CAPITULO 59.- MELINDA:

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—Háblame más de ellos— le había pedido al abuelo.
Él bajó el vaso con agua que estaba a punto de llegar a sus labios y me miró, con sus ojos llenos de sabiduría.
— ¿De los primeros guardianes?− preguntó.
Asentí enérgicamente, el abuelo suspiró.
Decidí sentarme sobre el fango, habíamos estado entrenando toda la mañana, el abuelo me regaló una mirada.
Refunfuñando me puse de pie y seguí golpeando al aire con patadas y golpes. Antes golpeaba pilares, pero mis manos comenzaban a agrietarse.
— ¿Cuándo podré usar armas?
—Cuando estés lista— contestó.
Yo odiaba ese tipo de respuestas.
—Fueron personas valientes.
—Eso ya lo sabía.
— ¿Me vas a interrumpir o quieres escuchar la historia?− me reprendió.
Cerré la boca, él medio sonrió y continúo.
—Era una familia conservadora, que se encontró con un hombre que necesitaba ayuda. Ese hombre era el padre tiempo, los jóvenes de esa familia decidieron ayudarlo, a cambio de algo, debía hacerlos fuertes para enfrentar a las sombras. El padre tiempo, con ayuda de las estaciones y de la magia antigua…
— ¿Magia antigua? Yo recuerdo que solo hay un solo tipo de magia…
—La magia antigua es aquella que podían usar las estaciones, es muy extraño que también acompañen a un guardián, pero se ha dado el caso.
—Genial— sonreí.
El abuelo negó con la cabeza. Tenía esos gestos que Gabriel imitaba hasta la fecha, tal vez ni siquiera se daba cuenta de que lo hacía.
—Haciendo uso de eso fue que lograron hacer a estas personas fuertes, rápidas, ágiles. Crearon armas para ellos, con eso pudieron acabar con las sombras de esa época. Los guardianes surgieron en un momento de desesperación, fue en esa batalla donde demostraron su valía. No están arraigados a una sola familia, un guardián puede ser aquella persona que demuestre que es fuerte, valiente y determinada, puede ser aquel que nació para ser un protector.
Recuerdo que esa fue una de las últimas conversaciones y entrenamiento que tuve con el abuelo. Días después, sucedió lo del incendio.

Sacudí la cabeza para volver a la realidad. Violeta, Silver y Paul corrían a la par y eso era muy lento, dado que Paul había perdido sangre, ellos debían ir a la bóveda y permitirnos a Gabriel y a mi terminar con todo esto.
¿Dónde se había metido Thomas? Él no era parte de mi obligación como guardián, tampoco su hermano. Pero era mi deber de amiga mantenerlos a salvo, ayudarlos a salir de todo esto, como persona no podía permitirme abandonarlos.
Acompasé mi paso al de ellos, siguiendo a Silver, quien decidió tomar la delantera, el perro nos mostraría el camino. Cuando las chicas fueran reclamadas, me encargaría de Silver, incluso podría entrenarlo, todo un perro guardián, literalmente.
— ¿De dónde sacaste eso?− preguntó Paul señalando mis armas.
—De una armería— respondí.
Él puso los ojos en blanco.
—Muy graciosa— espetó, pero no dijo nada más.
¿Qué explicación le daría? ¡Hola, soy Melinda y soy un guardián! Esa cosa sonaría muy de Disney. Además, me sorprendió la facilidad con la que aceptó lo de las estaciones, aunque no la rapidez, ya que si bien Paul era rápido para comprender algunas cosas, era muy lento para otras.
Silver se detuvo tan rápido que Violeta tropezó con él.
Levanté los sais y me coloqué en posición para atacar. Las ramas de los arbustos que estaban a un lado de la casa comenzaron a moverse. Sentí mis nervios tensarse y luego calmarse, eso siempre sucedía.
Silver se lanzó sobre los arbustos, me extraño el hecho de que no gruñía, si no que más bien movía la cola en señal de juego.
Relajé los hombros, pero no retrocedí ni bajé las armas.
—Basta, déjame— chilló una voz desde los arbustos.
— ¡Quítate!− Paul se acercó y alejó al perro—. Es Thomas— nos explicó.
Eso no me ayudó a saber porque debería ayudarlo a levantarse, el muy idiota tenía la culpa por haber decidido entrar al lugar aun cuando las sombras estaban invadiendo.
Miré hacia el cielo, esas cosas avanzaban en una cantidad alarmante hacia el lago, algunas se detenían sobre nosotros, pero no el tiempo suficiente.
Fruncí el ceño ¿Qué podía ser más importante?
— ¿Qué pasa?− me preguntó Violeta.
—Hay algo que las atrae… como si necesitaran que todas ellas estén reunidas, no se…
—Es peligroso ir al lago ahora— dijo Laia a mi lado.
La fulminé con la mirada. Buena hora la que eligió para aparecer.
— ¿Por qué?− preguntó Violeta alarmada—. Mis hermanas están ahí… también Dominik.
— ¿Con quién hablas?− inquirió Paul, quien ya estaba a un lado de nosotras.
Sostenía a su hermano, quien al parecer tenía una pierna lastimada.
— ¿Qué sucedió?− pregunté.
—Me caí— admitió avergonzado, luego dibujó una sonrisa algo siniestra.
No pude reaccionar a tiempo, no sé qué fue primero, si el gruñido de Silver o la transformación del chico.
Laia se encargó de lanzar a Violeta hacia atrás, Silver de abalanzarse sobre la sombra, y yo… yo me quedé pasmada, igual que una completa inútil. Por eso las sombras no se habían tomado la molestia de bajar, porque ya había una de ellas entre nosotros.
Paul estaba contra el suelo, sus ojos abiertos de par en par, no podía creer que lo que hasta hace unos segundos era su hermano hubiera tratado de matarlo.
—No es Thomas— me escuché decir. Mi voz sonaba hueca, vacía, igual a la de Evan—. Es una sombra.
— ¿U-una qué?− tartamudeó.
Sacudí la cabeza para salir del trance, esa cosa estaba tomando forma de nuevo, mil caras pasaron ante nosotros, para que al final eligiera la de alguien más conocido: El abuelo.
Rechiné los dientes. Habían utilizado el mismo truco cuando no pude asesinarla en el sótano.
—Te conozco— dije—. Estabas en el sótano, te habían capturado.
La sombra sonrió. Las arrugas de los ojos se marcaron aún más… se parecía tanto a él… si no fuera por los ojos completamente negros.
—Me liberaste — dijo con una voz siniestra.
—No quería hacerlo— repliqué.
—Gracias a ti es que pude advertir a mis compañeras de las presencia de los guardianes.
Apreté la mandíbula, los sais firmes en mis manos. Yo realmente podía hacer esto.
No le daría la satisfacción de verme ser débil, no otra vez, nunca más.
— ¿Qué está pasando en el lago?− pregunté.
El hombre desvió la vista, para fijarla en aquel lugar al que todas las sombras se dirigían.
—El líder ha elegido un recipiente— contestó.
Giré unos pasos, la sombra hacia lo mismo, ambos atrapados en un baile sin fin, una danza mortal en la que cualquier paso en falso significaba la muerte del otro. Me coloqué de tal manera que mis amigos quedaran a mi espalda y Silver a mi lado, gruñendo hacia la sombra. El perro estaba enfadado porque también se dejó engañar.
¿Dónde estaba Thomas realmente?
— ¿A qué te refieres con que ha elegido un recipiente?
Se pasó la lengua por los labios.
—Él fue preparado desde que lo encontraron, desde que lo adoptaron, no sabíamos que sería elegido para ser el padre tiempo, aunque eso no nos perjudica en lo absoluto.
—Dominik…— susurró Violeta.
—No importa el nombre, ya no importará más. Cuando el líder haga su posesión ya nada será lo de antes.
—No dejaré que lo hagas— dije.
La sombra soltó una carcajada, tan fría que hizo que me recorrieran escalofríos. Corrí hacia donde estaba, pero ya estaba tomando su forma negra, casi incorpórea.
La sentía por todas partes, a mi espalda y luego al frente, después se paseaba por sobre mi cabeza, yo parecía una niña pequeña tratando de espantar las moscas que me fastidiaban.
Bajé los brazos, cerré los ojos y respiré profundo. La respiración es lo primordial, solía decir el viejo, mientras controles tus sentidos, nada ni nadie podrá lastimarte.
Apreté los sais en las manos y giré sobre mi propio eje, un par de veces hasta que escuché el aullido de dolor y furia. Sabía que me atacaría por la espalda, los sonidos la delataban, me incliné solo lo suficiente para tomar impulso y con un salto potente, pude caer sobre la sombra y atravesarla.
Abrí los ojos.
Esa cosa estaba comenzando a deshacerse en un montón de humareda negra.
—Me parece que no lograrás ver a tu líder realizado— espeté.
La sombra rugió con furia, me incliné para estar preparada, solo que su golpe nunca llegó.
De entre los árboles surgió el sonido de un motor, con una rapidez sorprendente, una motocicleta salió disparada en dirección a la sombra, esta no supo qué fue lo que sucedió, pero las llantas del armatoste terminaron con lo que yo había comenzado.
—Malditas cosas— gruñó Thomas.
Él estaba sobre la motocicleta, la hizo a un lado y se bajó trastabillando, había sangre sobre su cabeza y estaba lleno de lodo y hojas secas.
— ¿Qué estas…?− comencé, pero una mirada fulminante me obligó a callar.
Conocía esa pose, Gabriel la adoptaba cuando estaba evaluando la situación.
Thomas me miraba, después mis armas, frunció el ceño como diciendo: Hablaré de eso más tarde. Después fijó la vista en Paul y Violeta, pasando por completo al perro.
Levantó un dedo amenazante hacia su hermano. Respiró agitadamente un par de veces.
—Más te vale tener suficientes ahorros— apretó los puños una y otra vez, estaba enojado, se notaba a simple vista que le costaba trabajo contenerse—. Porque no tendré un maldito reembolso por esa cosa— terminó y apuntó a su moto.
—Estoy bien, gracias por preguntar— dijo su hermano.
Thomas se pasó las manos por el cabello.
— ¿Qué está pasando?− preguntó con su voz a punto de romperse.
—No hay tiempo para explicar— dije—. Debemos llegar a la bóveda, es donde te diré todo.
Asintió, pero antes me regaló otra mirada de fastidio total.
—Espera— le dijo Violeta, mirándolo a los ojos—. Melinda, préstame un cuchillo—pidió.
No sabía lo que quería, pero aun así se lo di. Ella tomó una mano de Thomas entre las suyas e hizo una cortada en su palma.
— ¿Qué estás haciendo?− gritó él, quitando su mano sangrante de las de mi amiga.
Violeta sonrió.
—Nada, ya todo está bien.
— ¡Me cortaste!− gruñó.
—Era para saber si de verdad eras tú…
Nos dio la mirada de hermano mayor, pero se limitó a simplemente decir maldiciones y envolver su mano en un pedazo de tela.
Silver quiso encabezar la marcha de nuevo. Atrás de él estaban Paul y Violeta, después veníamos Thomas y yo.
Me ponía atenta ante cada sonido.
— ¿Qué sucedió?− pregunté en voz baja.
—Traje a Hanna. La encontré en la escuela, estaba inconsciente, después de llegar… buscaba a Paul por todas partes, fui al árbol del columpio y algo me atacó por la espalda, mi cabeza se estrelló con una roca… lo último que recuerdo es que me levanté y fui por la motocicleta para moverme más rápido, después llegué a donde estaban…— se frotó la cara con frustración—. No entiendo nada.
—Prometo explicarlo si sobrevivimos.
Levanté la vista y alcancé a ver las demás figuras al frente ¿Por qué Silver nos había traído al lago y no a la bóveda?
Hanna retrocedía algunos pasos, hasta que se estrelló con Summer, quien parecía fuera de sí, mientras observaban a la figura que se retorcía a la orilla del lago.
Silver comenzó a gruñir, su pelo estaba erizado. El perro solo tenía esa reacción cuando las sombras eran una amenaza.
Dominik estaba tratando de ponerse de pie, pero sus manos resbalaban sobre el lodo y caía de cara al suelo, la mitad de su cuerpo estaba metido en el frío lago.
Hanna quiso acercarse a ayudarlo, pero Summer la sostuvo por los brazos.
Gabriel parecía indeciso con el resplandor brillando entre sus manos firmes.
— ¡Lo encontramos!− gritó Violeta. Quien no se había dado cuenta de la situación.
Dominik dirigió su mirada hacia dónde provenía la voz de mi amiga. Sus ojos oscuros y vacíos. Su rostro reflejando enojo y rabia.
Hasta ese momento él no se había percatado de nuestra presencia. El recipiente del líder.
El padre tiempo se llevó las manos a la cabeza, gritó y el caos estalló.
Las sombras salieron de su trance, flotando a nuestro alrededor, llevándose la energía poco a poco.
Gabriel me miró y asintió.
Levanté mis armas y golpeaba y apuñalaba a todas aquellas que se atrevieran a posarse frente a mí. La misión era sencilla: Abrir camino para llevarlos hasta la bóveda.
A pesar de estar trabajando de una manera rápida y de que contábamos con la ayuda de Summer y Violeta, que utilizaban su magia para acabar con más de ellas. A pesar de eso, no parecían disminuir, su número era infinito.
—Hanna— dijo Summer.
La albina estaba en una especie de trance ya que no podía apartar la mirada del chico que se retorcía sobre el lodo.
—Por favor— susurró el invierno.
Dominik negó con la cabeza.
— ¡HANNA!− volvió a gritar Summer.
Al fin, la albina giró para ver lo que sucedía.
Summer estaba de rodillas sobre el suelo, su piel muy pálida.
No lo pensé dos veces, abandoné mi posición y corrí a donde estaba, reuniendo toda la fuerza que era capaz de soportar. Los oídos comenzaron a sonar con ese chillido agudo que te indica que algo está mal con tu cuerpo. Una sombra salió de ninguna parte y me hizo caer de trasero contra el suelo.
Miré al frente, Hanna tenía las palmas de las manos contra el lodo. De pronto fue como si toda la humedad que reinaba estuviera palpable, presente, el agua del lago… el final del otoño y el comienzo del invierno.
Ella cerró los ojos para sentir las cosas a su alrededor. Sabía lo que trata de hacer, quería controlar sus sentidos tal y como el abuelo solía decir.
Hanna sonrió un poco al escuchar el relámpago sobre el cielo.
—Gracias, Amber— susurró.
Y comenzó a llover.
Los aguijones de agua helada chocando contra mi cuerpo.
Hanna abrió los ojos, completamente segura de que Amber y las otras estaciones no nos dejarían pelear solos.
Con un grito golpeó la superficie mojada y hielo salió despedido por todas partes. Del lago salían despedidas capas y capas de agua congelada. Los riachuelos que se estaban formando terminaron convertidos en hielo.
Dominik o la sombra que estaba tratando de dañarlo gruñó de frustración.
Hanna sonrió. Estaba segura de que si el recipiente no hubiera sido él, no habría dudado en dejar que Gabriel le atravesara el corazón con el resplandor.
Las sombras quedaron congeladas, no muertas o dispersas, por lo menos nos daba tiempo para hacer algo.
Sacudí la cabeza para salir del trance. Parecía un torbellino, el abuelo me lo decía, que yo solía causar tanto daño como un huracán. Podían juzgarme como imparable, acabando con esas cosas en un santiamén, saltando, evadiendo los ataques a una velocidad impresionante, y aprovechando el estado de inamovilidad de las sombras que Hanna había congelado.
Mi hermano, se quedó con las sombras que aún tenían movimiento, aquellas que danzaban a su alrededor. Yo tenía que acabar lo más pronto posible para ir a ayudarlo.
El guardián gruñía y apuñalaba a aquellas que se atrevían a acercarse, y fue cuando comprendí: él también estaba actuando rápido. Quería acabar con todo eso antes de que algo peor sucediera.
Terminé con la última sombra congelada y me dirigí corriendo a donde estaba mi hermano.
Hanna le ofreció ayuda a Summer para que se levantara del suelo frío. Vapor salía de nuestras bocas a causa de las bajas temperaturas, a pesar del frío, mi cuerpo no se movía más lento.
Violeta y los hermanos que parecían observar todo con los ojos abiertos como platos.
—Tenemos que ayudarlos— dijo mi amiga.
— ¿Y crees que necesitan ayuda?− dijo Paul con la sorpresa reflejada en su semblante.
— ¿Estás mejor?− preguntó Hanna.
Él medio sonrió.
—Ahora podré presumir de tres maravillosas cicatrices— ironizó.
Puse los ojos en blanco ¿Qué trauma tenían los hombres con las cicatrices o marcas?
— ¿Qué pasa con Dom?− preguntó Summer.
Hanna negó.
—No lo sé.
— ¡Cuidado!− advirtió Thomas, quien se había mantenido muy callado.
Miré al frente, solo para ser golpeada en la cara, un golpe seco y directo. En ese instante, antes de caer al suelo, fue que me di cuenta de que su advertencia había sido para mí y no para las estaciones.
Thomas estuvo atento a la pelea desde el principio.
Me apoyé en las manos para levantarme, los brazos me temblaban y la cabeza me pesaba como si cargara al mundo sobre mis hombros.
Las sombras tenían rodeado a Gabriel. Mi hermano estaba sobre el suelo, con la espada clavada en la tierra, tratando de ponerse en pie.
Traté de gatear a donde él estaba y mi mano chocó con algo, me di cuenta de que era uno de mis cuchillos, los cuales estaban regados por todas partes, habían salido expulsados a causa del golpe.
Para cuando me di cuenta de lo que sucedía ya era demasiado tarde. Las sombras se abalanzaban sobre las estaciones, Hanna salió disparada en una dirección alejada de sus hermanas.
¿Qué había pasado? ¿Las sombras lograron descongelarse? ¿Cómo?
Me levanté trastabillando, escuché un quejido a mi derecha. Thomas y yo fuimos lanzados en la misma dirección.
— ¿Estás bien?− pregunté.
— ¿Sin contar todos los huesos rotos? Sí, estoy bien— dijo con sarcasmo. También se levantó— ¿Qué demonios fue eso?
—Se han descongelado…
Una risa siniestra me obligó a callar. Dominik abandonó su lugar junto al lago, caminaba, aunque más bien podía decirse que flotaba sobre la superficie. Se acercaba a donde estaban los demás.
—Muévete— susurré a Thomas—. Quedarnos juntos nos convierte en un blanco fácil… busca a tu hermano y lárguense de aquí.
—Ya deberías saber que no me iré.
— ¿Acaso quieres perder más de lo que ya has perdido?
No respondió, en cambio corrió hacia donde estaba Dominik.
— ¡Aquí!− exclamó Thomas, levantando las manos sobre su cabeza, llamando la atención— ¡Aquí, maldito psicópata! ¡Estamos por aquí!
¿Qué le pasaba? ¿Se había vuelto loco?
Paul lo miró y medio sonrió. Se puso a imitar los movimientos y gritos de su hermano, al parecer compartían ese entendimiento al que solo pocos hermanos podían llegar.
Thomas y Paul ahora tenían la atención completa de Dominik y las sombras.
— ¿Ahora qué?− preguntó el menor.
—A correr— respondió el otro. Al darse cuenta de que ya tenían la atención de Dominik.
Ambos le dieron la espalda y corrieron en dirección contraria, pero las sombras fueron más rápidas, siempre eran más rápidas.
Mis cuchillos que estaban regados por todas partes… los hermanos también se percataron de ello.
Sacudí la cabeza para deshacerme de ese horrible sonido que hacía que todo se viera más lento.
Summer y Violeta se encontraban juntas, y Hanna corrió a donde estaban.
Gabriel logró ponerse de pie y mataba tantas sombras como le era posible. Fue cuando llegué a dos fantásticas conclusiones, una mala y una buena:
Uno, la buena: Podíamos utilizar a Paul y Thomas en nuestro beneficio.
Dos, la mala: Debíamos matar al líder para que las demás dejaran de existir.
Acudió a mi mente un recuerdo del abuelo, cuando me dijo que estaba destinada a proteger a alguien.
“Los guardianes” había dicho” Son personas fuertes y valientes. Ellos no nacieron así, o al menos la primera generación no lo hizo. Eran personas comunes hasta que firmaron ese pacto con las estaciones y el padre tiempo. Era un pacto que dictaba que ellos ya no podían salir de esto y que sus familias estarían ligadas a la magia de las estaciones. Los guardianes nacieron cuando demostraron su valía, cuando pusieron las necesidades de alguien más por encima de las de ellos…”

Paul y Thomas ya tenían los cuchillos entre sus manos. Hanna ahogó una respiración.
—En las manos equivocadas solo son simples cuchillos— dije.
No me di cuenta cuando las estaciones llegaron a donde estaba. Al parecer los hermanos tenían toda la atención ahora, incluso la de Dominik.
—Necesito tu ayuda— me dijo Hanna—. Vamos a atrapar a una de esas malditas cosas, necesito una explicación.
— ¿Atrapar? ¿Estás loca? ¿Qué explicación es la que quieres? Todo encaja. Tu novio fue elegido hace mucho tiempo, desde su adopción, ellas lo querían para que fuera el recipiente de su líder. Porque así, tan salvajes como parecen… hay alguien que los maneja, y esa sombra necesita un cuerpo. Fue una ganga para ellas que sea el padre tiempo. Tenemos que matarlo… de lo contrario, todo esto se pondrá peor.
Hanna asintió. No parecía comprender mucho, ya que sus ojos se humedecieron, ella tomó una decisión, yo conocía esa mirada, esa determinación.
Algo llamó mi atención. Dejé de observar a Hanna y dejé que mi mandíbula cayera al suelo al contemplar la escena. Al principio creí que era Gabriel con el resplandor, pero no, eran mis cuchillos, y brillaban como si fuera un guardián quien los sostenía.
Paul y Thomas intercambiaron una mirada de asombro por unos segundos. Ellos se lanzaron contra esas cosas. Sin entrenamiento, sin saber lo que sucedía, sin un pacto de por medio… es la magia quien elige.
—Tú fuiste quien lo dijo—Gabriel estaba detrás de mí, observando la escena—. No podemos hacerlo solos.
Asentí en respuesta y me lancé a donde estaba la acción.
Los movimientos de ellos eran simultáneos como aquellos que han jugado juntos toda la vida. Las heridas de Thomas no parecían entorpecerlo… y luego sucedió. Comenzaron a moverse más rápido, sus golpes eran más fuertes que los de una persona común, y sus movimientos eras tas ágiles como los de un lobo.
— ¿Así es como nos vemos?− preguntó Gabriel a la vez que apuñalaba una sombra con el resplandor.
—Yo espero que no, se mueven como gatitos mojados— repliqué.
Me incliné atrás, solo lo suficiente para evadir un golpe, luego me moví rápidamente para clavar mi arma en la sombra.
¿Por qué hasta hace poco su número me parecía infinito? Estaba acabando con ellas tan fácil… es como si se estuvieran debilitando.
Gabriel apuñaló dos sombras más, y cuando la oscuridad se dispersó, pudo ver una figura de pie frente a él.
—Sabes la solución— dijo Dominik—. Mátame.
—No— replicó mi hermano sin bajar su espada—. No lo haré, no mientras sigas luchando.
Así que era por eso. Las sombras no estaban peleando con toda su fuerza porque Dominik se resistía a esa cosa, a lo de ser el recipiente. La fuerza de voluntad del chico era lo único que marcaba la diferencia, lo que decidiría nuestra vida o nuestra muerte.
—Pelea— dije—. Tienes que pelear.
Él me miró. No pude evitar recordar aquel día, cuando me recogió en la academia porque Gabriel tenía cosas que hacer, y luego llegamos a casa de Violeta donde bañamos a Silver, esa fue una de las mejores tardes de mi vida.
—Eres una buena persona— continúe.
Dominik apretó los puños una y otra vez. Su mandíbula estaba tensa, cayó de rodillas sobre el suelo.
—Mátame— susurraba una y otra vez.
— ¿Las dejarás ganar? ¿Así de fácil?− preguntó Summer—. Todos sabemos que eres más fuerte que eso.
Dominik, o la sombra que lo estaba utilizando, rompió a reír.
— ¿De verdad?− preguntó— ¿Solo palabras? Son patéticos, realmente patéticos.
Gabriel apretó en resplandor entre sus manos y gruñó.
—No tengo miedo de tu espada mágica, tampoco de un guardián mediocre como tú, no tengo miedo de las estaciones…
— ¿Cualquiera puede ser el recipiente?− preguntó Hanna, su voz hueca y sus ojos vacíos.
Al parecer, eso captó la atención de la sombra, ya que dejó de reír.
—Te escucho— dijo y ladeó la cabeza a manera de evaluación.
Hanna respiró profundo.
—Úsame. Seré tu recipiente si lo dejas ir, piénsalo, una estación fuerte es mejor que un pobre chico asmático— propuso.
—Hanna, no…— lloriqueó Summer.
Su hermana la calló con un movimiento de la mano.
—Él es el padre tiempo— dijo Dominik.
—Y yo soy el invierno. Elige ya, esta es tu última oferta.
Dominik sonrió y algo horrible sucedió.
Una masa negra, más oscura que cualquiera de las sombras, emergió del pecho de Dominik, parecía que nunca terminaría, el clima cambió, sintiéndose frío y muerto. Esa cosa era más grande que cualquiera que hubiéramos enfrentado antes. Sentí tanto miedo que incluso retrocedí dos pasos, los demás hicieron lo mismo, Silver no dejaba de aullar.
Sostuve los sais fuerte con mis manos, si la muerte decidía reclamarnos ahora, moriría de pie, como los héroes sobre los que leía.
Gabriel tomó el Resplandor fuerte, sus brazos marcándose con los músculos de todo el esfuerzo que le estaba costando mantenerse en pie. Su cuerpo estaba lleno de cortadas.
Thomas y Paul se acercaron un poco a mi hermano, sosteniendo los cuchillos como novatos. Debían irse, correr, alejarse, aunque estaba segura de que esas cosas no los dejarían vivos, no después de haber participado en algo así.
El viento comenzó a soplar fuerte, trayendo copos de nieve con él. Miré la escena, pequeños bultos blancos formándose en todos los rincones, sobre la tierra, sobre nosotros.
—El invierno— susurré.
La oscuridad y la pureza de la nieve en una pelea que no parecía tener fin.
La sombra dejó en paz a Dominik. El chico estaba en el suelo, apoyado sobre sus manos y rodillas, tratando de hacer llegar oxígeno a sus pulmones. Violeta y Paul se acercaron para ayudarlo a ponerse en pie.
—Hanna, no lo hagas— pidió cuando pudo recobrar un poco de aire.
Se notaba que le costaba trabajo respirar, su pecho subiendo y bajando en una catastrófica respiración.
Hanna le regaló una sonrisa, cerró los ojos y abrió los brazos.
La sombra rugió de satisfacción, y se fue en picada hacia donde estaba la albina.
Todo sucedió muy rápido.
Gabriel se movió a una velocidad impresionante de mi lado, con el resplandor brillando más fuerte que nunca. El arma firme entre sus manos.
Mi hermano atravesó la sombra con su arma. Esa cosa gigante no cedería, las demás sombras estaban quietas, congeladas, observando a su líder al igual que nosotros, observando la pelea del guardián.
La sombra no se dispersaba al igual que las otras cuando las apuñalaban, esta parecía regenerarse.
“Se necesita luz para acabar con la oscuridad, al igual que se necesita bien para derrocar al mal” Recordé las palabras del abuelo.
—Tenemos que atacar al mismo tiempo—  dije a Paul y Thomas.
Los hermanos asintieron. Tiempo era lo que no teníamos, esa cosa, a pesar de ser grande se movía tan rápido como Gabriel, aprendiendo de sus movimientos e imitándolos.
El resplandor brillaba y su luz no se apagaba con nada, me costó un poco de trabajo darme cuenta de que todas las armas brillaban, mis sais y los cuchillos de aquellos que no tenían nada que ver con esta pelea.
Apreté mis armas, y con un rugido de furia dejé el suelo que estaba bajo mis pies, un salto firme y fuerte, usando mi velocidad, terminé encima de la sombra, justo a la altura de su cara, di vueltas a los sais en mis manos y los clavé poco a poco en la sombra para llegar a sus ojos y cegarla, darle un poco de ventaja a mi hermano, quien me miraba con cara de ¿Qué demonios estás haciendo?
Thomas y Paul no perdían el tiempo, parecían pequeñas hormigas moviéndose y cortando lo que se suponía eran los pies de la sombra. Eso la hacía tambalearse y me hacía perder de vista mi objetivo, ya que uno de los sais se salió de donde estaba clavado y terminé cayendo solo unos metros, era una distancia valiosa.
Con un pequeño grito clavé mi arma y seguí escalando hasta llegar a los ojos de esa cosa.
— ¡Sorpresa! —exclamé cuando me miró. Clavé mis armas en sus ojos.
La sombra aulló de dolor y yo caí, estaba cayendo, si moría aquí no me importaba, fui valiente y fuerte hasta el final, me gustaría que se contaran historias sobre mí.
No di un primer beso.
Sentía el suelo acercarse.
No podría hacerme cargo de Silver.
El viento seguía rozando mi cuerpo.
No podría despedirme de mis amigas cuando fueran reclamadas.
Gabriel gritaba mi nombre…
Y de pronto, todo se detuvo.
Abrí los ojos lentamente, mirando como el cielo pasaba a los colores claros del amanecer. ¿Qué había pasado?
— ¿Estás loca? ¡Casi te matas! —me reprendió Laia.
Me costó unos segundos darme cuenta de que ella había amortiguado mi caída. Solté los brazos de Laia cuando mis pies tocaron el suelo.
Miré como mi hermano seguía peleando, con los chicos haciendo guardia y atacando cuando Gabriel retrocedía.
Violeta estaba a un lado de Dominik, tratando de ayudarlo, pero él la apartaba una y otra vez. Quería levantarse y ayudar a los demás.
La sombra avanzaba hacia Hanna.
Ella se veía débil por primera vez, sus ojos admitían la derrota, y sus brazos seguían abiertos esperando aquel destino que era inevitable, es como si ella comprendiera que ya no había más tiempo.
—Tiempo…— murmuré.
Los guardianes retrocedieron unos pasos, cuando la sombra trató de aplastarlos con una de sus enormes manos negras.
Corrí a donde estaban Dominik y Violeta. Summer se estaba acercando a donde estaba Hanna.
—Levántate— dije cuando llegué, ambos me miraron—. Violeta, déjalo acercarse. Necesitamos tiempo.
Dominik me miró, sus ojos se iluminaron con la esencia de alguien que se sabe necesario, indispensable. Se puso de pie con dificultad, pero me siguió, sus pasos se escuchaban detrás de mí, sus pasos vacilantes y los seguros de Violeta a su lado.
Me detuve y ellos hicieron lo mismo.
Dominik sacó el viejo reloj de bolsillo que apretaba mientras estaba a punto de morir, de irse para siempre. Sus labios se movían en muchas palabras que no comprendí y tan rápido como todo había sucedido…. El tiempo se detuvo.
La sombra quedó congelada en un ataque y sus súbditos que decidieron volver a la pelea, quedaron suspendidos en una especie de trance.
Paul, Thomas y Gabriel respiraban con dificultad. Había heridas, cortadas en sus cuerpos y sangre salía de ellas, pero no parecía demasiado grave, nada que no se curara con algunos ungüentos y vendas.
Summer estaba tratando de convencer a Hanna de que se moviera, ella simplemente negaba con la cabeza, como alguien derrotado.
No me di cuenta cuando Dominik abandonó su puesto, hasta que lo vi al lado de Hanna.
—Levántate—  pidió.
— ¿Estás bien? —preguntó ella.
—Esta no es la Hanna que yo conozco, levántate.
—No, ya no quiero nada… ya no quiero seguir. Elizabeth dijo que el dolor se iría, ya no quiero sentir más dolor.
—Son las sombras las que te hacen hablar así, mi hermana jamás se daría por vencida— dijo Summer.
—No tienes idea de cuánto tiempo he estado peleando… simplemente ya no quiero…
Dominik ahogó un grito de frustración, se inclinó con todo y su cansancio y levantó a Hanna sobre su hombro.
—Si tengo que cargar con lo de ambos lo haré, pero no te rindas ahora— dijo el chico de ojos bicolor mientras rugía por el esfuerzo.
Hanna tenía los ojos abiertos de par en par, como si le sorprendiera tal hecho.
Juntos avanzamos hacía el puente, lo más alejado posible de la sombra. Dominik dejó a Hanna sobre la madera y se inclinó para que sus ojos quedaran a la misma altura.
— ¿Estás mejor ahora?− preguntó él.
— ¿Por qué lo haces? ¿Por qué lo sigues haciendo? Ya no…
Dominik la tomó de la barbilla, obligándola a mirarlo.
—Porque te amo— respondió el chico completamente seguro.
Los dejé atrás, me di la vuelta y corrí de nuevo a la pelea. La sombra se redujo, y las sombras más pequeñas se disolvían lentamente, sin poder hacer nada al respecto.
¿Ganaríamos? Digo, no fue simple, me sentía cansada, demasiado, pero ¿Ganaríamos? Nunca hubo demasiada esperanza. Suspiré profundo y levanté los brazos al cielo, con la nieve que seguía cayendo y cubriendo toda la oscuridad con ella.
Reí cuando Gabriel y Laia apuñalaron a la sombra una última ocasión, cuando esa cosa se dispersó en el aire. Reí y caí de rodillas, reí porque no había nada mejor que hacer, solo la risa cabía en ese lugar.
Los demás comenzaron a mirarme como si estuviera loca, como si no hubiera algo más que mirar.
Los ojos de Thomas se ampliaron con la sorpresa, pero no pude poner las palabras que correspondían a sus labios. Mis oídos parecían haber dejado de escuchar todo, mis sentidos se apagaban poco a poco.
La sombra se estaba regenerando, no tan grande como antes, como una persona normal. Se movió a una velocidad peligrosa y nos pasó a todos como si fuéramos un montón de niños tratando de atrapar la lluvia.
Solo atiné a girar la cabeza y ver como se dirigía hacia Hanna.
Todo fue muy rápido, Dominik la sostuvo por los hombros y la lanzó a un lado, mientras que la sombra atravesaba su pecho y reía, como si hubiera sido tan fácil. Como si de verdad se pudiera acabar con la maldad del mundo, con los malos sentimientos.
Esa cosa se paró sobre el puente y fue adquiriendo una forma humana. Una mujer alta, de risos negros y ojos de igual color, su tez pálida y una sonrisa amable como para ser lo que era.
— ¿Sophie?− preguntó Violeta.
Summer negó con la cabeza, y lágrimas comenzaron a salir de sus ojos, no supe si fue por lo que le sucedió a Dominik o porque esa sombra tomó la forma de la que era su madre.
—No es ella— dije con seguridad. Me apoyé en el suelo con las manos y con dificultad me puse de pie.
La sombra comenzó a reír. Apreté los puños y rechiné los dientes, no tenía mis armas conmigo y a juzgar por el aspecto de Paul y Thomas, ellos también perdieron sus cuchillos. ¿Dónde estaba Gabriel? ¿El resplandor?
Sophie avanzó a donde estaba Hanna, quien repetía el nombre de Dominik y lo golpeaba suavemente en la cara para que él reaccionara.
Una luz surgió sobre el puente. Una que era muy conocida para mí.
Siempre me había preguntado algo… Si las sombras están en su fase humana ¿Pueden sangrar? La respuesta llegó muy rápido, más de lo me esperaba. Es más, ni siquiera sabía que esperaba una contestación, tal vez era una de esas preguntas de las que nunca quieres obtener la respuesta.
El resplandor se abrió paso por el pecho de la mujer y sangre comenzó a brotar de la herida, sangre roja… sangre humana. Lo único que me advirtió que mi hermano no era un asesino, fue el grito monstruoso que salió de la garganta de aquel ser.
Gabriel giró sobre sí mismo y con la misma espada cortó la cabeza de lo que era una mujer y ahora había tomado la forma del abuelo.
—Muy tarde para eso— espetó mi hermano y terminó el corte.
La cabeza cayó con un sonido seco sobre la madera del puente para luego desaparecer en una humareda negra, siendo seguida por su cuerpo.
Ya había terminado. Caí de rodillas sobre el suelo.
Los demás también se dejaron caer en el que habían estado parados.
—Dom, Dominik, mírame— pedía Hanna.
Lo único que pude hacer fue mirarlos, no tenía fuerzas para ponerme de pie.
A Dominik le estaba costando trabajo respirar, enfocaba sus ojos sin anteojos en Hanna y trataba de sonreír. Era de esperarse que estuviera así, esa sombra lo atravesó. Él se sacrificó por Hanna.
—Mírame— pidió la albina.
Tomó su cara con ambas manos, una a cada lado de su rostro.
La respiración del chico aún no se calmaba ¿Moriría? Yo esperaba que no, que solo necesitara algo de descanso y esa cosa para los asmáticos. O la curación de la primavera, algo que no fuera demasiado grave. Algo que se curara con un invierno eterno, como cuando él me dijo que si vivía en un lugar frio el asma se iría.
Hanna respiró profundo. Parecía estar tomando la decisión más importante de toda su vida. Ella era la prueba de que las personas se cansan de ser fuertes todo el tiempo.
—Dominik, ven conmigo— susurró.
— ¿A dónde?− preguntó él con voz débil.
La albina sonrió  ligeramente. Le importó un comino que hubiera público.
—Al invierno— susurró y lo besó.
La nieve que caía del cielo se juntó alrededor de ellos, en un remolino de color blanco.
Cerré los ojos a causa del frío viento, y cuando los abrí, ya no estaban. No estaba el invierno y no estaba el padre tiempo.
Fue reclamada por la magia antigua, llevándose a quien amaba con ella.
Me dejé caer sobre la tierra fría con los brazos abiertos.
La cara de Laia apareció justo frente a mí.
—Levántate, holgazana— bromeó.
—No puedo— respondí.
—Te prometí que te diría quien soy si sobrevivías a esto ¿Recuerdas?
Asentí, siendo incapaz de hablar.
—Soy… fui un guardián, igual que tú. Era hermana de tu abuelo, yo conocí a las estaciones anteriores, era amiga de la primavera, y lamentablemente fui víctima de las sombras en aquel entonces, pero había hecho un juramento mientras esperaba la muerte. Juré que no me iría de este mundo hasta que las sombras dejaran de existir— explicó—. Ya es hora de que me vaya. Ya no tengo suficiente energía para quedarme.
Era verdad esa última frase, ya que Laia parecía parpadear, como un holograma mal desarrollado.
—Buena suerte— me deseó y desapareció.
—Adiós, vieja amiga— dije y cerré los ojos, dejándome llevar por el cansancio.

Corazón de hieloWhere stories live. Discover now