue fácil perdonarlo… digo ¿Cuántas veces aceptaré y perdonaré al mismo idiota? Sentí como si estuviera tropezando con la misma piedra dos veces, aun así no me importaba, ya que estaba enamorada, no era suficiente excusa, lo sé… pero era él, siempre había sido él. Y la forma en la que Hanna lo estaba llevando, no parecía tan mala, simplemente actuaba como si Gabriel no existiera.
Entre el público estaban Ralph y Gabriel, Amber y Violeta llegarían más tarde, ya que según ellas, tenían algo muy importante que hacer, no quisieron decirme que era y eso nos preocupó, tanto a Hanna como a mí, Ralph les dijo que no se tardaran mucho. Él se quedó tranquilo, ya que estarían con Thomas, Paul y Melinda.
Miré hacia el escenario, más de la mitad del pueblo estaba ahí.
Moví la mano para saludar a Gabriel y Ralph, ambos me sonrieron y desearon suerte.
Papá me había dicho, antes de que empezáramos a alistarnos que Sophie estaría orgullosa de mí, eso me hizo llorar, luego pensé que a mamá no le gustaría verme triste.
Caminé hacia donde estaban mis compañeros cuando un horrible dolor me atravesó el pecho.
— ¡Summer! —exclamó Logan.
Todo se volvió un alboroto total, voces, gritos y movimientos por todas partes. Todo tenía ese borde de color gris, que te indica que estas a punto de perder la conciencia. El chico que hacia el papel principal me sostenía para evitar que cayera, mientras que Valeria gritaba instrucciones a todos.
—Está muy pálida— comentó alguien.
—No… no puedo… respirar— susurré.
Logan me ayudó a sentarme sobre el suelo, la conciencia iba y venía, solo recogiendo trazos de lo que sucedía.
—Aléjense— ordenó una voz.
— ¿Ralph? —pregunté.
Abrí los ojos y traté de enfocar la vista en él. Gabriel estaba a su lado, él se inclinó y me llevó en brazos.
— ¿Qué está pasando? —preguntó Valeria.
—Es privado— respondió Ralph de forma grosera.
— ¿En serio? ¿Está enferma? ¿Por qué no dijo nada? —exigió la líder del teatro.
—Summer tiene que ir a casa. A- H- O- R- A.
Nadie discutió con él.


Corazón de hieloWhere stories live. Discover now