CAPITULO 26.- SUMMER:

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No me atreví a decirle a Ralph sobre las clases de teatro, al menos, eso podía envidiarle a Hanna. Ella siempre hablaba con la verdad y de frente, por muy dolorosas que fueran las cosas.
No respondía su teléfono, así que llamé a Dominik, suponiendo que estaría con él. Y así fue.
Estaba muy preocupada por ella y por el hecho de como reaccionaba ante el tema de las sombras, como parecía asustada por estas cosas. No sabía si lo estaba inventando o si era real, pero ni siquiera ella era tan cruel como para jugar con algo así.

Suspiré profundo y dejé de golpear a sin sueños.
Esperaba que mientras mataba el tiempo con mi espantapájaros Gabriel apareciera, pero no lo hizo y ya se había metido el sol.
El chico no asistía a la academia hace más de una semana, ya me tenía preocupada.
Habían pasado siete días desde el berrinche de Hanna, siete días que no me atrevía a decirle a Ralph sobre las clases de teatro, siete días que no veía a Gabriel por ninguna parte. Siete días más de primavera, siete días menos que faltaban para que llegara el verano.
Todas esas noches estuve soñando con la mujer de ojos azules. Con el verano anterior. Ya había soñado con ella, justo unos meses antes de que muriera mamá, como si tratara de hacerme una advertencia.
Solo ese sueño era lo que me impedía dudar completamente de Hanna.
Me llevé las manos a la cara y la froté lo más fuerte que pude.
Necesitaba hacer algo para dejar de pensar, pero nada funcionaba.
Corrí a la casa antes de que Ralph llegara, se pondría furioso al saber que estaba fuera tan tarde.
La camioneta de nuestro mentor aún no estaba, pero en su lugar había un auto, un Jetta negro.
Dominik estaba de visita.
No es que no me agradara el chico, era una muy buena persona, si tuviera que definir nobleza en una sola palabra seria el nombre de Dominik.
Pero ahora no tenía ganas de conversar con nadie, y eso era muy extraño, ya que yo siempre tenía ganas de hablar.
No era solo por charlar, sino porque siempre hay algo que decir, algo hermoso que recalcar. Ahora, no podía dejar de pensar en cosas sobre las estaciones, sobre el verano que me advertía en sueños. En fin, sobre cosas de las que no podía hablar.
No quería entrar, así que solo miré por la ventana para saber quién estaba en casa y si podía pasar rápido ignorando a todos.
Violeta estaba acostada en el sofá jugando con su game-boy.
Amber conversaba con Melinda, la hermana de Gabriel. Mordí mi labio ante la perspectiva de preguntarle a la niña por su hermano.
Y Hanna estaba recostada sobre un escalón con un libro entre las manos.
No había señales de Dominik por ninguna parte.
Suspiré profundo y me di la vuelta. Solo que la tierra se había hecho lodo bajo mis pies a causa de las lluvias y resbalé.
Mi cabeza se estrelló con algo duro y me lleve las manos a la frente para amortiguar el dolor.
—Ouch— dijo una voz frente a mí.
Acabé con el trasero contra el jardín.
— ¿Dominik? —pregunté.
El chico no llevaba puestos sus anteojos.
—Si— sonrió y me tendió una mano para que me levantara—. No sabía que eras tú, solo vi una figura espiando por la ventana.
Tomé la mano que me ofrecía y me levanté.
—No llevas tus lentes.
—Los están reparando. En el pueblo no hay un lugar para que los puedan arreglar, así que los llevé a la ciudad. Utilizo los lentes de contacto mientras hacen algo por los otros. Solo que no son tan efectivos y no veo muy bien—explicó.
—Así que decidiste darme un susto de muerte solo por espiar en mi casa— bromeé.
Se encogió de hombros.
—No sabía que eras tú.
Caminé hasta sentarme en los escalones de la entrada a la casa. El chico me siguió y se sentó a mi lado.
— ¿No quieres entrar? —pregunté.
—Ya me iba— dijo—. Ni siquiera sé cómo no notaste que salí por la puerta.
—Estaba distraída— me froté el brazo con aire ausente.
— ¿Estás bien? —preguntó.
Sonreí para mí misma.
—Esta es una de las razones por las que no quería encontrarme contigo. Eres demasiado perceptivo.
Frunció el ceño y miró hacia abajo.
—Tengo que irme— dijo mientras se ponía de pie.
Fue entonces cuando caí en la cuenta de mis fuertes palabras.
—Lo lamento, no quise ofenderte— me disculpé.
—No estoy ofendido, de verdad tengo que irme. He pasado demasiado tiempo aquí, y no solo hoy, desde que las conocí. Mi madre incluso me preguntó si me mudaría.
Reí un poco ante su broma.
—Gracias por todo— murmuré.
— ¡Lo olvidé! —Exclamó de pronto— ¿Cómo van tus clases de teatro?
Sonreí.
—Excelente. Presentaremos una obra en el auditorio de la escuela al final del verano— respondí un tanto emocionada. Él era la primera persona a quien se lo decía.
No era que mis hermanas no me hubieran preguntado, pero era una noticia que tenía reservada para Gabriel, solo que no lo había visto.
—Suerte con eso. Adiós, Summer.
—Adiós Dominik. Y disculpa por lo que dije, no quise sonar como Hanna.
Él medio sonrió.
—Tu hermana no se da cuenta de sus palabras nunca. Hanna es como la nieve— comparó—. Es hermosa y fría al mismo tiempo.
No sabía cuan acertado estaba en su comparación.
—Adiós, Summer.
Me despedí de él agitando la mano. El chico subió a su auto y pronto desapareció entre el espeso bosque que llevaba a la carretera.
Entré en la casa y saludé a todas con una sonrisa fingida. Hanna no desperdicio ni una mirada en mí y siguió con su lectura.
— ¿Tienes hambre? —preguntó Amber.
—Mucha.
Mi hermana se puso de pie y fue a la cocina a preparar algo para mí. Violeta dejó a un lado su juego.
—Ve a guardar eso antes de que llegue Ralph—  le ordenó Hanna sin separar sus ojos del libro.
La pequeña refunfuñó pero obedeció. Hanna subió a su habitación dejándome sola con Melinda.
—Hola— saludé.
—Hola— sonrió.
— ¿Qué estás haciendo aquí? —pregunté.
— ¡Oh! Así que Amber no te dijo… Mi madre tuvo que ir a cuidar de su hermana porque está enferma, papá y Gabriel salieron del pueblo por una emergencia… mamá se fue hoy por la mañana, así que le pidió a Ralph si yo podía quedarme con ustedes hasta que mi padre y Gabriel regresaran dentro de dos semanas— explicó.
—Te quedarás aquí hasta que comience el verano— dije.
—Exacto, espero que no te moleste…
—No, para nada— dije y sonreí.
—Compartirás habitación con Violeta hasta entonces— dijo Hanna al pie de las escaleras—. Y Melinda dormirá con Amber.
—No hay problema— respondí.
Amber me llamó desde la cocina para que cenara. Acudí a su llamado, dejando a Hanna sola con la hermana menor de Gabriel. No me agradaba mucho la idea.
Pronto Melinda apareció en la cocina, huyendo de Hanna.
Mi hermana volvió a cerrarse con nosotras desde que ninguna la apoyó en su pelea con Ralph sobre las sombras. Se estaba encerrando en su mundo de nuevo, mucho más rápido qué antes.
Metí un bocado de comida en mi boca.
Gabriel volvería en dos semanas. Me parecía demasiado tiempo.

Corazón de hieloWhere stories live. Discover now