CAPITULO 31.- VIOLETA:

202 27 1
                                    

No tuve clase de arte. La maestra estaba enferma o algo así.
No quise esperar a que Amber saliera de su clase de música. Yo podía volver sola a casa. No en autobús, no volvería a subir a una de esas cosas que apestaban a metal y humano.
Podía caminar, el clima estaba bien como para hacerlo, además de que podía detenerme en algunos lugares a descansar antes de llegar a casa.
Sí, eso estaría bien.
Escuché los chillidos de un perro cerca de la escuela ¿Dónde?
Empecé a buscarlo por todas partes ¿Qué estaba haciendo un perro en las aulas?
Corrí lo más rápido que pude, hasta dar la vuelta en el pasillo. Y los vi, eran cinco chicos más grandes que yo. Estaban formando un círculo y pateando a un perrito de un lugar a otro, tratando al cachorro como si fuera una pelota.
— ¡Basta! —Grité y empujé a uno de ellos— ¡Ya basta!
Alguien me tomó del cabello y me alejó de él.
— ¡Hey! ¿No es una de las hermanas de la fantasma?
— ¡Si, si lo es! ¡Lárgate de aquí, niña!
—No, dejen ir al perrito— pedí.
— ¿Por qué? —preguntó el chico que sostenía mi cabello.
—Porque él no se puede defender— respondió una voz a mi espalda.
Sentí un gran alivio al reconocer al dueño de esa voz.
— ¡Dominik! —exclamé.
— ¡Es el cuatro ojos!
—Ya es suficiente, dejen ir al perro y a la chica— dijo con voz firme.
— ¿O si no que, cerebrito?
Dom se encogió de hombros como respuesta.
—Supongo que nada
— ¿Nos vas a golpear? Me gustaría que lo intentaras. No esta Gabriel ni la profesora para defenderte ¿O sí?
—No los necesito— respondió mi amigo sin nerviosismo.
El chico me soltó el cabello y se lanzó contra Dominik, dándole un gran puñetazo en la cara. Dom cayó sobre el suelo, se limpió la boca de la que escurría un hilillo de sangre y se puso de pie.
— ¿Es todo lo que tienes? —lo retó.
El chico que lo golpeó parecía enfadado, ya que arremetió de nuevo contra él, ahora golpeando el otro lado de su cara.
— ¡Ya es suficiente! —exclamé.
— ¿Otra vez tú? ¡Lárgate, mocosa!
—No me voy a ir— repliqué.
Puse toda la determinación que tenía en mis palabras y en mi mirada. Yo podía ser como Hanna, podía intimidar a las personas si quería. Yo debía hacer esto.
Dominik estaba de nuevo en pie, a mi espalda, con una mano sobre mi hombro.
“Nada se le puede negar a la primavera, está llena de sorpresas y de nuevas sensaciones. No sabe guardar secretos. Es una oportunidad de cambio y de mejorar… nunca se le dice que no a esta estación”
Aun podía escuchar la historia que nos contó Ralph cuando éramos niñas. Sus palabras haciendo eco en mi mente.
Otro de los chicos pateó de nuevo al perro.
Me solté del agarre de Dominik y avancé a donde estaba el muchacho, puse mi mano sobre su brazo.
Él me miró, directamente a los ojos.
—Para— dije—. No lo volveré a pedir.
Y fue en ese instante que supe el significado de las palabras de Ralph. La duda cruzó tan rápido por los ojos del chico que me pregunté si en realidad había pasado. Él tomó una decisión.
—Vámonos— les dijo a todos—. No vale la pena.
Y así como así, cada uno de los chicos me miró, preguntándose qué había pasado y por qué lo hacían, pero ninguno sabía concretamente porque habían dejado de ser crueles con el cachorro, porque habían cesado de golpear a Dominik.
— ¿Estés bien? —pregunté.
Él se llevó la mano a la mandíbula.
—Sí, no te preocupes, no es la primera vez que me golpean. Aunque no por eso deja de doler.
—Me alegro que estés bien.
— ¿Tu nuevo amiguito? ¿Cómo está? —preguntó señalando al cachorro.
El pequeño se levantó y nos miró, para después salir corriendo en dirección contraria.
—Espero que esté bien— murmuré.
—Estará perdido y solo.
—Igual que tú— dije y lo miré.
— ¿Cómo yo?
—Sí, tú también estabas perdido y solo, hasta que nos encontraste.
Dominik abrió mucho los ojos, como si lo que le dijera le causara sorpresa. Luego solo sonrió.
—No lo había pensado de esa forma.
—Ya me tengo que ir— dije y me di la vuelta.
Dom puso una mano sobre mi brazo para detenerme.
— ¿Tu sola? ¿A dónde vas?
—A casa. Y sí, yo sola.
—Tengo una clase más, pero si esperas, puedo llevarte.
—No, voy a estar bien. Gracias.
Frunció el ceño, como si estuviera pensando en algo profundamente.
— ¿Qué fue lo que pasó hace rato? —preguntó al fin.
Tragué saliva.
—Déjame adivinar ¿No puedes decírmelo?
Negué con la cabeza.
—Juro que voy a escribir un libro de misterio sobre ustedes cuando todo esto acabe.
— ¿Por qué?
—Su familia es muy extraña, y guardan demasiados secretos. A veces siento que no confían en mí.
—No se trata de confianza— dije para animarlo—. Es por… otras cosas.
Es verdad que yo no sé guardar secretos, que soy una chismosa, como me llama Hanna, pero si había algo que sabía guardar, era el secreto sobre las estaciones.
Al fin, Dominik soltó mi brazo y me dejó ir.
—Pasaré por tu casa más tarde— dijo y me dio la espalda.
—Lo siento— susurré cuando ya no estaba a la vista.
Caminé por la carretera, hasta que pronto perdí de vista la escuela. Por una parte, era muy emocionante hacer esto, ya que era la primera vez que lo hacía sola, pero por otro lado… bueno, también era aburrido. Solo veía árboles, y aves, algunas flores amarillas se asomaban por todas partes, y el azul cielo de verano me sonreía. Eso era todo.
Pronto llegué al área de las casas, donde vivían las personas ricas del pueblo.
Eran casas enormes de madera. Algunas con colores bonitos y otras simplemente blancas. Sus buzones tenían apellidos raros y en algunos porches estaban tiradas bicicletas o juguetes.
Afuera de una casa de color amarillo había un bote de basura. Y dentro de este un perro hurgaba en busca de comida.
—Hola— casi grité al reconocerlo.
Un chico que lavaba su auto me miró de una forma extraña. Le hice una mueca y el vio hacia otra parte.
“Métete en tus asuntos” quise decirle.
El perro dejó de hurgar en la basura y me miró asustado.
—No te vayas— pedí y él se detuvo de retroceder—. Quiero ayudar.
El cachorro ladeó la cabeza y yo hice lo mismo. Me puse a imitar los movimientos que él hacía con la cabeza, hasta que se sintió cómodo conmigo y siguió en su búsqueda de comida. Recordé que tenía unas galletas en mi mochila.
¿Los perros podían comer galletas? Me encogí de hombros como respuesta y las saqué de su empaque.
—Ten— dije y se las enseñé.
El perrito dejó de buscar en la basura y se acercó lentamente a mí.
— ¿No me morderás? ¿Verdad?
Se acercó y me quitó las galletas de la mano, masticándolas rápidamente.
—Eres un buen perro, y también estas solo…
Suspiré profundo y seguí mi camino a casa. No me hacía falta mirar atrás para saber que me seguía. Tampoco me molesté en correrlo, yo quería un perro desde que tengo uso de razón.
Hanna se enfadaría, y mucho, pero en este momento no me importaba. El perrito se quedaría conmigo, ya que nadie estaba conmigo, yo estaba sola, al igual que él, así nos tendríamos el uno al otro y punto.
Ambos anduvimos hasta llegar a la parte boscosa del pueblo, justo antes de llegar a casa me detuve a sentarme sobre la orilla de la carretera, el sudor escurriendo desde mi cabeza.
—Vaya, sí que hace calor— murmuré.
Si las personas pasaban y me veían hablando con un perro, pensarían que estaba loca.
Él me olfateó la mano, como si estuviese pidiendo más galletas.
—Espera a que lleguemos, ahí te podré dar alguna de la carne de Ralph… estoy segura que no le molestará. Eso espero.
Me puse de pie para seguir mi camino cuando escuché un auto subir por la carretera. Me hice a un lado para dejarlo pasar.
Lo primero que distinguí fue el color y luego la forma sumamente familiar, después el sonido del claxon.
¿Había pasado una hora tan rápido?
— ¿Necesitas que te lleven?
—Te tardaste demasiado, ya casi llego.
Dominik soltó una risa.
—A este paso llegarás mañana— se burló.
Me encogí de hombros, abrí la puerta y subí al auto… con lo que no contaba es que el perro subiera junto conmigo.
—Encontraste al amiguito— dijo Dominik, al parecer no estaba molesto.
—Hanna se va a poner histérica cuando lo encuentre en casa— comenté.
—No me extrañaría de ella— dijo una tercera voz.
No me había percatado de que alguien más estaba con nosotros, iba en el asiento de atrás.
Era Melinda.
—La encontré en el camino— bromeó Dominik.
La chica resopló.
—Gabriel me dijo que tenía que hablar con tu hermana, así que me envió a casa caminando ¿Puedes creerlo? El muy idiota.
—Al menos estamos de acuerdo en que es un idiota— dije y ella rio—. Espera… ¿Con que hermana quería hablar?
La expresión de Dominik se volvió seria, y apretó el volante entre sus manos.
—Eso realmente no me importó, lo que me dolió fue me la prefiriera a ella que a mi… ¡Soy su hermana!
—Yo conozco muchas cosas que mis hermanas prefieren antes que a mí— me quejé.
—Ya basta las dos. Sus respectivos hermanos las quieren y punto— sentenció el chico.
—Tú también crees que Gabriel es un idiota— lo acusé.
—Lo que yo crea no es importante— murmuró y miró al frente.
Me puse a acariciar al perro en la cabeza en lo que llegábamos a casa.
— ¿Qué opinan del nuevo amigo de Amber? —preguntó Dominik mientras bajábamos del auto.
Melinda y yo intercambiamos una mirada y luego estrechamos nuestros ojos.
—Thomas— escupimos las dos entre dientes.
No es que el chico no me agradara, solo… bueno, no, no me agradaba. Se estaba llevando a Amber. Incluso, ella pasaba el descanso con él y no con nosotras. Sabía que Mel se sentía igual. Ese chico aparecía de la nada y la apartaba de nosotras.
Dominik soltó una carcajada.
—No tienen qué ser tan posesivas. Ella estará bien, parece un buen chico.
—Lo que sea— dije y me encogí de hombros.
— ¿Cómo llamarás al cachorro? —preguntó Mel. Lo estaba acariciando.
—No lo sé, lo primero es darle un baño y de comer, para que Ralph acepté que se quede.
—Bien— dijo Dom aplaudiendo—. Manos a la obra. Necesitamos una tina, agua y jabón.
Asentimos y entramos a la casa con la llave que yo tenía.
El perrito entró detrás de nosotros. No encontré ninguna tina, pero estaba el baño que compartíamos, y podíamos usar el shampoo de Hanna.
Pronto, el baño estuvo lleno de risas y burbujas de jabón.
Podría haberme imaginado un escenario así con Dom, ya que me agradó desde el instante en que Hanna lo trajo a casa, pero con Melinda no, yo creía que era igual a su hermano pero no era cierto, ella parecía feliz y sincera, me estaba agradando, quizá, ahora que Amber pasaba tiempo con Thomas, yo podría establecer amistad con Mel y así ya no sentirme tan sola.
La puerta del baño se había quedado abierta, y cuando la de entrada se abrió, el perro salió corriendo del lugar donde lo estábamos bañando.
— ¡No! ¡Espera! —grité.
Quise correr detrás de él, pero Melinda estaba en mi camino y ambas resbalamos, me puse de pie, pero me estrellé con Dominik y luego tardé un poco en recuperar el equilibrio.
— ¡Cierra la puerta! —le pedí a Summer, quien estaba entrando a casa junto con Gabriel.
— ¿Qué pasa? —preguntó.
No hubo tiempo de respuesta, ella cerró la puerta y el perro la golpeó en las piernas, dejando el suelo resbaloso, provocando que Summer cayera.
Gabriel trató de atrapar al animal, pero el cachorro astutamente salto, y el chico cayó de cara al suelo.
— ¿De dónde salió esto? —interrogó Summer divertida.
—Te lo explico después— dije y pasé corriendo junto a ella.
El perro se dirigía a la parte de arriba, estaba dejando todo mojado a su paso, jabón, agua y pelo plateado.
Todos corrimos arriba, siguiéndolo.
Sonó el motor de lo que parecía un auto ¡No, Ralph no! ¡Aún no!
Di la vuelta en la escalera para ver hacia la puerta y quienes entraron eran Amber y Thomas.
— ¿Qué pasa? —preguntó mi hermana al ver la casa hecha un desastre.
—Hola— dijo Dominik y pasó corriendo al otro lado de la escalera para evitar que la nueva mascota subiera a la habitación de Hanna—. Es suficiente, amiguito, estás acorralado.
El cachorro movió la cola y sacó la lengua. Estaba jugando. Dominik se lanzó por él y el perro lo esquivó.
Estaba bajando las escaleras y Thomas trató de atraparlo, pero él se hizo a un lado y golpeó a Amber en las piernas, provocando que resbalara y cayera en el piso mojado.
—Lo lamento— dije—. Lo arreglaré, lo prometo.
No era para tanto ¿O sí? ¿Cómo era posible esto?
Thomas ayudó a Amber a ponerse de pie, y juntos corrieron detrás del cachorro.
Tardé unos momentos en asimilar lo que vi ¿Ellos seguían tomados de la mano? ¿Acaso sus dedos estaban entrelazados?
Estreché mis ojos contra el chico, pero él estaba demasiado ocupado tomando de la mano a mi hermana y siguiendo a la bola de pelos, que no se percató de mi mirada asesina.
Y la puerta se abrió por tercera ocasión.
Esto no podía estar peor. Hanna no se veía nada contenta.










Corazón de hieloWhere stories live. Discover now