CAPITULO 58.- HANNA:

236 29 0
                                    

La muerte no debería ser dolorosa. Al menos eso creía. Debería ser pacífica y agradable, algo a lo que le dieras la bienvenida, algo así como una vieja amiga que te cubre con su oscuro manto, no debería haber dolor, solo calma y paz.
Eso pensaba mientras me retorcía de dolor en el despacho de Tessa. Si estaba muerta o por lo menos muriendo, no debería haber dolor.
El pecho no dejaba de dolerme, era como un ardor que se propagaba a través de punzadas por todo mi cuerpo. Incluso había empezado a llorar. Patética Hanna, realmente patética.
¿Qué pasaría con mis hermanas?
Las preguntas fueron desapareciendo de mi mente, ni siquiera podía gritar.
Sentía los parpados pesados… a punto de cerrarse, mi vista tornándose borrosa.
Voy a morir. Esa cosa me atravesó, podía sentir que algo dentro de mí estaba roto. Por no contar el golpe que me di en la cabeza al caer, aquel que me dejó inconsciente. Estaba un 99% segura de que estaba desmayada sobre un charco de mi propia sangre.
Las personas al encontrarme dirían: ¿Es normal que esté así de pálida?
Y otros responderían: Es porque está muerta.
Después otra persona alegaría: Siempre fue así de pálida.
Y ahí terminaría todo.

Abrí los ojos, para encontrarme con que no estaba en el estudio de música. Me puse de pie con facilidad. ¿A dónde se había ido todo el dolor? ¿Y la sangre? Porque incluso mi ropa parecía limpia, sin toda esa sustancia roja y pegajosa.
Estaba en aquel lugar donde vivíamos con Sophie y Ralph. El mejor tiempo de mi vida.
Mis hermanas eran pequeñas y corrían de un lugar a otro. Summer trataba de poner orden con su no imponente personalidad, la tarea más difícil de todas.
Mamá y papá cocinaban algo y reían por alguna cosa que Violeta les decía a la vez que corría por toda la habitación con Amber siguiéndola y Summer cantando…
Yo estaba sentada sobre un sofá, con la luz del sol bañándome por completo, iluminando las letras del libro que tenía entre mis manos.
—Es un lindo recuerdo— dijo alguien a mi espalda.
— ¿Eres…?
La mujer asintió. Su cabello blanco, cayendo en una cascada sobre su espalda. Iba vestida como una persona común, un pantalón de color azul y una camiseta café. Sus ojos de un color gris plata y la piel más pálida que la mía, si es que eso era posible.
—El invierno anterior— contestó—. Mi nombre es Elizabeth, por favor llámame así.
— ¿Por qué estamos aquí? ¿Qué está sucediendo?
—Pronto serás reclamada. Mañana, si no me equivoco. He venido a ofrecerte mis memorias, algo que te ayudará a seguir con tu trabajo, aunque, parece que lo has estado haciendo bien.
— ¿A qué te refieres?− pregunté recelada.
—Algunos piensan que el invierno debe ser malo, despiadado. No es así. Suele ser esta la estación más fuerte, la protectora que cubre todo con un manto blanco.
—Suena como…
— ¿Tu comparación con la muerte?− preguntó.
— ¿Cómo lo sabes?− inquirí escandalizada.
—Estamos en una sola conciencia. Ahora tú puedes saber lo que pienso y yo veré lo que tú piensas, es así de simple.
—De acuerdo. Esto suena demasiado mágico para mí.
—Una interesante elección de palabras— me congratuló.
—Supongo que… gracias.
—Ambas sabemos que esa no es tu palabra favorita, así que dejemos los modales de lado.
—De acuerdo ¿Cuál es tu memoria? No tengo mucho tiempo que perder.
—La última vez que me tomé la molestia de observarte, no estabas siendo muy productiva— dijo.
—Fue una trampa— me defendí.
—Las trampas son hechas para las personas estúpidas.
— ¿Vas a seguir insultándome o podemos acabar con esto de una vez por todas?− inquirí.
Elizabeth, el invierno, me importaba un cuerno quien fuera. No tenía tiempo que perder, mis hermanas estaban en peligro, Tessa me lo había dicho pensando que moriría.
—No te ofreceré memoria alguna, ya que pienso que hasta ahora has hecho un excelente trabajo, además de que aceptas lo que eres sin importar lo demás. Eres muy diferente de Amber.
— ¿Qué acabas de decir?− exigí.
—Tuve la oportunidad de conocerla. Decidimos que como Layla ya no estaba para prepararla… cada una de nosotras le ofreció una memoria, hasta que al final aceptó su realidad y lo que debía hacer.
—Debe haber sido muy perturbador para ella— comenté.
—Es una joven interesante. Aunque dudo que su cordura se conserve después de pasar tanto tiempo sola. Las sombras se aprovecharon de eso para acabar con Layla.
—Lamento lo de tu hermana— respondí.
—Ya no importa. Esta noche la seguiré… la dulce Layla.
Miré de nuevo la escena. Yo había dejado de leer, y todos estábamos sentados a la mesa para comer. Había risas y miradas compartidas, Violeta hablaba de esa forma, en la que mueve demasiado las manos para que los demás comprendan lo que trata de explicar.
Al terminar, la castaña estaba tocando el piano para ellos, era una canción feliz, ya que los padres bailaban sin dejar de mirarse a los ojos, mientras que las niñas corrían alrededor.
— ¿Estás lista para volver?− preguntó Elizabeth.
— ¿Y que si no quiero hacerlo? ¿Qué si quiero quedarme aquí para siempre? Ser esa niña sin preocupaciones…
—Vaya que eres molesta— la mujer se cruzó de brazos—. Decide de una vez lo que quieres hacer.
— ¿Qué si quiero las dos cosas?− repliqué.
—No se puede tener todo ¿Lo sabes? Yo quería vivir feliz con mi prometido, pero las estaciones estaban antes que todo eso.
—Lamento que tu vida fuera tan triste y patética, pero no comprendo en que me involucra eso.
—No lo dije para que sintieras lastima por mí, lo dije para que comprendieras que debes tomar una decisión. Las sombras lo mataron y luego tomaron su lugar, mi elección fue acabar con él para salvar a mis hermanas.
No supe que responderle. … ¿Estaba dispuesta a sacrificar todo?
Miré una última vez la escena. Sophie y Ralph nos habían llevado a dormir, cada quien en su cama.
Mamá depositaba un beso en la frente de cada una. Susurrando “Dulces sueños, pequeña”
Sophie lo había hecho hasta el final, ella luchó siempre, a pesar de ser una simple humana.
Cerré los ojos y sopesé la situación.
Dominik no era una sombra, pero sus padres lo eran, él solo fue víctima de las circunstancias. Mis hermanas me esperaban en casa.
Seria reclamada en muy poco tiempo.
Abrí los ojos.
—Voy a volver.
—Una advertencia— me dijo Elizabeth.
La escena de mi familia desaparecía lentamente.
— ¿Cuál?
—Cuando vuelvas, el dolor también lo hará. No será como ahora, será justamente igual que antes, cuando pensabas en la muerte pero ya no podrás retractarte.
—Suena al infierno— respondí.
— ¿Estás dudando?
—Hagámoslo— dije con decisión.
Elizabeth sonrió.

La cabeza iba a estallarme. ¿Por qué rayos quería regresar?
— ¿Hanna?− preguntó alguien.
¿Quién demonios se atrevía a interrumpir mis quejas internas?
Abrí los ojos y traté de levantarme. Fue un grave error, la cabeza me dio vueltas y quise vomitar. Por lo menos el dolor en el pecho se había ido. Estaba segura de que todos mis males eran ahora por el gran golpe que me di en la cabeza.
— ¿Quién…?
Me interrumpí al ver el semblante preocupado de Thomas… el mocoso de los ojos verdes, como solía llamarlo para fastidiar a Amber.
— ¿Qué te pasó?− preguntó preocupado.
— ¿Qué estás haciendo aquí?
—Escuché un grito y luego un golpe… yo… vengo a este lugar muy seguido— dijo y bajó la mirada al suelo.
— ¿Tienes tu auto?− indagué.
—Tengo la moto…
—Necesito que me lleves a casa sin pedir explicaciones. Por favor, cuando lleguemos, simplemente da la vuelta y vete, no quiero que te quedes, es peligroso.
— ¿Por qué habría de hacer eso? Estás herida y más pálida que siempre, no sé cuánto tiempo llevas aquí es como no se ¡Golpéate, gánate una maldita contusión y luego quédate dormida!− exclamó asustado—. Te llevaré al hospital.
—No, por favor… llévame a casa.
— ¿Qué está sucediendo? ¿Por qué dices que es peligroso?
—Tienes que tranquilizarte…
— ¿Cómo demonios quieres que me calme? Llego y te encuentro medio muerta, despiertas asustada y me dices que te lleve y luego que es peligroso que me quede…— Thomas se interrumpió y abrió los ojos en señal de que recordó algo— ¿Por qué es peligroso?
—No me creerías si te lo dijera.
—No lo entiendes, Paul dijo que iría, que estaría con Violeta…
— ¿Tu jodido hermano está en la casa?− grité. Otro error, un dolor punzante me atravesó la cabeza.
Thomas asintió, me ayudó a ponerme de pie.
Odiaba admitirlo, pero realmente necesitaba su ayuda. Él murmuraba cosas que no comprendía, mientras me ayudaba a llegar al estacionamiento, donde estaba su motocicleta.
Subió y luego me pasó un casco. Ambos compartimos una mirada sarcástica ¿Un casco? ¿Ahora? ¿Es en serio?
No contesté, pero lo coloqué con cuidado y luego subí a la motocicleta.
No hablamos en el camino, tampoco es como si se pudiera decir algo con el viento amenazando con reventar mis tímpanos y el dolor de cabeza rugiendo con furia.
El ambiente se tornaba más y más pesado conforme nos acercábamos a la casa, Thomas aceleró y pronto fuimos tragados por una horrible oscuridad.
Él no dijo nada cuando la moto comenzó a fallar. No sabía si reír o llorar ante su cara de: ¿Qué demonios?
¿Dónde estaban mis hermanas? ¿Dominik? ¿Los malditos guardianes?
La respuesta viajó hasta mis oídos al escuchar los aullidos y lloriqueos de Silver.
— ¡Vete!− grité a Thomas.
Negó con la cabeza.
—Voy a buscar a Paul. No puedo volver a casa sin él… mamá se volvería loca… yo…
—Ve por tu maldito hermano y lárguense los dos, esta no es su pelea.
— ¿Y por qué la suya si?
No tenía tiempo para lidiar con él, esas cosas venían por nosotros.
—Ten cuidado— dije—. No dejes que noten tu presencia.
Dicho eso, corrí hasta adentrarme en aquel horrible lugar que antes había llamado hogar.
No me preocuparía por Thomas, no me preocuparía por su torpe hermano, no me preocuparía por Gabriel y los guardianes… solo Violeta, Summer, Dominik y si era mucho pedir Silver.

La oscuridad era absoluta. Sabía que debía acudir a la magia para avanzar, pero hacerlo revelaría mi posición y aumentaría el dolor de cabeza.
Estaba corriendo hacia donde escuché el aullido, cuando mis pies se tropezaron con algo, y caí sobre el fango ¿Qué demonios era eso? Miré los patines para el hielo.
Esa misma mañana había regañado a Violeta porque dejaba sus cosas regadas por todas partes ¡Gracias a todo el universo porque nunca me hacía caso!
Tomé uno de los patines, no era precisamente una espada, pero ayudaría.
Me levanté del suelo, trastabillando un par de veces, para luego recobrar la compostura.
Mis ojos no podían creer lo que veían. Summer estaba protegiendo a Violeta con su cuerpo, ambas se veían agotadas.
No lo pensé dos veces y me lancé sobre ellas, no me importó que las demás sombras me vieran, que fijaran su atención en mí.
Apuñalé a aquel parasito, aquel espectro fallido de la naturaleza…
Summer me miró y pude ver el alivio filtrarse en ella.
Solté la mejor frase que pude pensar en ese momento y abracé a mis hermanas.
— ¿Están bien?− pregunté.
—Define bien— respondió Violeta.
—Creo que si— comenté.
—Vámonos de aquí— dijo Summer.
— ¿A dónde? Tenemos que acabar con esto aquí y ahora. Están en todas partes, yo fui atacada en la escuela…
— ¿Cómo? ¿Quién?
—Tessa, Sam... Los padres de Dominik. No sé quién más.
—Tomaron la forma de Ralph— dijo la menor—. No me sorprendería que viéramos a Sophie también.
Suspiré profundo.
Silver se acercó y comenzó a lamer mi cara, justo donde la sangre se había quedado pegada.
—Aléjate. Sucio— dije y lo empujé ligeramente.
—Déjenme curarlas— pidió Violeta mientras se ponía de pie.
Asentí.
¿Por qué las sombras no nos atacaban ahora? ¿Por qué esperar? ¿Acaso creían que estábamos muertas?
Para cuando Violeta retiró sus manos de mi cabeza, sentí que ya todo estaba mejor, se lo agradecí con una mirada.
Después se encargó de las heridas de Summer.
No sabía cuánto había crecido y madurado. Tal vez yo no era la única que estaba haciendo bien su papel aquí.
—Mamá estaría orgullosa de ustedes— dije.
Un grito se escuchó fuerte, fue algo que hizo que se me revolviera el estómago. Yo conocía esa voz.
— ¿Dominik?− susurró la más pequeña.
Negué con la cabeza. No, él estaba a salvo, debía… él… ¿Por qué?
— ¡Hanna!− mi gemela gritaba mi nombre a la vez que me sostenía por los hombros.
— ¡Las encontré!− gritó una nueva voz, solo que era de mujer.
— ¡Melinda!− exclamó Violeta y se lanzó a los brazos de su amiga.
Gabriel estaba con ella. Él vio que todas estábamos lo mejor posible y vi como el alivio llegaba a sus ojos.
—Debemos irnos— ordenó—. Llegar a la bóveda donde estarán protegidas. Esperar a que todo esto pase.
Summer asintió.
Gabriel la protegería, Violeta estaba con su amiga que al parecer no estaba indefensa… Silver los seguiría.
—Dominik….− susurré y me alejé corriendo del grupo, en dirección al lago, justo donde ese grito tan horrendo se había escuchado.
— ¡Hanna!− gritó Gabriel a mi espalda.
No le haría caso. No.
Mis pies me llevaban por inercia, no necesitaba saber dónde pisaba ya que era un camino que recorría todos los días.
Tropecé con algo, estaba a punto de maldecir de nuevo a Violeta por dejar las cosas regadas. Todo estaba más o menos bien, hasta que me di cuenta de lo que era: Un cuerpo humano.
Lo primero de lo que me di cuenta fue del cabello oscuro. Que no sea él, por favor que no sea él.
Me acerqué poco a poco, lo tomé por el hombro para girarlo. Mi corazón se detuvo por un solo instante, solté la respiración que no me había dado cuenta que retenía.
No era Dominik. Me odié infinitamente por sentirme aliviada por eso, ya que este era otro ser humano que estaba herido.
Su suéter estaba empapado en sangre, la tierra se había quedado pegada a él, provocando que se formara una masa color café fuerte. La visión me dio nauseas, ya que la herida no lucía nada bien, se parecía a aquella que le habían hecho a Gabriel en la espalda unos cuantos meses atrás, solo que el chico la llevaba en el abdomen.
El muchacho abrió los ojos. Un muy famoso color café me observaba.
— ¿Qué estabas haciendo aquí?− pregunté estúpidamente.
—Violeta…— susurró.
Las piezas encajaron lentamente.
“Mi hermano dijo que iría” Me había dicho Thomas.
— ¿Paul?− pregunté.
Él asintió lentamente.
—De acuerdo— dije mientras respiraba profundo—. Vamos a tratar de parar la hemorragia ¿Si?
Volvió a asentir. Odiaba la sangre, era asqueroso. Evité dar arcadas solo para que el chico no se sintiera mal, ni en las manos de una incompetente.
Me quité mi suéter e hice presión sobre la herida con él. Se empapó en tan solo unos minutos.
— ¿V-voy a m-morir?− cacareó.
—Yo espero que no. La muerte me da miedo— respondí.
—A m-mi tamb-bien— dijo y trató de sonreír.
En su boca había sangre ¿Qué tan malo era eso?
Volví a escuchar el grito de antes ¡Dominik! ¡Aguanta! ¡Por favor, aguanta! No puedo dejarlo morir solo…
No podía hacerlo sola. Ya no.
Me levanté la manga de la camiseta y escribí sobre mi brazo:
“Vuelvan, los necesito”
Un par de respiraciones forzadas del chico y no obtenía una respuesta.
—Voy a hacer algo que tal vez no te ayudará mucho— dije—. Pero el dolor será menos.
— ¿L-lo p-prometes?− susurró.
—Lo prometo.
Cerré los ojos. Y esperé a que todas las sensaciones llegaran. Necesitaba hacerlo, él no podía morir de esta forma. Hacer uso de esa magia atraería a las sombras hasta donde estábamos, pero un demonio con eso.
Coloqué mis manos sobre la herida, y pronto el hielo hizo su aparición. Paul respiró con un poco más de normalidad.
—Lamento no poder hacer nada mas— dije.
¿Por qué pasaba esto? Era la segunda persona que moría en mis brazos por mi incompetencia.
Sentí las lágrimas deslizarse por mi cara.
—Lo siento— chillé.
“¿Dónde estás?”  Sentí la respuesta en mi brazo.
¿Qué podía usar como referencia? ¡Todo era un maldito bosque!
Miré por todas partes hasta que lo encontré… maldito espantapájaros.
“Sin Sueños” respondí.
Tomé las manos de Paul entre las mías.
—La ayuda ya está en camino— dije.
— ¿Qué eres?− respondió.
—No lo comprenderías.
Paul iba a responder, pero lo interrumpió una tos, más sangre saliendo de su boca.
¿Por qué rayos tardaban tanto?
Justo cuando estaba por perder toda esperanza, cuando había tomado la decisión de dejarlo ahí solo, fue cuando escuché los ladridos de Silver ¡Que el universo nos permitiera conservar a ese perro muchos años más!
Miré hacia el cielo, solo para darme cuenta de que de verdad podía verlo, las sombras se habían dispersado. ¿Por qué? Me di cuenta de que las estrellas ya brillaban sobre el manto que nos cubría, las estrellas y la luna. Al día siguiente sería reclamada, justo en la entrada del invierno, el equinoccio.
—Hanna ¿Por qué hiciste eso?− me reprendió Summer, pero se interrumpió al ver al chico.
—Paul…— murmuró Violeta.
—Hey— dijo este con un intento fallido de sonrisa sangrienta.
Mi hermana sacudió la cabeza y se inclinó sobre él.
—Vas a estar bien, lo juro.
El chico simplemente asintió, como si ella le hubiera dicho que el cielo es verde y él le diera la razón.
Violeta colocó las manos sobre la herida, el ambiente llenándose de esa agradable sensación.
—Se están acercando— murmuró Melinda. Ella tenía una especie de armas parecidas al resplandor entre sus manos, las giraba nerviosamente.
Me pregunté si ella se daba cuenta de que hacia eso.
—Algo las mantiene alejadas— concordó Gabriel.
— ¿Quieren dejar de hablar en esa estúpida clave?− estalló Summer.
Melinda sacudió la cabeza y sus orejas se pusieron de un color muy rojo.
—Lo siento. Las sombras se alejaron pero no comprendo la razón, algo debió asustarlas…
— ¿Asustarlas?− inquirí—. Esas cosas no sienten miedo.
Melinda sonrió. Se parecía tanto a su hermano con ese gesto que me dieron ganas de darle una bofetada. No me importaba que me cortara la mano con esa cosa que cargaba.
—Te sorprendería saber la cantidad de cosas que pueden sentir las sombras— respondió.
No parecía la misma chica de siempre.
—Como sea— dije y me puse de pie—. Tengo que encontrar a Dominik.
—Iremos todos— sentenció Gabriel.
Miré a Violeta y Paul. El chico ya estaba sentado sobre el suelo.
— ¿Qué eres?− preguntó él— ¿Qué son?
—Emm… bueno… pues yo— Violeta se mordió el labio—. Soy una estación.
— ¿Una estación? ¿Cómo en el tren? No comprendo.
Puse los ojos en blanco, no tenía tiempo para contarle la historia completa.
—Las cuatro malditas estaciones— exclamé ya sin paciencia.
Paul me miró extrañado, como si le sorprendiera el cambio de la chica que hasta hace unos minutos sostenía su mano a esta que le gritaba la verdad en la cara.
—Primavera— dijo y miró a Violeta, su vista se paseó por el resto de nosotras—. Verano, Otoño, Invierno.
— ¿Comprendes ahora o traigo manzanas?− inquirí.
— ¡Por todos los santos pandicornios del mundo!− exclamó y se llevó las manos a la cabeza.
— ¡Esa es mi frase!− chilló Violeta.
Deseé poder retractarme de decir que ella era una persona madura.
—No tengo tiempo para esto— dije— ¿Dónde está tu hermano?
Paul me miró extrañado.
— ¿Thomas?
—Sí, el mocoso de ojos verdes.
—No lo sé… no lo he visto ¿Por qué esta él aquí?− se alarmó.
Intentó ponerse de pie, pero de inmediato ganó palidez. La pérdida de sangre solía hacer eso con las personas.
—Déjame ayudarte— dijo Violeta y lo ayudó a apoyarse en ella.
—Ahora son dos personas las que hay que buscar— dijo Gabriel.
—Nos dividiremos— ordenó Melinda ¿Quién se creía que era? —  Hanna, Gabriel y Summer buscarán a Dominik. Nosotros buscaremos a Thomas. Nos veremos en la bóveda, si necesitan ayuda— miró a su hermano—. Ya sabes que hacer.
Gabriel asintió y así nos dividimos.
Sabía que Violeta estaba en buenas manos ahora.

Juntos corrimos hacia donde estaba la orilla del lago. La escena me dejó atónita.
Las sombras se reunían alrededor de Dominik. Algunas tenían forma humana, otras la oscuridad presente.
Dom apretaba algo en su mano, apostaría mi vida a que era el reloj de bolsillo.
Me acerqué lentamente a donde estaba, me importaba un comino que las sombras estuvieran ahí. Me costó unos segundos darme cuenta de que estaban suspendidas en el tiempo, ninguna se movía.
— ¿Dominik? ¿Estás bien?− pregunté mientras caminaba hacia él.
— ¡No te acerques!— gritó y se removió.
— ¿Qué…?
Se giró para quedar tendido sobre la tierra fría a la orilla del lago. Sus ojos estaban oscuros, completamente negros.
Sentí que me ahogaba con mi propia respiración.
— ¡Vete!− gritó con una voz que no era la suya.
No pude moverme. Gabriel se adelantó, interponiéndose entre Dominik y yo, amenazándolo con el resplandor.
— ¿Qué haces?− chillé—. Necesita ayuda no que…
—Hazlo— interrumpió Dominik—. Mátame.
Gabriel me miró, luego a Summer, no sabía qué hacer.
—Dominik ¿Qué está pasando?− pregunté.
— ¡Mátame!− gritó.

Corazón de hieloWhere stories live. Discover now