Hanna no quería hablarme. Ya llevaba dos semanas sin siquiera voltear a verme.
Yo quería que me perdonara. No lo había hecho con esa intención, solo olvide que había puesto el juego en ese lugar y ya. No era para tanto.
—No es por el hecho en si— me había explicado Summer—. La traicionaste.
No supe que responder cuando me regañó como por milésima vez. Todas ellas creían que yo era egoísta y no las culpaba. Poco a poco, Amber parecía adaptarse a estos temas. Después del ataque de pánico que sufrió, no parecía que le afectara demasiado lo de las estaciones. Incluso se había puesto a entrenar junto con Summer.
Faltaban dos días para la llegada de la mitad del verano, pero contrario a lo que creíamos, no hacia ese calor sofocante. Podías ver a la gente del pueblo caminando con sus bufandas y chaquetas gruesas, comenzaba a hacer frio, lo cual no tenía ningún sentido.
—Es una advertencia— dijo Ralph mientras le fruncía el ceño al parabrisas.
Íbamos los cinco en la camioneta. Hanna sumida en su silencio y las demás poniendo atención a las palabras de Ralph.
— ¿Una advertencia? —indagué.
—A veces, hay algún cambio brusco en el clima, algo así solo sucede cuando las estaciones anteriores tratan de hacer alguna advertencia.
— ¿Las sombras? —preguntó Summer.
—Puede ser— aceptó y apretó el volante.
Todas bajamos de la camioneta. Me sentía paranoica, viendo a todas partes, esperando ver una de esas cosas por primera vez. Yo no sabía cómo lucían, ni como me sentiría al tenerlas cerca.
Después de la última pelea comunitaria, Hanna no me hablaba, Summer se había concentrado en sus entrenamientos, Amber apenas y pasaba tiempo en casa, y cuando lo hacía, entrenaba con Summer.
Ralph aceptó que las sombras estaban cerca. Muy cerca en realidad, incluso hacia comentarios sobre las advertencias, como ahora. Parecía estarse abriendo poco a poco para con nosotras, él nos daba información.
Llegué a mi salón de clases y tomé asiento, sin dejar de ver a todas partes.
Dibujé en mi cuaderno el cómo me imaginaba a las sombras, a las anteriores estaciones, me imaginé el lugar donde debe vivir la primavera. Dibujé todo eso sin poner atención.
Cuando el timbre sonó, me asusté tanto que deslicé el lápiz y rompí la hoja del cuaderno.
La televisión de la cafetería estaba encendida, todos lo miraban.
Melinda y yo nos quedamos viéndola.
La mujer de las noticias decía que las actividades se detendrían en todo el pueblo, ya que estaba entrando mucho, pero mucho frío por el norte. Los lugares por los que la helada estaba pasando terminaban congelados. Y pronto llegaría al pueblo.
Todos salimos de clases.
¿Eso era obra del invierno anterior? ¿Parte de su advertencia?
Los del clima se lo seguían atribuyendo al cambio climático ¡Tontos!
Hanna llamó a Ralph y él pronto volvió por nosotras a la academia. Muchos estudiantes se despedían y se iban a sus respectivos hogares. La escuela quedo vacía en cuestión de una hora.
Para cuando llegamos a casa, ya hacía tanto frio que se sentía hasta los huesos. Ralph encendió la chimenea, nosotras fuimos a cambiarnos y Amber preparó algo caliente.
Seguimos mirando a la televisión, solo para tener algo que hacer.
Summer, sin preguntar, puso la película de: Un paseo por las nubes.
A mi parecer era la película más cursi que existía, pero era la favorita de mi hermana.
Las cuatro nos sentamos frente a la televisión mientras bebíamos chocolate. Nadie quería irse a su respectiva habitación porque el calor acumulado estaba en la sala. Esperaríamos un poco más para que subiera a las recamaras.
Silver llegó y se recostó en el sillón junto a mí. Enredé mis brazos en su cuello y miré la película.
Ralph bajó poco tiempo después, ya cambiado con ropa seca y se unió a nosotras. Nadie dijo nada. Ni siquiera Summer.
Decidimos disfrutar de esa tarde.
Pronto, Ralph se quedó dormido, y sus ronquidos llegaban a nosotras. Ninguna se quejó de ello.
Todo parecía tranquilo. Tan tranquilo que se me erizaba el vello de la nuca.
Tanto silencio era abrumador. Pronto me dejé llevar por los sueños.
Desperté y ya había anochecido. No había nadie a mí alrededor.
Amber estaba en la cocina, de seguro preparando la cena.
Podía escuchar la conversación que Hanna y Summer mantenían en susurros. Me levanté para ver por la ventana, pero estaba completamente empañada.
—Ya despertaste— dijo Amber. Estaba asomada desde la puerta de la cocina con un recipiente sobre sus manos— ¿Me ayudas con la cena?
Asentí y fui a donde estaba.
— ¿Dónde está Ralph? —pregunté mientras me lavaba las manos.
—No sé, dijo que tenía algo importante que hacer.
—Bueno… ¿Amber?
— ¿Aja? —respondió sin dejar de picar las verduras.
—Tu… bueno, ya sabes ¿Te sientes parte de esto? Quiero decir, realmente del otoño y todas esas cosas.
Ella dejó de hacer lo que hacía y miró al frente, respiró profundo antes de responder.
—Es complicado. Una parte de mi sabe que es lo que tiene que ser, que debo cumplir con eso por el bien del mundo, que no puedo evitar ser reclamada, pero tengo tanto miedo de que ustedes se vayan antes, primero será Hanna, después Summer, luego yo y un año después te reclamarán a ti. Ni siquiera sé cómo funciona esto. Según Ralph, solo el mundo nos pide para él, aunque no sé cómo sucederá. Por otra parte está mi vida aquí, Thomas, la escuela, Tessa, la música… Todo eso, lo voy a extrañar tanto.
Mi hermana dejó de hablar y siguió con lo suyo.
—Entonces ¿Te gustaría quedarte?
—Me gustaría tener la capacidad de elegir— respondió cortante.
Seguí preparando las cosas y ya no hablamos más del asunto.
Ralph llegó para la hora de la cena. Summer y Hanna seguían hablando, aunque el tono de ambas iba en aumento, parecía otra discusión.
—Quizá debamos dormir en la sala de nuevo— sugirió Summer mientras jugaba con un brócoli que había sobre su plato.
—Tienes razón— concedió Ralph—. Las habitaciones están muy frías, en especial el ático.
Hanna bufó, pero no dijo nada. De pronto se puso de pie y salió de la cocina.
— ¿Qué le pasa ahora? —preguntó papá.
—Estuvimos hablando y se enfadó conmigo— respondió Summer.
— ¿Hablando? ¿Sobre qué? ¿Las sombras?
Me estremecí ante la sola mención de esas cosas.
—No, de Dominik.
Bajé la mirada al plato y los demás hicieron lo mismo. Nadie quería tener que decirle nada a Dom cuando Hanna fuera reclamada, así que si cortaban su “amistad” desde ahora, sería mucho mejor. No debía estar tan atado a nosotras, aunque algo me oprimía el pecho, ese sentimiento de que él volvería a estar solo.
Terminamos, y mientras Amber y yo recogíamos la mesa, Ralph y Summer montaron las cosas en la sala para pasar una noche cálida. Ya que el estar internados en una cabaña en el bosque tampoco ayudaba mucho a conservar el calor.
No había nada que me gustara del frio. No podía salir, mis flores habían muerto a causa de la helada y era muy difícil mantenerte caliente.
Me envolví en la manta y me di la vuelta en el sillón. Silver llegó y se acomodó sobre los pies de Hanna.
Muy pronto me dejé llevar, no quería hablar con ellos, no cuando todos estábamos enfadados con todos, obviamente, Amber no se incluía en todos, nadie podía enfadarse con ella.
Sophie solía decirme que cuando las personas estaban enojadas, necesitaban tiempo para recomponerse y calmarse, de lo contrario, podían decir cosas de las que se arrepentirían después.
Por eso le estaba dando su espacio a Hanna; solo que sentía que ya era demasiado, ella debía perdonarme. Se lo diría por la mañana, y si me decía que no, o me ignoraba como hasta ahora lo había estado haciendo, le insistiría y si es necesario, me convertiría en su parasito personal.
Muy pronto me quedé dormida.
Un sonido fue lo que hizo que me despertara. Una canción muy ruidosa.
Abrí los ojos y vi como Hanna se levantaba y contestaba su celular. Ella dijo que si un par de veces, luego subió a su habitación.
La seguí y pude ver a través de la puerta abierta que estaba metiendo en una mochila sus patines para el hielo.
Corrí a mi cuarto y busqué los míos. Cuando bajé ella ya estaba en la puerta.
— ¿A dónde vas? —le preguntó Ralph. Él tenía un café entre las manos.
—El lago está congelado, voy a patinar.
—Si te digo que no, aun así lo harás. ¿No?
Hanna medio sonrió.
—Vete— concedió Ralph.
— ¡También voy! —exclamé y me escurrí por la puerta antes de que pudiera detenerme.
Me había calzado mis botas negras. Me puse mi chamarra calientita y los guantes que no me cubrían los dedos, no sabía por qué, pero algo sobre tener los dedos cubiertos o las manos atadas, hacía que me llenara de ansiedad.
Corrí detrás de Hanna.
Tardé un momento en darme cuenta de que Silver venia corriendo detrás de mí, me detuve para que pudiera alcanzarme.
El perro llevaba puesto un suéter que Ralph había comprado para él, se veía muy gracioso con eso que tenía cuadros azules y rojos.
Ambos corrimos hasta alcanzar a ver a Hanna de nuevo.
Ella se detuvo al llegar al lago, era cierto, estaba completamente congelado.
Había alguien más ahí, Gabriel estaba recargado sobre un árbol con los brazos cruzados sobre el pecho. Él no iba tan abrigado como nosotras, pero no parecía sentir el frío.
Todo el suelo y los árboles estaban cubiertos por escarcha.
— ¡Hanna! —Grité y capté la atención de ambos— ¡Espérame!
Ella puso los ojos en blanco y siguió andando.
Gabriel me miró y luego le preguntó algo a Hanna, algo que no alcancé a escuchar.
Silver empezó a ladrar a mi lado, no le puse atención y seguí corriendo para alcanzarlos.
Algo me frenó en seco.
Un horrible escalofrió subiendo por mi espalda y haciendo estremecer todo mi cuerpo. ¿Qué era eso? ¿Por qué de pronto no podía moverme?
Escuché como algo se rompía a mis pies y pronto ya no sentí nada más que frío.
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Corazón de hielo
FantasyHabía una vez cuatro hermanas ellas vieron que al mundo le hacía falta algo. Antes, según la leyenda, el mundo se dividía en partes y en cada parte haría una estación. Las cuatro hermanas sintieron que estas estaciones deberían ser compartidas, que...