CAPITULO 36.- SUMMER:

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Terminó el ensayo del día.
— ¿Vendrás? —me preguntó Valeria.
— ¿A qué cosa? —pregunté mientras me quitaba restos del maquillaje del ensayo.
— ¡Fiesta nocturna! —Exclamó—. Vamos, Summer, tienes que venir, nunca sales con nosotros.
—Trataré de ir, lo prometo.
—Bien dicho, nena— dijo y movió sus caderas.
Valeria era una de esas chicas con una actitud positiva, siempre llamándome con sobrenombres como: nena, bebé, linda, corazón… así nos llamaba a todos.
Los del club de teatro eran todos unos locos sin remedio.
Salí del lugar y caminé hacia la salida. Aun podía llamar a Ralph para que viniera por mí al colegio, después de todo, el sol estaba por ocultarse.
Habían pasado dos semanas desde la cita de Amber. Y ella pasaba mucho tiempo con Thomas, lo cual era divertido, cuando ella volvía, siempre se ruborizaba y la fastidiábamos con eso.
Violeta y Melinda se habían hecho inseparables, incluso Mel le ayudó a mi hermana a cuidar de su jardín, el cual se ubicaba en la parte delantera de nuestra casa. También habían sembrado árboles frutales en la parte de atrás.
Y Hanna, no sabía dónde se metía Hanna, la mayor parte del tiempo estaba ausente.
Y por lo que hablé con Dominik, ya casi no pasaba tiempo con él, incluso el chico parecía molesto por esa razón.
Por mi parte, pasaba mis ratos en el club de teatro, o extrañando a Gabriel. O las dos cosas al mismo tiempo.
Faltaban unos días para que el verano llegara a la mitad, justo cuando hace mucho más calor. Alguien tocó mi cabeza y me giré rápidamente.
—Siempre vas distraída. Y no te das cuenta cuando te siguen, incluso grité tu nombre— dijo Dominik.
—Hola— saludé.
— ¿Vas a tu casa? —preguntó.
Asentí.
—Saluda a tus hermanas de mi parte— dijo y frunció el ceño.
— ¿A las tres? —pregunté.
—A las dos, la verdad no creo que Hanna quiera saber de mí— dijo y sonrió tristemente.
—Ella no quiere saber de nadie últimamente— refunfuñé—. Ni siquiera sé dónde se mete.
—Como sea— comentó—. Tengo que irme.
Dominik se veía realmente triste. Él estaba solo antes de conocernos, y ahora que Hanna decidió cortar lazos con él, bueno, parecía triste, casi deprimido.
Tendría una seria conversación con mi hermana después, pero ahora…
— ¿Dom? —Lo llamé—. Hoy en la noche hay una fiesta, es para los del club de teatro, pero no quiero ir sola ¿Vendrías conmigo?
Él frunció el ceño.
—Te lo agradezco, pero las fiestas y yo no nos llevamos bien.
— ¡Vamos! —Lo animé—. Será divertido.
—Bien, pero solo un rato—aceptó— ¿Quieres que pase por ti o…?
—Me encantaría.
—Está bien ¿A las ocho?
—Perfecto— respondí.
Nos despedimos, él subió a su auto y se alejó de la entrada.
También invitaría a Hanna a la fiesta, aunque el solo pensamiento me hacía sentir histérica.
Caminé unos metros más, saqué el celular y marqué el número de Ralph. Sonó varias veces, pero nunca contestó.
Resoplé y miré al cielo. Debí haberle pedido a Dominik que me llevara.
— ¿El verano está perdido? —preguntaron a mi espalda.
Solo una persona me llamaba así. Giré y lo miré.
—El verano está molesto— respondí.
— ¡Wow! Creí que solo tu hermana era capaz de hablar con ese tono.
Estreché mis ojos contra él y seguí mi camino.
— ¿Puedo llevarte por lo menos? —preguntó.
Miré su vieja troca y luego el camino oscuro por el que tendría que ir.
—No hablaré contigo— dije, aceptando su ofrecimiento.
Gabriel sonrió y abrió la puerta para que subiera. La cabina se sintió muy estrecha, aun así me las arreglé para permanecer pegada a mi puerta, del otro lado del chico.
— ¿Estás molesta conmigo? —preguntó.
— ¿Qué clase de persona promete una cita y luego no hace nada? En lo que a mí respecta, eso solo lo hace una mala persona.
Gabriel miró al frente con el ceño fruncido.
—Lo lamento, he estado ocupado.
— ¡Si! Yo también tengo cosas que hacer, aun así tengo tiempo para mis hermanas y mis amigos— reclamé.
—Tienes razón, pero… —negó con la cabeza, pensando sus siguientes palabras, las que definirían si me bajaría o no del auto en movimiento.
—Sin excusas— dije.
— ¿Aún sigue en pie la cita?
—Hoy hay una fiesta—comenté—. Puedes venir, será cerca de la escuela.
Llegamos a casa. Gabriel aparcó la Toyota en el frente.
—Hoy no puedo— respondió.
Abrí la manija y bajé del auto.
—Es tu ultima oportunidad— mi tonó de voz despreocupado.
Eso era toda la verdad, esta era su última oportunidad para la cita, yo no volvería a aceptar la próxima vez que se le ocurriera hacer una promesa que no intentaba cumplir.
—Tengo que verme con Hanna— sentenció.
Sentí ese efecto de rechazo subir por mi pecho.
—Entonces ya no me busques— respondí y azoté la puerta de su auto.
Anduve hasta entrar en la casa, dejando al chico completamente atónito en la cabina.
Violeta y Melinda estaban en la sala comiendo palomitas y mirando televisión.
De seguro Amber salió con Thomas.
Hanna estaba al pie de las escaleras, vestida con la ropa con la que normalmente entrenaba, lista para salir.
Le regalé una mirada de enojo y subí a alistarme a mi habitación. Ralph tampoco estaba, y si así era, no le pediría permiso, me iría a la fiesta, así de fácil.
Era la primera vez que me comportaba como lo que realmente era. Nunca, en toda mi adolescencia le había hecho una escena digna de drama a nadie, y eso que los adolescentes eran dramáticos.
Me di un baño rápido, busqué la falda de color negro que me llegaba unos cinco centímetros por arriba de la rodilla, la blusa de color rojo con tres botones al frente y las sandalias negras de tacón alto.
Hice rizos en mi cabello y utilicé un poco de maquillaje.  Estaba lista, incluso al verme en el espejo, me enorgullecí de mi trabajo.
El reloj dio las ocho y bajé las escaleras. Violeta soltó un silbido por lo bajo al verme.
— ¿A dónde vas? —preguntó Hanna.
—No te importa— respondí.
Ella se hizo a un lado, con una mueca de disgusto en sus facciones. Alguien llamó a la puerta y me apresuré a abrir. Dominik llevaba puesta una camisa de cuadros negros y grises, un pantalón de mezclilla muy oscura y sus converse de color negro. Su cabello estaba alborotado, como de costumbre y no llevaba puestos sus anteojos, tenía los lentes de contacto.
— ¿A dónde van? —preguntó Violeta.
—Dile a Ralph que nos invitaron a una fiesta. Volveré a las doce— dije en voz alta para que Hanna escuchara.
Ella nos barrió con la mirada a los dos.
—Que se diviertan— dijo con voz fría.
Cerré la puerta de la casa en su nariz y bajé los escalones.
—Te ves muy bien— me dijo Dominik.
—Gracias, tu tampoco estas mal.
—Hanna está molesta.
—No me interesa. Se ha estado comportando grosera y cortante con todos, se lo merece.
Dominik levantó las manos en señal de defensa.
—Te estas comportando algo explosiva.
—Lo siento— dije—. Es que quiero que esta noche sea fantástica.
—Espero que así sea, de lo contrario vas a explotar y a matarnos a todos. Igual que Carrie— bromeó.
Yo conocía ese libro, y esa película. Puse los ojos en blanco y subí al auto.
—Iba a invitarla ¿Sabes? —Comenté después de un momento—. Iba a pedirle a Hanna que viniera, pero ella ya tenía sus planes con Gabriel.
—Te gusta Gabriel— dijo.
—Si— respondí aunque no era una pregunta—. Y a ti te gusta Hanna.
—Es más que obvio.
— ¿Y? ¿Por qué no se lo dices?
Dominik sonrió.
—Cada vez que logro acercarme, cada vez que parece que algo sucederá… ella, simplemente me aleja, pero después vuelve e iniciamos de cero. Solo que ahora no ha vuelto, intento buscarla pero me evade o se comporta grosera. ¿Sabes? El otro día incluso fue… cruel. Se tomó la molestia de recordarme a mis padres muertos. Ya casi es cuatro de agosto, ese día es el aniversario… y ella, Hanna, simplemente me dijo que no los visitara, que los muertos no necesitan que los siga. ¡Como si yo hubiese sido así con Sophie! —estalló.
—Lo lamento mucho…
—No importa, no debí gritarte, es solo que…
Toqué su brazo para que supiera que lo entendía.
—No lo dijo en serio—expliqué—. Hanna hace ese tipo de cosas cuando siente que se está involucrando sentimentalmente. Es… bueno…
El chico respiró profundo.
—Entiendo. Pero también tengo amor propio y algo de autoestima ¿Sabes? No voy a estar ahí siempre para que me esté pisoteando— Dominik se veía enfadado con Hanna.
—Prometo que hablaré con ella.
—No, no quiero que lo hagas, quiero que acepte que está mal lo que hace, tiene que hacer las cosas por si misma ¿Comprendes?
—Completamente, pero no es fácil hacerla entrar en razón.
Estacionó el auto y nos bajamos. Anduvimos los dos en silencio hasta encontrarnos con Valeria y otros del club.
— ¡Hey Suuuuummer! —canturreó la líder. Su aliento apestaba a alcohol— ¿Qué pasa?− dijo y se le colgó a Dominik del cuello— ¡Vamos! ¡Esto es una fiesta! Quiten esas caras largas.
Y para respaldarla, la música comenzó. Hizo vibrar el edificio completo.
— ¡A bailaaaaar! —gritó Valeria.
Todos la seguimos al centro del lugar. Había personas que no eran de la escuela, supe que eran universitarios, porque se veían más grandes que la mayoría.
Las personas se movían al ritmo de la música, yo hacía lo mismo, Valeria, en algún momento de la noche puso un vaso en mi mano. No sabía que tenía, pero su sabor era dulce.
—Ten cuidado con eso— me dijo Dominik—. No quiero tener problemas con Ralph.
—No me contendré— bromeé.
Seguimos adaptándonos al ritmo, bebiendo más de esa cosa, hasta que todo empezó a verse borroso. Tropecé un par de veces.
—Suficiente de esto para ti— dijo Dom mientras me quitaba el vaso de la mano.
No me quejé, ni le pedí que me lo devolviera. No quería sentirme mal ni meternos en un problema con Ralph.
Las personas comenzaron a formar un círculo, donde algunos muy buenos bailarines pasaban al centro y hacían una demostración en público de su talento.
Muchos diferentes tipos de baile.
— ¡Quiero intentarlo! —gritó Valeria. La chica estaba tan ebria que me sorprendía que aún se mantuviera de pie.
Pasó al centro del círculo y obviamente hizo el ridículo mientras se caía frente a todos. Empujé a unos cuantos y pasé al centro para sacarla de ahí. Dominik la sostuvo para que no cayera de nuevo.
Uno de los universitarios empezó a reírse de mi amiga.
— ¿Cuál es tu maldito problema? —grité en su cara.
El chico dio un paso hacia atrás.
— ¿Serás la siguiente? —preguntó.
Miré a Dominik, él asintió un par de veces, para darme ánimos. Las personas empezaron a gritar cuando no salí del centro de la pista improvisada.
— ¡Elige una canción, cariño! —se burló el chico.
—Pon lo que quieras— reté.
Teníamos la completa atención de la fiesta. A través de las bocinas comenzó a sonar “Don't stop the music”
Mi cuerpo vibraba con cada nota musical. Moviéndome al ritmo de la música, poniendo en práctica todos los pasos que había aprendido a lo largo de mi vida, incluso los últimos que había aprendido de Valeria en los ensayos.
El verano era el centro de atención. Era cálido, y fuerte.
La música llegó a su fin. Sentía la respiración agitada y una capa de sudor se adhería a mi piel. Las personas gritaban, algunos mi nombre y otros hacían sonidos al azar.
Salí de la pista y me uní a mis amigos.
—Impresionante— comentó Logan. Un compañero del club.
Algunos estuvieron de acuerdo.  Valeria había quedado inconsciente. Dominik la subió a su auto, ya que la fiesta terminó, me despedí de todos.
Llevamos a la líder y después él me dejó en la entrada de mi casa.
Todas las luces estaban encendidas. Y se escuchaba ruido hasta donde estábamos.
—Hay problemas— dije sin pensar.
— ¿Quieres que me vaya? O podría…
—No, está bien, vete. De seguro no es nada.
Dominik asintió y subió a su auto. No esperé a que se fuera y entré en la casa.
Amber se mantenía aparte de la pelea, estaba sentada sobre los escalones.
Hanna y Ralph intercambiaban una ronda de gritos.
Y Violeta tenía los ojos llorosos, y en sus manos descansaba ese tonto juego de color azul.

Corazón de hieloWhere stories live. Discover now