CAPITULO 54.- VIOLETA:

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— ¿Sabes? Es grosero no mirar a la gente mientras habla— me quejé a la vez que cruzaba los brazos.
Thomas suspiró por milésima vez y siguió mirando al frente. Ya habíamos intentado de todo, y él seguía comportándose así, como si nada le importara. Paul nos decía que en su casa era lo mismo, ya no obedecía, que incluso hizo llorar a Sebastián por algo muy tonto, que Thomas se enfadó y le gritó a su hermano pequeño que se largara y lo dejara en paz. Ya ni siquiera los gemelos lo buscaban para jugar.
—Ya déjalo—replicó Paul—. Está siendo el señor amargado, hizo lo mismo cuando papá se fue.
El hermano mayor no dejó de mirar al frente. Miré a Melinda en busca de apoyo, pero solo se encogió de hombros. Thomas estaba solo siempre, asistía a la academia porque no quería quedarse en casa y luego volvía a casa porque no quería quedarse en clases. Eso era raro y no tenía sentido.
Me enfadé con él, por no tomarse siquiera la molestia de mirarme. Me puse de pie y coloqué los brazos en forma de jarra.
— ¿Sabes algo? No vas a solucionar las cosas de esta manera, eres la persona más patética que he conocido. Incluso Amber trataría de patearte el trasero por actuar así.
Eso llamó su atención, ya que levantó la vista. Había ojeras bajo sus ojos y lucía pálido, como si no hubiera dormido durante mucho tiempo.
—No sabes nada— espetó.
—Sé mucho más que tu— contraataqué.
Paul presintió la pelea, así que me tomó del brazo y me arrastró lejos del grupo.
—Sé incluso más que él— dije cuando estuvimos solos.
—Eso no importa. Ambos se están comportando como niños pequeños—me regañó.

Y eso fue hace algunos días, antes de lo de Ralph.
Hanna huyó, ella nunca huía de nada, siempre le hacía frente a todas las situaciones, pero ahora… ahora solo fue Silver quien estuvo para mí. Ya que Summer se encerró en su habitación.
Estaba en el sillón de la sala, con Silver lloriqueando a un lado, el cachorro sabía que algo sucedió, pero no tenía idea de que, era como si olfateara la tristeza en la casa, que a decir verdad, no hacían falta sus súper desarrollados sentidos caninos ya que los sentimientos malos eran casi palpables.
Podía sentir la frustración, el odio, la tristeza, la amargura… todo eso. No me sorprendería que una nueva sombra apareciera justo ahora.
Estaba tratando de recordar los momentos felices, pero ninguno llegaba a mi mente, fue cuando me di cuenta de que después de lo de Amber, nada era bueno ni feliz, solamente estaba en piloto automático y peleaba con las personas. Thomas y Hanna incluidos, además de unos cuantos profesores y compañeros de la academia. Ralph solía decir que tenía problemas con mi personalidad sobresaliente. Suspiré y Silver me lamió la cara para llamar la atención.
—Ahora no quiero jugar— murmuré y el perro dejó de intentar.
La puerta de entrada sonó y entró Hanna.  Claro, solo a ella se le ocurría llegar cuando ya todo había pasado, cuando Evan nos dio la orden de no salir de la casa y que Gabriel vigilara los alrededores. Algo me indicaba que el hombre estaba furioso porque su hijo lo había golpeado, pero se controlaba de una manera espeluznante.
Melinda no dijo nada, miraba a su padre con esa mezcla de miedo y pena, como si nunca hubiera sabido lo que él le hacía a su hermano, lo que Hanna había gritado, que Evan lo golpeaba.
Ralph nunca me golpeó, por mucho que lo mereciera, ni él ni Sophie habían levantado un solo dedo contra nosotras.
— ¿Dónde está Summer? —preguntó Hanna.
Le gruñí en respuesta y miré al frente.
—Violeta— me llamó una voz masculina, era Dominik.
¡Bravo! Quise gritarle a mi hermana. ¡Tú te vas a refugiarte y nos dejas aquí solas! ¿Y la egoísta soy yo?
En vez de hacer un berrinche, los ignoré.
—No cometas el error de creer que soy una persona tolerante— me amenazó Hanna.
No estaba de mal humor, yo sabía cuándo ella estaba enojada, y no era nada agradable… ahora no parecía enfadada, más bien feliz, pero triste al mismo tiempo. Y ahora tenía ese porte que nos indicaba que tomaría las riendas de la situación y que volvería a ser esa persona fuerte que siempre tomaba las decisiones difíciles.
Me estremecí un poco ante su tono, pero no dije nada.
Silver saltó desde donde estaba para llegar a los pies de Hanna y comenzar a lloriquear para que ella le hiciera caso.
Mi hermana acarició su cabeza distraídamente, luego Silver caminó hacia las escaleras y ladró para que Hanna lo siguiera. Ella me regaló una mirada y luego otra a Dominik, se mordió el labio.
—Ve— dijo Dom—. Yo me hago cargo.
Hanna asintió y siguió a Silver, quien la guiaría hasta Summer ¡Perro traidor!
Dominik se sentó a mi lado en el sillón.
— ¿Cómo estás? —preguntó estúpidamente. Él podía ser muy inteligente para muchas cosas, pero para la interacción con personas era muy malo.
Le regalé una mirada para decirle que era tonto lo que preguntaba.
—Tus padres están muertos, así que supongo que sabes la respuesta a esa pregunta— espeté.
Normalmente no sacaría a flote un tema tan doloroso para él, pero no estaba de humor para nada, Ralph se había ido, mi único defensor y protector.
—Eso fue un golpe bajo— replicó.
Mis ojos se llenaron de lágrimas, y no pude evitar que un sollozo se escapara de mi garganta.
— ¿Qué voy a hacer ahora?− lloriqueé.
Dominik me envolvió en un abrazo, yo recargué mi cabeza en su hombro.
—Shhh— susurró—. Sé cómo se siente, así que llora todo lo que quieras.
—Primero Sophie, luego Amber, y ahora Ralph ¿Qué es lo que haremos?
—Por suerte para ti, no es tu trabajo preocuparte por eso— dijo Hanna.
Summer estaba con ella. Ambas tenían los ojos rojos e hinchados, un indicativo de que estuvieron llorando.
Mis hermanas se nos unieron, y Hanna respiró profundo.
—Hay algo importante que debemos hablar. Tenemos que solucionar algunas cosas, como que Violeta debe seguir en la academia, actuar como si nada hubiera pasado, ya que no queremos a los de servicios familiares aquí. En lo que a la historia respecta, Ralph está de viaje y volverá pronto, estaremos bajo el resguardo de la familia Hernan por lo pronto y eso será todo. Yo me iré en invierno, Summer en verano y tú esperarás algunos años para irte.
— ¿Cómo puedes hablar así? —me quejé.
—Alguien tiene que encargarse de todo— contestó.
Cerré la boca, no quería responderle algo y luego que ella me contestara con algo más grosero. Ahora no estaba Ralph para defenderme.
—No le diremos a nadie lo que sucedió— continúo mi hermana.
— ¿Y qué pasa con el padre tiempo? —interrumpió Summer.
Hanna medio sonrió y asintió en dirección a Dominik. Él nos miró, como si ofreciera una disculpa y se llevó la mano al interior de su chaqueta, donde tiró de una cadena y de su mano colgaba el viejo reloj de bolsillo.
Tardé solo unos segundos en reconocerlo.
— ¡Eso no es tuyo! —grité y me abalancé sobre él. Debía quitárselo, no era de Dominik, era de Ralph, siempre había sido de él.
Hanna enredó sus manos en mi cintura para detenerme de atacar a Dom. Summer se interpuso entre él y yo.
— ¡Devuélvelo! —exigí.
— ¿A quién se lo devolverá, genio? —respingó Hanna.
Dominik puso la mano en el hombro de Summer, para pedirle que se quitara del camino, él extendió el reloj para mí, Hanna no me había soltado. Estiré mi mano y tomé el reloj de su mano, o al menos creo que eso hice.

Ya no estábamos en la sala. No, ni siquiera en la misma casa.
Había un paisaje verde, digno de un verano cálido y fuerte.
Dos jóvenes reían y bromeaban sobre cualquier cosa, parecían felices. Me costó un poco de trabajo darme cuenta de que eran Ralph y Evan, unos años antes.
Ambos se quedaron callados, Ralph miraba al cielo con aire divertido, mientras que Evan fruncía el ceño.
—Pelea conmigo— dijo Evan de pronto.
— ¿Qué? —preguntó Ralph frunciendo el ceño.
—Ya me escuchaste, pelea conmigo. Mi padre no tiene qué enterarse, seremos tu y yo, como antes.
—No voy a pelear contigo— replicó Ralph— Eres mi hermano, además….
— ¿Además qué? —presionó el otro, estaba molesto.
—Además, ya no estamos en igualdad de circunstancias— respondió y miró al suelo.
—Porque tú eres el maldito padre tiempo, y yo no soy nada.
—No puedes decir eso, tienes una familia fantástica. Unos padres que te aman y darían todo por ti. Yo solo tengo un viejo reloj de bolsillo.
—Y toda la maldita fortuna de Kevin.
— ¿Es eso lo que te molesta? Cambiaria cada maldito centavo por tener una familia igual a la tuya— dijo Ralph molesto.
Evan se puso de pie y escupió en dirección a Ralph.

El panorama cambió de nuevo, ahora era algo más conocido. Un lago sucio con patos nadando en la superficie. Cuatro niñas y una mujer.
Volvimos a ver a Ralph, unos años más viejo. Él miró a Sophie, solo que no se acercó, ya que una mujer con cuatro niñas debía estar esperando por su esposo, así que simplemente las siguió, para saber si se encontrarían con alguien. Él vio como la mujer cuidaba de las niñas y reía con ellas, luego la más pequeña se separó del grupo y cayó al lago. Él no lo pensó dos veces y corrió para lanzarse al agua.
Al salir del lugar con la niña en brazos, fue que se dio cuenta de que la madre también había saltado, así que Ralph volvió a entrar. Cuando salió, la mujer no estaba respirando y él puso en práctica sus conocimientos de primeros auxilios. Todo iba bien hasta que yo comencé a gritar que se estaba comiendo a Sophie. Hanna lo golpeó en la cara con una vara que había encontrado.
Si no hubiera sido por mi estupidez al caminar al agua, ellos no se habrían conocido.

La visión cambió de nuevo y nos mostró al Ralph que dejamos partir a un viaje la mañana anterior. Él y Evan estaban subiendo por una montaña, la más alejada del pueblo.
Es cuando la gran interrogante llega a mí ¿Por qué si iban a cazar sombras, no llevaban a un guardián con ellos?
Ambos llegaron a un claro. Ralph miraba en todas las direcciones, mientras que Evan se quedaba muy tranquilo a su espalda. Nuestro padre pensaba que su amigo lo cubriría de cualquier ataque, confiaba en él.
— ¿Estás seguro de que iban en esta dirección? No he sentido su presencia— dijo Ralph.
—Pelea conmigo— respondió Evan.
— ¿Qué?
—Ya me escuchaste, pelea. Saca tu maldito reloj y detén el tiempo.
—Estás loco y has olvidado tu propósito. Tu padre solía decirlo, siempre fuiste de débil voluntad.
— ¡Cállate! —gritó Evan.
— ¿Tienes miedo de escuchar la verdad? ¿De cómo yo si pude lograr ser feliz y tú te quedaste a cosechar odio y rencor? ¿Crees que no me doy cuenta? Miras a tu hijo como si se tratara de un objeto más que puedes controlar y manipular a tu antojo. Kevin me lo contó antes de darme el reloj, él dijo que tú lo pediste, querías ser el padre tiempo. Hay demasiadas cosas de las que debes desprenderte para serlo, y no me refiero a tu familia, me refiero a tu egoísmo y cobardía.
Evan ya no soportó seguir escuchando, ya que se lanzó contra Ralph. Ambos cayeron al suelo en un mar de golpes, Evan trataba de golpearlo y Ralph lo detenía y esquivaba.
Al fin, Ralph detuvo a Evan contra el suelo.
— ¿Era lo que planeabas? ¿Atacarme y quitarme el reloj? Eres patético. ¿Creíste que confiaba en ti como hace muchos años lo hacía? Ya no. No vendría sin tener un plan de respaldo. El reloj ya no está conmigo.
— ¡¿Cómo?! —Gruñó Evan—. Maldito, eres un maldito.
—Ya hay un sucesor, y ese no eres tú— aseguró Ralph con una sonrisa y dejó ir a su antiguo amigo.
Nuestro padre se giró al tiempo que el papá de Gabriel rompía a reír. Ralph lo miró como si estuviera loco, pero no estaba tan inmerso en el hombre, él pudo sentir el cambio alrededor. Como el cielo se cubría con nubes negras de tormenta. Un aviso, una advertencia de Amber, fue demasiado tarde. Las sombras ya estaban ahí.
—Una trampa—dijo Evan, aún seguía riendo.
No podía contar a estas, se fundían unas con otras, con el frio y la desolación. Podía sentir el miedo de Ralph, pero él no retrocedió.
—Fuiste directamente a la boca del lobo— ladró Evan. Sangre salió de su boca.
— ¿Qué fue lo que hiciste? —preguntó Ralph.
—Lo que debí haber hecho hace muchos años.
—Fuiste tú, siempre… todo lo hiciste tú, incluso Sophie— susurró el padre tiempo.
—No debías tener ataduras terrenales, aun así… pudiste tener la familia que siempre habías querido ¡No! Debía haber algo que yo pudiera tener y tú no.
Ralph tenía los puños apretados.
—Sophie, la maldita mujer. La odiaba, así como odié a todas y cada una de las que se hacen llamar tus hijas. Lo único que me ha impedido acabar con ellas, es el hecho de las estaciones. Pero el llegar a un trato con las sombras… eso fue lo mejor que pude haber hecho, y solo necesito un poco de sangre para manejarlas— continúo Evan—. Si para obtener lo que quiero, debo romper el equilibrio, que así sea. Que mueran las chicas, no me importa.
—Los guardianes las protegerán— respondió Ralph.
Evan soltó una sonora carcajada.
—Gabriel no hará nada que yo le prohíba hacer. Es un títere en mis manos.
Ralph sonrió y apoyó una rodilla en el suelo en busca de soporte. Las sombras robaban su energía poco a poco.
—Creo que no conoces a tus hijos tan bien como deberías. Gabriel es valiente y fuerte en formas que no conoces. Hará su deber, sin importar lo demás. Y Melinda, esa niña… lo supe en cuanto la vi, la magia antigua la acompaña y nadie podrá impedir lo que viene. Mis hijas están en buenas manos, ya es tiempo de dejar todo en la siguiente generación.
— ¡Pura mierda! —rugió Evan al tiempo que las sombras se acercaban más al padre tiempo.
—Piensa lo que quieras. Cuando estés hundido dentro de tu propia miseria, me recordarás.
Las sombras terminaron de cubrirlo. Pronto solo hubo oscuridad y miedo. Esas cosas llevándose todo lo bueno que conocíamos de Ralph.
No quería seguir mirando, así que cubrí mis ojos, de pronto llegó paz y tranquilidad, así que decidí abrirlos de nuevo.
Quería entrar a la escena y ayudarlo de alguna forma, poder decirle cuanto lo quería, pero no se podía hacer eso, porque algo dentro de mí gritaba que era imposible.
Ralph se puso de pie y sacó un arma de una funda que llevaba en el pantalón. Lo que disparaban esas cosas no se parecía en nada a las balas de las películas que veía, al contrario, parecían disparar luz pura.
— ¿De dónde las sacaste? —preguntó Evan, completamente absorto y sorprendido.
—Un regalo pequeño regalo de tu padre ¿Crees que el resplandor es lo único que existe para acabar con ellas? Estás muy equivocado, tal vez por eso la magia no te eligió— respondió. Aun estando débil, tenía tiempo para hacer sentir a Evan de esa forma.
Ralph disparó varias veces más, llevándose a muchas sombras con él. Quería gritar, decirle que siguiera, que no se detuviera ya que las tres lo esperábamos en casa.
Esas cosas llegaban más y más, pero el padre tiempo acababa con ellas, pese a su cansancio, pese a todo, él seguía peleando.
Podía ver como Ralph luchaba por ponerse de pie, la oscuridad no cedía, eran demasiadas para él.
De pronto él se detuvo de seguir disparando, frente a él estaba de pie una mujer hermosa, de cabello negro y piel blanca. Llevaba una sonrisa sobre su rostro. Ralph se acercó a ella, su boca abriéndose y cerrándose, en busca de las palabras que no podía encontrar.
Y tan rápido como mamá había aparecido desapareció, siendo tragada por la oscuridad.
—Sophie… —fue lo último que pude escuchar de papá.

El panorama volvió a cambiar. Ahora estaba de vuelta en la sala de la casa, donde había atacado a Dominik por lo del reloj.
Y supe, que gracias al contacto que aún había, todos pudimos tener la misma visión.
— ¿Q-Que fue eso? —preguntó Summer después de un momento.
Dominik se pasó la mano por el cabello un par de veces.
—Él me lo explicó. Ralph dijo, dijo que había memorias, que el reloj me explicaría todo lo que necesitaba saber. No sabía que podía ser tan explícito…
—No quiero volver a ver nada así— susurré—. Sophie estaba ahí…
—No era mamá—espetó Hanna—. Son esas cosas que se burlan de nuestros sentimientos. La próxima vez que veamos a Sophie, o incluso a Ralph… tendremos que matarlos.
— ¿Qué? —Pregunté—. Son nuestra familia.
—Eran nuestra familia— corrigió Summer, quien parecía entender todo mejor que yo.
—Comprende, Violeta— me dijo Dominik y se inclinó para quedar a mi altura—. Son ellos o nosotros. Las sombras no perdonan, no conocen los buenos sentimientos. Es por tu bien y el de tus hermanas.
—Hablas igual que Ralph— murmuré.
—Lo tomaré como un cumplido.
—No pude haberte hecho uno mejor— respondí.
Ambos asentimos y él se puso de pie. No me había dado cuenta de que estaba llorando, hasta que Hanna me limpió la mejilla con su mano pálida.
—Te prometo que no dejaré que nada les pase. Haré desaparecer estas cosas antes de ser reclamada— ella también lloraba. Era raro verla llorar.
Me limpié la nariz con la mano.
—Promete que tú estarás bien, que te cuidarás como nos cuidas a nosotras.
—Lo prometo.

Pasaron los segundos, los minutos, las horas… pasaba tanto tiempo. Llegó la noche, y no queríamos separarnos. Dominik dijo que tenía que irse, ya que sus padres volverían pronto. Me sorprendió ver que él y Hanna se despedían dándose un beso en los labios.
Summer y yo intercambiamos una mirada ante esto.
Gabriel llegó tiempo después y dijo que no quería dejarnos solas tanto tiempo, que las sombras rondaban el lugar. Le dije que se fuera y Summer me regañó.
—Así que hay un nuevo padre tiempo— dije.
—Somos las nuevas estaciones, hay nuevos guardianes, y si, estará otro padre tiempo— respondió Summer.
—Tiene sentido, pero Ralph no tenía porque…
—Está fuera de nuestro control— me interrumpió Hanna.
Me quedé mirando al frente, solo porque no quería responderle. Al parecer ambas estaban preocupadas por mí, ya que en cuanto Gabriel se fue, Summer se puso a decirme cosas como: todo va a estar bien. Cuando se cansó, encendió la televisión.
—Apaga eso— dije—. Hace ruido inútil.
—Pero esta Heidi— replicó Summer— ¿Segura que no quieres verla?
Evité poner los ojos en blanco.
—Hace siglos que no veo esa cosa.
Giré al sentir una mirada sobre mí.
— ¿Qué? —pregunté a Hanna, para que dejara de mirarme.
Ella medio sonrió.
—Estás madurando— respondió.
—Solo no quiero ver un anime para niñas— me quejé.
—Olvídalo, no me refería a eso.

Así fue el resto de la tarde, hasta que finalmente me quedé dormida. No soñé con vitrales, tampoco con el padre tiempo ni sus memorias, no hubo sueños, por primera vez estaba durmiendo y mi mente no brillaba con una nueva idea.
Abrí los ojos cuando me di cuenta de que Summer susurraba mi nombre.
—Despierta, tienes que ir a clases. Todo debe ser normal ¿Recuerdas? Gabriel pasará por ti en una hora, él y Melinda.
Solté un quejido, aun así me levanté. Junté mi ropa y entré en el baño, justo al momento de saberme sola, fue que me dejé caer contra la pared de la ducha y lloré. No creo haberlo hecho de esa manera nunca, llorar para sacar todo lo que estaba dentro, las lágrimas confundiéndose con el agua.
— ¿Por qué? —susurré una y otra vez.
Pensé que ya había pasado mucho tiempo, así que terminé y me alisté, dedicándoles a mis hermanas una sonrisa. La primavera era hiperactiva y divertida, ya no quería que me vieran triste, ya no, nunca más. A partir de ahora, me mostraría feliz para ellas, ya que tenían demasiadas cosas por las cuales preocuparse y yo no quería ser una más.


— ¡Violeta! —exclamó Laia.
—Hola— respondí sonriendo. Esto sería más difícil de lo que me imaginaba ¿Cómo podía sonreír cuando me sentía hecha pedazos?
— ¡Atención a sus pinturas! —ordenó la maestra de arte.
Me quedé mirando el blanco inmaculado del papel ¿Cómo podía comenzar? Sabía que mi tema eran las cuatro estaciones, no sabía cómo plantearlas.
—No has avanzado nada— me reprendió la profesora.
—No— respondí.
— ¿Por qué…?
Suspiré profundo.
—No sé cómo empezar— confesé.
Ella medio sonrió y se inclinó para quedar a mi altura.
— ¿Qué es lo que más quieres? —preguntó.
Me quedé pasmada ¿Estaba siendo amable? ¿Conmigo?
— ¿Cómo? —contesté.
—Si— me tomó por los hombros— ¿Qué es eso que más quieres? ¿Lo que tu alma anhela? Los grandes artistas logran plasmar su alma en el lienzo, pintando lo que más aman, lo que más desean en este mundo. Tienes un tema y el talento necesario, te falta saber lo que quieres ¿Qué es? Respóndete y plásmalo.
La mujer me soltó y se marchó a ver las demás pinturas. Era la primera vez que se comportaba así, pensaba que estaba amargada.
¿Qué es lo que más quiero?
Ella tenía su cubículo lleno de pequeños cuadros y dibujos de bebes. Sabía lo que ella quería, un hijo, y era algo que no podía tener, al menos no de ella misma.
¿Qué es lo que más quiero?
La campaña sonó, anunciando el final de la clase. Recogí mis cosas y me dirigí a la salida, vi a la profesora que estaba absorta mirando por la ventana.
— ¿Disculpe? —pregunté.
Ella se giró.
— ¿Qué pasa? —su tono desdeñoso había vuelto.
Negué con la cabeza y me acerqué lo más que pude, colocando mi mano sobre su estómago. Fue más fácil que en otras ocasiones, imaginarla como el viejo retoño caído y verla resurgir, igual que un ave fénix de las cenizas. Ella estaba sola y amargada, ya no tenía qué ser así. La primavera daba segundas oportunidades ¿Acaso no se trataba de eso? Decidí que el tiempo que me quedaba en este lugar, haría lo posible por hacer felices a las personas.
—Gracias por lo de la pintura— respondí.
Ella me miró muy raro, y con una sonrisa salí del salón de clases.
— ¿Por qué tardaste tanto? —preguntó Paul.
—No importa— contesté.
—Vámonos— dijo.
—No, debemos esperar a Laia.
— ¿A quién?
—De seguro ya se fue— dijo Melinda quien llegaba a donde estábamos.
Ella me dedicó una mirada de disculpas y juntos caminamos a la cafetería. Ahí estaba Laia, llamándonos con un ademan de la mano.
Paul estaba hablando sin parar sobre el nuevo anime que estaba viendo, casi no le prestaba atención, ya que no podía hacerlo, no podía pensar en ninguna otra cosa. ¿Qué es lo que más quiero?
— ¿Estás escuchando? —preguntó el chico.
—Es obvio que no— respondió Melinda—. A nadie le importa de lo que estás hablando.
—No te pregunté a ti— replicó Paul.
— ¿Qué es lo que más quiero? —pregunté en voz alta.
Laia me miró y sonrió.
— ¿No es algo que deberías responderte tú misma? —dijo.
—Supongo que si—me mordí el labio— ¿Qué es lo que más quieres tú?
Laia negó con la cabeza.
—Lo que yo quiera no importa, ya no.
Terminamos el almuerzo y las siguientes clases. Gabriel llegó por Melinda y por mí a la salida de la academia.
— ¿Qué es lo que más quieres? —le preguntó Mel a su hermano.
El chico frunció el ceño.
— ¿Por qué lo preguntas? —respondió. Parecía más serio y centrado que en otros días.
No pude evitar un escalofrió al saberme encerrada en el mismo vehículo con los hijos del hombre que había traicionado a papá, pero ellos no tenían la culpa de nada, ni siquiera lo sabían. Hanna me dijo que tuviera paciencia, que ella y Dominik solucionarían las cosas.
—Porque sí. Solo responde.
Gabriel sonrió.
—Quiero muchas cosas.
— ¿Principalmente?
—Poder decidir cuál de todas quiero más— respondió zanjando el tema.
Me dejaron en casa, fui a la parte de atrás e instalé el caballete y la mesa con las pinturas y pinceles. ¿Qué es lo que más quiero? Mi mano se quedó suspendida a unos centímetros del lienzo, sin saber cómo empezar.
¿Cuánto tiempo había pasado aquí?
— ¿Qué pintarás? —preguntó Summer.
— ¿Qué es lo que más quieres? —interrogué.
—Es fácil. Quiero no alejarme de ustedes, lo que más quiero, es una oportunidad para que estemos juntas siempre.
—Eso es imposible.
—Sí, pero es lo que quiero, es un sueño lindo ¿No?
—Sí, lo es— acepté.
Summer entró de nuevo en la casa… aun no sabía que pintar.
Lo que más quiero, aquello que mi corazón más anhela.
Escuché las voces mucho antes de que llamaran a la puerta. Tres golpes seguidos y corrí a abrir.
Thomas y Paul estaban ahí.
—No quiero hacer esto—chilló Tom.
—Me importa una mierda— dijo Paul.
—Hola— saludé a los dos.
Thomas relajó los hombros al ver que era yo, como si esperara que Hanna abriera la puerta.
Ambos me saludaron.
— ¿Qué hacen aquí? —pregunté.
—Thomas tiene que disculparse contigo— explicó Paul.
— ¿Por qué?
—Por comportarme como un idiota, por eso— respondió Thomas.
—No tienes que disculparte por nada— dije—. Yo también he sido mala contigo. Pasen.
Ambos me siguieron a la parte de atrás de la casa, donde esperaban mis instrumentos de arte, aquellos que ahora resultaban ajenos en mis manos, ya que no podía centrarme en nada. Sabía mi tema y también tenía el talento, la maestra lo dijo, pero… ¿Qué quiero?
Los hermanos se sentaron sobre el suelo de madera y yo me columpié sobre la barandilla. Nos quedamos en silencio, había tanto, que cuando las rocas comenzaron a sonar con las pisadas de alguien, todo se escuchó muy fuerte.
Melinda llegó a donde estábamos ¿Quién había citado a todos a una maldita reunión en mi casa?
—Hola—saludó.
— ¿Qué haces aquí? —pregunté.
Mi amiga se encogió de hombros.
—No quería dejarte sola mucho tiempo— respondió.
— ¿Dónde están tus hermanas? —preguntó Paul.
—En alguna parte— contesté.
— ¿Y Ralph? —dijo Thomas.
Sentí el nudo en la garganta… no llores, no llores.
—Está de viaje— intervino Melinda.
Se lo agradecí con una mirada.

— ¿Qué es lo que más quieren? —pregunté después de unos minutos.
Thomas bajó la mirada al suelo.
—Creo que conoces la respuesta— respondió.
— ¿Qué pasaría si tuvieras la oportunidad de estar con ella de nuevo? —seguí.
Él levantó la vista.
—Estás siendo mala— dijo.
—No ¿Qué harías? —insistí.
Frunció el ceño y no respondió.
—Estuviste practicando una canción— le dijo Paul a su hermano— ¿No es eso lo que harías?
—No es de tu incumbencia— espetó Thomas.
—Quiero escucharla. Por favor, ayúdame— supliqué, no me había dado cuenta de que mi mano estaba sobre el hombro de Tom—. Necesito que me ayudes.
Todo se quedó en silencio. Y la magia hizo su efecto, mi mirada en la de él. Nada se le niega a la primavera.
—Bien— aceptó sin retirar la mirada—. Iré por la maldita guitarra.
—Está en el auto— dijo Paul con una sonrisa.
— ¿Q-que? ¿La trajiste? —reprochó su hermano.
—Nunca se sabe— aseguró el menor encogiéndose de hombros.
Thomas se fue y volvió unos minutos más tarde acompañado de su guitarra.
—No… —arrugó la nariz—. No soy muy bueno.
Nadie respondió. Thomas se sentó sobre uno de los escalones, apoyó la guitarra sobre su pierna y comenzó con unas cuantas notas erróneas, pero luego todo fluyó. Me pregunté si estaría pensando en Amber.
Merrily we fall out of line
Out of line
I'd fall anywhere with you I'm by your side
Swinging in the rain
Humming melodies
Were not going anywhere until we freeze
I'm not afraid anymore
I'm not afraid
Forever is a long time
But I wouldn't mind spending it by your side
Carefully were placed for our destiny
You came and you took this heart and set it free
Every word you write or sing is so warm to me
So warm to me I'm torn
I'm torn to be
Right where you are
I'm not afraid anymore
I'm not afraid
Forever is a long time
But I wouldn't mind spending it by your side
Tell me everyday I'd get to wake up to that smile
I wouldnt mind it at all
I wouldnt mind it at all
You so know me
Pinch me gently
I can hardly breathe
Forever is a long time
But I wouldn't mind spending it by your side
Tell me everyday I'd get to wake up to that smile
I wouldnt mind it at all
I wouldnt mind it at all*

* I wouldnt mind it at all- He is We

Me di cuenta de algo mientras la canción sonaba. Tom nos mintió, era muy bueno en esto, dejaba ver sus sentimientos… su alma, como Sophie solía decirlo.
Charlamos de las cosas divertidas, de todo aquello que estando sola no podía recordar, de Amber, de los buenos momentos que pasamos juntos, también del día de la broma, de como Ana y sus clones quedaron cubiertas de materia asquerosa.
Reí como nunca lo había hecho, pero no era felicidad pura, también había tristeza, sin embargo, estaba algo lejos, parecía intangible, no palpable. ¿Así se sentía realmente? ¿Ser feliz sin que lo demás importe?
Respiré profundamente, sintiendo que mi pecho dejaba de doler.
Ellos se fueron cuando Hanna y Summer volvieron a casa.
Estaba de nuevo en la sala. Llegamos a un acuerdo en el que, hasta el momento de ser reclamadas, pasaríamos el mayor tiempo unidas, eso incluía dormir las tres juntas.
Summer preparaba la cena y Hanna no dejaba de observarme.
—Luces diferente— dijo.
—Igual que tú ¿Cuándo nos ibas a decir lo de Dominik?
Frunció el ceño.
— ¿Qué es el padre tiempo?
—No, que es tu novio— repliqué.
Hanna sonrió.
—Las cosas se dieron.
—Siempre es así.
—Summer dijo que estuviste preguntando cosas raras— dijo.
—Sí, lo hice. Y, es que, no sé qué es lo que quiero.
— ¿Por qué lo quieres saber ahora? —preguntó.
—Porque debo hacer una pintura.
— ¿Debes o quieres? Tú nunca haces las cosas porque debas hacerlas, las conviertes en lo que quieres y así te resulta divertido.
—Suenas como mamá.
—Summer también dijo que tus amigos vinieron a casa.
—Summer tiene que aprender a mantener la boca cerrada— respingué.
Hanna sonrió un poco.
— ¿Qué es lo que tu más quieres? —pregunté.
Mi hermana suspiró.
—Ya tengo lo que más quiero, aquello que tanto deseaba, siempre estuvo frente a mí, no lo supe hasta que Amber se fue. Ahora solo quiero conservarlo el mayor tiempo posible.
Sueño con un lugar donde podamos estar juntas, donde no importan las estaciones, ni el padre tiempo, donde simplemente podamos ser nosotras mismas, sin una tonta leyenda que nos defina y rija nuestro destino. Ese lugar puede existir, por lo menos en mi mente, eso es lo que más deseo—. Hanna terminó de hablar, me revolvió el cabello y se fue a ayudar a Summer.
Ya no le preguntaría a nadie nada. Podía sonreír para todos y ser feliz a pesar de todo. Porque ya sabía que era lo que quería.
Me levanté del sofá y corrí a donde puse el caballete y las pinturas.
Las líneas simplemente comenzaron a aparecer solas sobre el lienzo, mis manos hacían lo que mi mente ya tenía claro, plasmaban aquello que más deseaba.
Los colores combinándose, aquellos que le asigné a cada una de las personas que quería. Hanna era blanca, rodeada de un aura de color verde claro. Summer seria roja, pero ese rojo fuego que puede quemar si lo miras fijamente. Amber, mi querida Amber, ella tendría los colores del otoño, del atardecer, de la música. Ralph tendría el color gris, pero no el gris normal, si no ese con el que se cubría el cielo antes de cada tormenta, ese color tan fuerte y al mismo tiempo frágil. Mis amigos estaban ahí; Melinda, Dominik, Thomas, Paul, también Gabriel, aunque no me agradara mucho.
La puerta de la casa se abrió y Summer asomó su cabeza para advertirme que estaba manchando todo el suelo con pintura.
No le presté atención y seguí con mi trabajo. Los colores, los dibujos y las sensaciones. Todo lo que Sophie me había enseñado, lo que Ralph había inculcado en todas y cada una de nosotras. Las estaciones reflejadas en cuatro hermanas que jugaban en la playa durante un atardecer. Ellas, acompañadas de sus padres que iban tomados de las manos, Sophie atrapada en la media vuelta de un baile con Ralph, con música imaginaria de fondo. También las personas que eran importantes para ellas están ahí. Paul conmigo, Hanna y Dominik, Summer y Gabriel, Amber y Thomas… incluso Silver, Laia y Melinda, todo entremezclándose.
Y por primera vez, al mirar un trabajo mío, pude experimentar la misma sensación que con los vitrales.

Corazón de hieloOnde as histórias ganham vida. Descobre agora