CAPITULO 33.- AMBER:

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— ¿Una cita?—pregunté.
Thomas se encogió de hombros. Yo estaba sentada sobre el pasto, en el patio del colegio, y él se recargaba sobre el tronco de un árbol que nos daba sombra. Llevaba puesta una camiseta de color azul que hacía resaltar sus ojos y un pantalón de color negro, además de sus deportivos.
—Sí, ya sabes, tú y yo… ¿Qué dices?
—Que debo pedir permiso— dije.
Frunció el ceño.
—No era esa la respuesta que esperaba.
— ¿Qué esperabas?
—Que me dijeras que si quieres salir conmigo o por lo menos una negativa como: No Thomas, solo te quiero como amigo— trató de imitar mi voz.
—Es que si quiero ir contigo, pero debo convencer a Ralph— expliqué.
Una sonrisa deslumbrante apareció en sus labios.
— ¿Si quieres?
— ¿Por qué no querría? Digo… he estado pasando mucho tiempo contigo.
—Bien. Ahora tengo que irme ¿Paso por ti a las siete?
—Yo te llamaré— respondí.
—A las siete entonces— aseguró y se alejó corriendo antes de que pudiera responderle.
Puse los ojos en blanco y me fui a donde mis hermanas me estaban esperando, para que Dominik nos llevara a casa.
Habían pasado tres días desde que llevaron a Silver a casa. Yo me encargaba de darle carne a escondidas y él me lo agradecía con recibimientos muy entusiastas cuando llegaba a casa. Incluso chillaba en la puerta cada vez que Thomas llegaba a visitarme.
Hanna me regaló una mirada, esa con la que yo sabía que estaba a punto de burlarse.
—Anda— la animé—. Dilo, moléstame diciendo que es mi novio o lo que sea.
—Eso ya no es divertido, después de todo es cierto ¿No?
—No lo sé—negué con la cabeza—. Él acaba de invitarme a salir.
— ¡¿Una cita?! —chilló Summer emocionada.
Abrí mucho los ojos para hacerla callar, pero ya estaba parloteando sobre cosas cursis.
Para mi sorpresa, Violeta no había dicho ni una palabra, solo se cruzó de brazos y miró al frente.
—Yo me encargo de Ralph— dijo Hanna.
Sonreí para ella. Ni siquiera había sido necesario que se lo pidiera.
—Gracias— susurré.
—Espero que te diviertas.
—Pasara por mí a las siete… —murmuré.
—Ya son las tres de la tarde— dijo Summer—. Necesitarás tomar otro baño, y te arreglaré el cabello, un poco de maquillaje no hará daño tampoco y te prestaré algo de ropa ¡Te verás más hermosa aun!
Solo pude sonreír ante su entusiasmo.
Hanna se encargaría de Ralph. Summer de ayudarme a estar lista. Ya estaba todo.
Dominik hizo sonar el claxon de su Jetta y todas subimos al auto.
— ¡Amber tendrá una cita! —exclamó Violeta antes de que nadie dijera nada.
Dominik frunció el ceño.
—Vaya. Eso es interesante— respondió y me regaló una sonrisa—. Me parece un buen chico.
—Solo saldremos y ya. No significa mucho.
—No dejes que él te escuche decir eso— dijo Dominik muy serio.
Asentí para él y miré por la ventana.
Thomas llamaba la atención, no era feo, todo lo contrario. Además, su estatura le ayudaba. Él tenía una actitud agradable que hacía que todas las personas lo quisieran.
Yo era la persona más escuálida con la que él pudo encontrarse. ¿Qué veía en mí? Porque, además de la música, yo no tenía nada que ofrecer.
Llegamos a casa y bajé rápido del auto.
—No iré— dije una vez adentro—. Llamaré para cancelar.
— ¿Qué? ¿Por qué? —preguntaron las tres.
—Mírenme. No tengo nada que ofrecer y él tiene todo, digo, es agradable, popular, interesante, divertido. Y yo soy la persona con menos cualidades con la que pudo encontrarse— expliqué.
— ¡Oh, Amber! —Dijo Hanna—. No tienes ni la menor idea. Eres hermosa, tienes unos ojos enormes que están llenos de asombro y de buenas intenciones. Eres una buena persona, y puede que no hables mucho, pero cuando lo haces, eres capaz de llegar al alma de alguien. Tu idioma es la música y con ella nos haces ver en lo más profundo de nosotros. Créeme, tienes demasiado que ofrecer. Thomas es afortunado, y creo que él lo sabe.
Sentí lágrimas en mis ojos, pero hice lo posible por no dejarlas caer.
—Voy a hacer la comida— murmuré.
—Nada de eso— Violeta me detuvo—. Yo me hago cargo de eso por hoy… solo por hoy.
— ¿Por qué lo hacen? ¿Por qué me ayudan?
— ¿No es eso lo que hacen las hermanas normales?
Sentí que la conversación iba dirigida al tema de las estaciones y todas esas cosas, así que entré al baño a darme una ducha lenta… muy lenta. Necesitaba relajar mis nervios.
¿Por qué estar nerviosa? Digo, se trataba solo de Thomas, había pasado mucho tiempo con él, y no me costaba hablarle.
Desde donde estaba, podía escuchar el bullicio de sartenes, todo el escándalo que tenía Violeta en la cocina. Los cajones abriéndose y cerrándose, Summer eligiéndome ropa.
Y no podía escuchar a Hanna, que de seguro estaba preparando mentalmente el discurso para Ralph.
Terminé de asearme y salí del baño, dejando nubes de vapor a mi espalda.
Corrí arriba, a mi habitación, para cambiarme con algo sencillo para comer con mis hermanas.
Violeta había hecho un intento, uno muy malo por preparar macarrones con queso. Los macarrones estaban quemados y el queso frío.
Las cuatro reímos antes su intento fallido por hacer la comida y terminamos comiendo sopa instantánea de vegetales.
Summer me arrastró a su habitación mientras Hanna y Violeta limpiaban la cocina. Todos esos eran mis deberes y ellas los hacían por mí.
—Bien— dijo Summer una vez que estuvimos en su recamara—. Contando el desastre de la cocina y todo eso… ya son las cinco de la tarde. Es el tiempo necesario.
Ella se dirigió a su armario y empezó a sacar vestidos de este. Todos de diferentes colores y formas.
— ¿Tengo que usar vestido? Digo, Thomas tiene una motocicleta, no podré subir en ella.
Summer hizo una mueca.
—Envíale un texto. Pregúntale a donde y como irán.
— ¿Por qué?
—Para saber cómo debes vestirte.
Bufé y tomé el celular que ella me ofrecía.
“¿Hola?” escribí” Me preguntaba ¿A dónde iremos? ¿Llevarás la moto?”
Y lo envié.
Summer empezó a trenzar mi cabello cuando sonó la respuesta.
“¡Hola! ¿Nunca dejas de preguntarte cosas? Es una sorpresa. Y no, iremos en una nave espacial que robé ayer :) ¡Es broma! Pero no, no usaremos la motocicleta, no te preocupes”
Leí para Summer solo la parte de la moto, ella no necesitaba saber más.
—Bien— exclamó—. Vestido entonces.
Puse los ojos en blanco y dejé que terminara de arreglar mi cabello. Sus agiles manos apenas y tiraban de él.
— ¿Es una buena idea? —pregunté.
—Sí, y ya no preguntes más cosas así, la pasarás muy bien.
Mi hermana empezó a parlotear sobre cosas de maquillaje y peinados, cosas que a ella le gustaban y a mí no. Así que casi no le presté atención.
Al fin, terminó de pasar esponjas por mi cara, y de acomodar mi cabello.
Me tendió un vestido de color verde claro con dos gruesos tirantes sosteniéndolo. Me llegaba a la rodilla. El color contrastaba muy bien con mi piel apiñonada.
Me miré en el espejo de cuerpo completo que había en su cuarto. Yo realmente podía parecer bonita, y ni siquiera lo sabía.
— ¿Ves? —Me dijo—. Estás hermosa.
—Gracias— dije, sintiendo que mis ojos se llenaban de lágrimas.
A mamá le habría gustado estar en este momento. En nuestras primeras citas, en nuestras graduaciones y demás logros. A Sophie le habría encantado.
—No llores o el maquillaje se correrá— me regañó Summer.
Asentí y me tragué el nudo de mi garganta.
La puerta de entrada sonó, anunciando la llegada de alguien.
Salí del cuarto de Summer, pude escuchar como Hanna le pedía a Ralph que la siguiera a la sala para hablar con él. Papá, un tanto extrañado aceptó.
Me quedé del otro lado de la pared, para escuchar lo que tenían que decir.
— ¿Y bien? —Preguntó Hanna— ¿La dejarás ir?
Ralph hizo algo parecido a un gruñido.
— ¿Y después qué?—la retó— ¿Eh? ¿Qué pasará cuando Amber sea reclamada? ¿Qué explicación le daré al chico?
—No lo sé. Y no deberíamos preocuparnos por eso ahora—dijo Hanna, sumamente tranquila—. Déjala que salga, que viva estos momentos felices, le hacen falta, no puede pasar el resto de su vida encerrada en su mente, completamente ensimismada. Se dará un baño de realidad cuando sea necesario, pero por ahora déjala que viva esto. Déjanos vivir este tipo de cosas, antes de que sea demasiado tarde.
Ralph no respondió rápido. Escuché como tomó una respiración profunda.
—Suenas como tu madre cuando hablas así— respondió al fin—. Ustedes van a volverme loco.
Sonreí para mí misma. El permiso estaba concedido.
Corrí hacia las escaleras, de modo que pareciera que apenas las estaba bajando para cuando ellos salieron de la sala.
—Te ves linda— me dijo Hanna.
—Ella tiene razón. Luces muy hermosa— comentó Ralph.
—Yo… bueno, es obra de Summer.
—Más le vale ser amable contigo— dijo papá.
—Gracias— respondí.
Como para reafirmar esto, tres golpes seguidos sonaron en la puerta de entrada.
Violeta y Summer acudieron corriendo hacia Hanna y Ralph.
—Váyanse de aquí— pedí—. No abriré la puerta hasta que se vayan.
Thomas tocó de nuevo. Hanna puso los ojos en blanco.
—De acuerdo—exclamó—. Dejemos que los tortolos se vean a solas.
Ralph refunfuñó y soltó un par de palabras que no sonaban bien en los labios de un caballero. Algo en su forma de actuar me hizo pensar que en realidad estaba celoso. Era como un padre que sentía, quitaban a sus hijas. Algo en ese pensamiento me hizo reír.
Cuando todos estuvieron arriba, abrí la puerta.
Thomas se veía muy bien. Tenía puesto un pantalón de mezclilla muy oscura, casi negra y una camisa que si era de ese color. Iba desfajado y aún tenía sus deportivos de color negro. Eso era parte de su atuendo, incluso de su personalidad. Su cabello estaba revuelto y su rostro aturdido.
—Wow— fue todo lo que dijo.
—Ja, Ja— ironicé.
—No, es en serio. Luces sensacional.
Terminé de salir de la casa y cerré la puerta detrás de nosotros.
—Será mejor que nos marchemos, antes de que Ralph se arrepienta— bromeé.
Thomas asintió y me ofreció su brazo para caminar juntos.
Afuera estaba estacionado un neón de color azul oscuro. Miré el auto un tanto extrañada.
—Cuidaré a mis hermanos el siguiente fin de semana a cambio de usar el auto hoy. Es uno de esos intercambios con mamá— explicó.
—Bien— respondí. En realidad no le había pedido una explicación.
Abrió la puerta para mí y subí al auto, esperé a que rodeara y subió él también.
— ¿Y a dónde vamos? —pregunté.
—Ya te lo dije. Es una sorpresa.
—Me gustan las sorpresas— susurré.
Hablamos sobre música el resto del camino. Llevó el auto por la carretera, hasta que salimos del área de casas, pasamos por afuera del colegio y seguimos en la carretera. Las primeras luces de la ciudad se dejaron ver.
— ¿Por qué tan lejos? —pregunté.
—La cita era solo un pretexto—dijo muy serio—. En realidad quería secuestrarte y luego convencerte de que escapáramos juntos.
—Que gracioso.
Thomas soltó una risa.
—Iremos a cenar— dijo al fin.
— ¿Sabes que soy vegetariana? ¿No?
—Sí, no te preocupes, está todo cubierto.
—Debo llegar a casa a las once.
—También lo tengo cubierto. Relájate.
Asentí y miré al frente. Thomas estacionó el auto afuera de un restaurante que parecía la cubierta de un barco. Abrió la puerta para mí y salí.
—Luce fantástico— dije y era verdad.
Donde estábamos no había mar, ni mucho menos. Pero el tipo que ideó este restaurante era un genio. Por fuera era maravilloso. Parecía un barco viejo, de esos galeones antiguos.
Y por dentro. Wow. Había una recepción, donde una mujer nombraba a aquellos que habían apartado un lugar. La chica tenía el cabello de un extraño color violeta, había un arete en su nariz y varios de ellos en sus orejas.
El techo del lugar estaba decorado con muchas telas blancas, parecían nubes. Y las luces le brindaban el misterio suficiente como para que pareciera un cuento de hadas.
— ¿Qué hay, Su? —le preguntó Thomas a la chica.
— ¡Hey, Tommy! —exclamó ella.
Si mis cálculos no me engañaban, ella debía tener como veintitantos años.
La chica movió algunos nombres en su libreta y llamó a un mesero para que nos llevara a nuestro lugar.
— ¿Qué fue eso? — susurré a Thomas.
—Tengo influencias— susurró.
—Estás loco.
—Un poco de eso, si— dijo y sonrió.
Subimos unos cuantos escalones y pronto nos encontramos en la cubierta del lugar. Solo nosotros dos, con toda esa decoración que me hacía sentir en un cuento de Disney.
El mesero nos ubicó en la única mesa de la cubierta, nos dejó el menú y se fue.
— ¿Hace cuánto tenías planeado todo esto? —pregunté.
Thomas se encogió de hombros. Estábamos sentados frente a frente.
—Más o menos… como unas semanas.
— ¿Cómo sabías que diría que sí a la cita?
—Bueno, era un riesgo que valía la pena aceptar.
Bajé la mirada, sintiéndome avergonzada.
— ¿La chica de la entrada? —pregunté.
—Es Su, por la mañana trabaja en la tienda de antigüedades de mamá y nos conocemos, eso es todo.
—Interesante. Yo no conozco a muchas personas.
—Me alegra que no lo hagas. Si alguien más te hubiera descubierto antes que yo… me habría sentido un fracasado total— dijo con sinceridad.
—Deja de decir cosas bonitas como esas. Me haces sentir…
— ¿Incomoda? ¿Avergonzada? —sugirió.
—Bien— respondí y lo miré.
—Eres todo un enigma ¿Lo sabías?
Negué con la cabeza.
—Te complicas demasiado, no hay mucho que saber.
El mesero llegó para que ordenáramos nuestra comida; pedí una ensalada de espárragos que había en el menú y Thomas, para mi sorpresa hizo lo mismo.
— ¿No comes carne? —pregunté.
—Si. Soy carnívoro. Pero una de las razones por la que te traje aquí, fue porque no sirven carne— respondió.
—Gracias.
Y continuamos con la conversación donde la habíamos dejado en el auto. Le hablé de mis hermanas, de sus constantes discusiones, pero también de su lado bueno. Hablamos tanto, que pronto él supo quién era Sophie y todo lo relacionado con ella.
Y yo supe que él había vuelto a tocar la guitarra.
Cuando el mesero llegó con nuestra comida nos interrumpimos y acabamos de comer muy rápido; para cuando llevó el postre, Thomas sabia tanto de mi vida que temí que ahora me dejara solo por falta de misterio e interés.
Cuando retiraron nuestros platos, Thomas se puso de pie y se acercó a mí.
—Ven—me pidió extendiendo su mano.
— ¿Por qué?
—Porque esta es otra de las razones por las que te traje— explicó un tanto emocionado.
Tomé su mano y dejé que me guiara a la orilla de la cubierta. El suelo de madera rechinando contra mis zapatos. Nos apoyamos sobre la barandilla.
— ¿Recuerdas cuando me dijiste del sujeto que tocaba el sax en un puente? —preguntó.  Asentí.
—Mira allá— dijo y señaló un punto entre los diferentes restaurantes. Un gran parque con un puente que lo atravesaba por completo.
Y ahí, caminando sobre el puente y haciendo sonar el sax, estaba un hombre. No era el mismo que tocaba cuando yo era niña, pero el sonido seguía siendo armonioso y feliz.
— ¡Es asombroso! —exclamé y me paré sobre la barandilla para ver mejor.
Thomas me miró de una forma que me hizo sentir como si hubiera llegado a casa después de un largo viaje.
Sonreí para él y seguí escuchando aquella música celestial. Me bajé de la barandilla sin dejar de mirar al músico. Thomas carraspeó para atraer mi atención y me tendió una mano.
— ¿Bailas? —preguntó. Un rubor cubriendo sus mejillas.
—No sé hacerlo— susurré y me mordí el labio.
— ¿Y qué? Aquí no hay nadie que te vea— me animó.
—De acuerdo— acepté y tomé su mano.
Bailamos por toda la cubierta; parecía un sueño del que no quería despertar. La cita perfecta. Me conocía y muy bien, tanto que había visto en mis deseos, y había cumplido uno de ellos con varios plus.
Y cuando levanté la vista y me encontré con sus ojos, tuve la certeza de que todo realmente podía ser perfecto.

El hombre del puente dejó de tocar y nosotros nos fuimos del lugar. No dejamos de hablar de lo maravilloso que fue. De cómo la música podía unir a las personas… de cosas así.
Llegamos a casa a las once en punto.
Nos quedamos en el pórtico de la cabaña.
—Muchas gracias— dije—. La pasé muy bien.
—No, gracias a ti por no haberme rechazado.
—Te veo el lunes en la escuela— me despedí.
Thomas se ruborizó ligeramente.
— ¿Puedo tratar algo más? —preguntó un poco nervioso.
Asentí sin poder encontrar las palabras. Y así, tan rápido como un rayo. Sus labios estaban sobre los míos.
Cerré los ojos y dejé que él me guiara. No quería parecer torpe y tampoco quería que se diera cuenta de los latidos de mi corazón. Este amenazaba con salir de mi pecho.
Nos retiramos uno del otro y abrí los ojos.
—Ahora puedo decir que he conocido del cielo— dijo y me besó de nuevo.
Esta vez fue más rápido y sencillo, pero no por eso dejó de ser lindo.
No supe que responder.
—Será mejor que entres— señaló la puerta de la casa con la cabeza.
—Y-yo— tartamudeé.
—No tienes que decir nada.
Tomé aire para responder. Quería decírselo, pero no encontraba las palabras.
— ¿Habrá más tardes como esta? —pregunté al fin.
Thomas sonrió.
—Todas las que quieras.
—No tiene que haber un barco, tampoco fantasía, música ni comida deliciosa ¿Sabes? La paso muy bien cuando estoy contigo… me haces sentir como si viviera en un cuento de hadas.
—Tomaré eso como un cumplido. Y… —se detuvo y miró detrás de mí—. Creo que tus hermanas te esperan justo del otro lado de esa ventana.
Cerré los ojos. ¡Gracias chicas, rompieron el momento!
— ¿Te veré después? —pregunté.
—Yo te veré esta noche— dijo sin duda alguna.
— ¿Por qué?
—Tengo permitido soñar ¿No?
Sonreí. También quería soñar con él. Con esta noche, con esa música. Con ese beso.
Me despedí de él tontamente y entré en casa, sintiendo que flotaba sobre una nube de algodón.



Corazón de hieloWhere stories live. Discover now