CAPITULO 41.- SUMMER:

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Las tres nos quedamos muy calladas cuando Amber volvió y nos explicó lo que había estado haciendo.
Ella tenía razón, debíamos esperar a Ralph.
Les di la espalda y me senté frente a la chimenea, viendo el fuego crepitar lentamente. Se estaba apagando.
—Iré a buscar leña— se excusó Hanna y salió de la casa.
No le presté atención.
—Odio esto— dije al fin.
—No, yo lo odio— respondió Amber.
—Yo no odio nada, y soy la que casi se congela— comentó Violeta.
Las tres suspiramos. La puerta de entrada se abrió, y por ella pasó Ralph, se estaba quitando su chamarra que estaba mojada.
—Está haciendo tanto frío que se me congela el… —nos miró y se interrumpió a mitad de la frase— ¿Qué sucede?
Hanna entró por la puerta que él había dejado abierta y la cerró con llave. Tenía algunos pedazos de madera en las manos.
—No tienes escapatoria— le dijo a Ralph.
Nuestro mentor dejó caer la chamarra al suelo y se acercó al fuego.
—Cada vez que ustedes cuatro se ponen de acuerdo… significa que estoy en problemas— Ralph, al igual que yo, estaba hipnotizado por las llamas que ahora ardían con más ahínco, gracias a la leña de Hanna.
Nadie habló durante unos minutos.
—Queremos la verdad— dijo Amber al fin—. Y me refiero a toda, sin omitir nada. Nosotras, absolutamente todas, te diremos lo que necesites saber y a cambio tú nos dirás lo demás, lo que es más que obvio que has estado ocultando.
—Y de todas ustedes, tú eres quien me lo pide— Ralph sonrió.
Amber se sonrojó y miró al suelo.
—Está bien— aceptó al fin papá—. Tienen razón. Pregunten y responderé.
— ¿Así de fácil? —Se quejó Hanna— ¡He estado tratando de que entiendas todo este tiempo!
—Sin exaltarnos ni gritarnos— pedí.
—Si he ocultado algo, solo ha sido porque pensé que era lo mejor, porque creí que las estaba protegiendo…
—Sin excusas— dijo Hanna—. Solo dinos todo desde el principio.
Ralph suspiró y mirando al fuego empezó con su historia:
—Yo nací en este lugar, en este pueblo. Mis padres murieron cuando era muy joven y fui adoptado por una familia bastante conservadora. Era la familia Hernan. Crecí al lado de Evan, él y yo éramos como hermanos, siempre estábamos juntos, y disfrutábamos de nuestra juventud. Su padre era un hombre sabio y al mismo tiempo duro cuando la situación lo requería. Cuando cumplimos los dieciséis, Evan se enteró de la historia de los guardianes y las estaciones. Él estaba feliz, nunca lo había visto tan emocionado, y después, cuando su mente se enfrió de tantas cosas, fue que pudo entender algo: Él no sería un guardián. El cambio de estaciones ocurre cada cien años, y desgraciadamente, se había saltado a su generación. Él estaba enojado, molesto con todos y por todo. No volvió a ser el mismo. Pasaron algunos años, y Evan se casó con Sarah. Parecían felices juntos, hasta que su padre se lo dijo; la siguiente generación sería la encargada de proteger a las estaciones. El día de la boda, el padre de Evan me presentó a un hombre, era muy viejo, pero divertido. Estuvimos bromeando la mayor parte del tiempo, hasta que él lo dijo:
—Te adaptas muy fácil a todo esto, a pesar de que no perteneces a nada.
—Pertenezco a esta familia— repliqué yo.
El anciano solo sonrió y me dio un obsequio. No supe lo que significaba hasta mucho tiempo después.
El hombre murió luego de un año de haberme dado el obsequio.

Ralph acarició su reloj de bolsillo distraídamente mientras sus ojos estaban perdidos en algún recuerdo.

—Ese mismo año, Evan y Sarah tuvieron a su primer hijo: Gabriel. El padre de Evan estaba tan emocionado que apenas podía contenerse: Un nuevo guardián en la familia ¡Maravilloso! Desde que ese chico aprendió a caminar, no ha recibido más que órdenes y entrenamientos. Se le prohibió tener amigos, ya que no debía tener lazos que lo hicieran dudar de su deber.
El padre de Evan me explicó mi propósito en todo esto:
—Nada sucede por casualidad—me dijo el viejo.
— ¿Vas a empezar con tus sermones raros? —contesté.
—Llegaste a esta familia y te adaptaste a todo de una manera natural.  El hombre que conociste hace un año, era mi mejor amigo. Su nombre era Kevin, y ocupaba un rol dentro de todo esto.
— ¿Qué rol? —pregunté preocupado.
El viejo sonrió.
—Se le llama padre tiempo. Es quien busca a las estaciones, donde quiera que estas se encuentren. Él las guía por el camino que deben seguir, y si hay peligro se encarga de reunirlas con los guardianes.
— ¿Y? ¿Eso a mí que me importa?—respondí.
—El padre tiempo no nace con un propósito, como sucede con las estaciones o con los guardianes. El padre tiempo es elegido por el anterior y casi siempre se seleccionan personas que no tienen ataduras terrenales y pueden adaptarse fácilmente a todo. ¿Te preguntas por qué Kevin te dio ese viejo reloj? Aquí está la respuesta.
No podía creer lo que el viejo me estaba diciendo ¿Yo? ¿Formaría parte de todo esto? Además del viejo reloj, Kevin había dejado para mi toda su maldita fortuna, para seguir mi viaje por el mundo, en busca de ustedes.
Cuando Evan se enteró, nos reclamó tanto a su padre como a mí, el hecho de que yo si podía tener un papel en todo esto y él no, pero no fue nuestra decisión.
Mi relación con la familia se enfrió desde ese día.
La semana siguiente, tomé mis cosas y me marché en busca de las estaciones. En mi viaje me encontré con algo, era algo siniestro, parecía el miedo en esencia. Ellas querían detener mi camino, querían que no las encontrara. Las sombras actúan de una manera misteriosa y temeraria.
Estaba huyendo de ellas, cuando vi a una pequeña caer dentro de un lago en el parque. 
El resto de la historia ya lo conocen.
A veces, pienso que es mi culpa lo que sucedió a Sophie. Ella no debía estar dentro de esto, y mucho menos siendo tan frágil, me enamoré de ella como un loco y el padre tiempo no debía tener ataduras terrenales, tal vez, quizá por eso murió, por eso las sombras se la llevaron…

Cuando Ralph terminó, no había ningún sonido en la habitación. Cada quien perdida en sus propios pensamientos.
Hanna tomó una respiración profunda.
—No fue tu culpa, lo de Sophie, quiero decir. Ella estaba mal, y yo no me di cuenta. Si yo no hubiera llegado a casa ese día, mamá no habría sentido la necesidad de protegerme de esa maldita cosa, y ahora estaría con nosotros.  No fue tu culpa, fue la mía, porque cuando estuvo herida, no fui capaz de reaccionar, solo pude llorar como una completa inútil— dijo Hanna. Las lágrimas derramándose por su cara.
—Pero… —empezó Ralph.
— ¡Basta! —Interrumpí—. No fue culpa de nadie más que de las sombras. Ellas quieren hacernos daño, separarnos y no lo van a lograr. Eso es todo.
Para mi sorpresa, nadie replicó nada.
Después, Hanna nos contó todo: Los escalofríos antes de que las sombras aparezcan, la primera vez que estuvo frente a frente con una, fue cuando Gabriel la salvó.
Amber nos habló de ese mismo sentimiento, que llega cuando está sola.
Y Violeta le contó a Ralph que se cayó al hielo, justo después de experimentar esa misma sensación. Papá se puso histérico.
Hanna también nos dijo de una sombra que había atrapado Gabriel, y lo que la misma le había hecho a Melinda.
Al final hablé, no tuve ningún ataque parecido, pero les conté lo que me pareció importante, del sueño con el verano anterior, de la mujer de ojos azules que me daba la bienvenida, no tenía idea de a que o a donde, pero ella tenía algo importante que decir.
Pronto no hubo más secretos ni cosas que decir. Así que nos limitamos a mirarnos a los ojos y así fue por un momento: Ya no había barreras, ni nada por el estilo.
—Creo— dijo Ralph—. Que las estaciones están tratando de advertirnos algo. Primero el sueño de Amber y Hanna, después la nevada en pleno verano, ahora me dices que sueñas con el verano desde hace algún tiempo… Alguna de ustedes debe encontrar la forma de hablar con una de ellas, tal vez puedan…
—Yo ya he hablado con el invierno— dijo Hanna—. Bueno, más bien ella me habló, dijo que despertara y fue justo antes de que Amber se pusiera a gritar aquella noche.
—Tal vez sea porque eres la más cercana al cambio. Si vuelves a soñar con ella, has que te diga algo, lo que sea, cualquier pista, y lo sabremos. Hasta entonces, manténganse juntas, sin pelear y no se alejen demasiado de Gabriel— ordenó Ralph.
Aceptamos esto, aun cuando sentí ese enojo subir por mi pecho. El chico de ojos azules no se merecía nada de mí, y yo no necesitaba nada de él.
—Hablaré con Thomas— dijo Amber al fin.
— ¿Sobre qué? —preguntó Violeta.
—Él… no pertenece a esto. No quiero que salga lastimado o que le ocurra lo mismo que a mamá.
— ¿Vas a terminar con él? —pregunté.
Amber asintió, completamente tranquila.
—Será lo mejor— concordó Ralph.
— ¿Y qué hay de Dominik? —inquirí.
— ¿Qué hay con él? —Hanna se puso a la defensiva—. Estoy tratando de alejarlo y ya.
—No puedes alejarlo, ni Amber a Thomas. No lo entienden.
— ¡Claro que lo entiendo! —Se defendió Amber—. No quiero que salga herido.
—Lo vas a lastimar sentimentalmente y eso es peor— grité.
—Bien, con Dominik no sucederá eso, solo es mi amigo, así que podemos echarlo de nuestras vidas— espetó Hanna.
— ¿Eres estúpida? —Gruñí— ¡Él está enamorado de ti!
Los ojos de mi hermana se abrieron con asombro.
—El amor puede confundirse fácilmente con un dolor de estómago. Así que no, no está enamorado de mí, solo cree que lo está y punto.
—Él no tiene a nadie más— murmuró Violeta—. Estará solo cuando nos vayamos.
—Tiene a sus padres— alegó Hanna.
— ¡Oh sí! —Exclamé—. Sus padres adoptivos que no le ponen atención y lo dejan solo la mayor parte del tiempo.
— ¡Ya basta! —Gritó Ralph—. Habíamos quedado que nada de peleas. Que cada quien decida sobre su propio novio y punto final.
— ¡No es mi novio! —se defendió Hanna.
Ralph se encogió de hombros.
—Lo que sea—Las dos lo fulminamos con la mirada—. Y a propósito— agregó Ralph antes de subir a su habitación—. Sobre Gabriel no hay alternativa.
Ahogué un grito de frustración y subí a mi recamara. Cuando me acosté en la cama, sentí todo el peso del mundo sobre mí.

Corazón de hieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora