CAPITULO 39.- HANNA:

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— ¡Hanna! —Gritó Violeta— ¡Espérame!
Puse los ojos en blanco. ¿Hasta cuándo iba a dejar de seguirme? ¿Hasta qué día dejaría de pedir perdón? Obviamente era un perdón que yo no le daría.
Gabriel la miró y después a mí.
— ¿No la vamos a esperar?
—No.
Él asintió.
Me llamó temprano por la mañana, para decirme que el lago estaba congelado, que si me apetecía ir a patinar con él.
La verdad era, que no necesitaba pedírmelo dos veces, yo amaba patinar.
Escuché como Silver ladraba ¿Cómo? ¿Encima Violeta había traído al perro con ella?
Pasaron de ser simples ladridos a un aullido de terror y desesperación.
El horrible escalofrió subió por mi columna. Miré a Gabriel para cerciorarme.
— ¿Sentiste eso? —preguntó.
Giré rápidamente.
Detrás de mí no había Violeta, no estaba mi hermana. Simplemente un agujero sobre el hielo y un perro ladrando al interior de este.
— ¡Violeta!− grité y me puse a correr.
Gabriel me seguía.
— ¡Violeta! —gritaba una y otra vez.
Me saqué la chamarra, dispuesta a lanzarme al agujero en el hielo.
Gabriel me hizo a un lado y pronto él también había desaparecido en ese lago congelado.
Me puse a quitar la nieve de encima del hielo con las manos. A buscar cualquier indicio de vida, cualquier movimiento, no importaba qué o como. Solo debía ver algo. Y lo capté, no estaban nada cerca del lugar en el que Violeta había caído.
La cara de Gabriel estaba frente a mí, del otro lado de la capa fría. El chico me indico con un ademan de la mano que me retirara, me alejé solo unos pasos.
Gabriel golpeó el hielo con sus puños, hasta que una grieta se hizo en este, al siguiente golpe muchos pedazos de agua congelada quedaron esparcidos sobre la superficie.
Él sacó primero una delicada figura.
La tomé entre mis brazos, quité el cabello mojado de su cara. Sus labios estaban azules y sus ojos cerrados.
—Despierta— susurré.
—Hay que hacerla entrar en calor— dijo Gabriel.
Ya había salido del hielo, pero él no parecía afectado por las bajas temperaturas. Colocó la chamarra que yo había dejado caer antes sobre Violeta y la envolvió con ella.
Dejé que él la cargara de vuelta a la casa. Era más fuerte, más rápido… y más tibio.
Yo solo era frialdad y no podría hacerla entrar en calor. El invierno no daba vida, el invierno acababa con ella.
Era frio, cruel y despiadado.
Saqué esas ideas de mi cabeza y corrí, con Silver siguiéndome de cerca.
Llegamos a casa y abrí la puerta de un empujón. Amber, que estaba en la cocina salió a toda prisa cuando escuchó ruido. Summer estaba recogiendo las mantas de la sala.
— ¿Qué pasó? —preguntó alarmada cuando nos vio.
Amber ya estaba tirando de Gabriel para acercarlos al fuego.
—Hanna—me llamó Summer— ¿Qué?
— ¡Basta! —Chilló Amber—. Primero esto, explicaciones después.
Las dos nos acercamos, Summer fue a buscar ropa seca para Violeta y para Gabriel, después se recostó al lado de la más pequeña y la abrazó. Después de todo, el verano era cálido y traía consigo vitalidad.
Al poco tiempo, Violeta dejó de tiritar y abrió los ojos.
Gracias al cielo no había tragado agua del lago.
Me fui a mi recamara para ponerme una blusa seca. Cuando bajé las escaleras vi que ya todos estaban reunidos frente al fuego. Violeta envuelta en una manta.
—Nos deben una explicación— exigió Summer.
Me crucé de brazos y le regalé una mirada a Gabriel. El chico suspiró.
— ¿Han escuchado hablar de los guardianes?
—Obviamente— dijo Amber con frialdad.
—Van de generación en generación, transmitiendo la sabiduría de los antepasados. Al inicio, fue una secta, personas que fueron advertidas por algún padre tiempo de que las estaciones eran un ciclo, uno que debía renovarse cada cien años. Las personas decidieron que estas necesitaban protección, y así fueron pasando, entrenaban a guardianes, jóvenes fuertes, rápidos, resistentes. Se les dio todo lo necesario para poder proteger y servir. La secta se redujo a través del tiempo, llegó a ser algo pequeño, cosas de familia. Solo se quedó con aquellos que respetaban las tradiciones. Y llegó a mí, no tengo idea de cómo o porqué fui seleccionado, pero ya estoy aquí…
— ¿Melinda también es uno? —interrumpió Violeta.
—Es fuerte, rápida y resistente, pero no, ella no sabe nada de esto, tampoco fue entrenada. De hecho, entre menos sepa será mucho mejor.
— ¿Eso lo decidiste tu o ella? —Inquirió mi hermanita—. Digo, porque no pueden tomar decisiones sobre las demás personas.
Gabriel le regaló una mirada de incredulidad.
— ¿Y tú qué sabes? —le espetó.
—Mucho más que tú, según parece.
Ambos se miraron a los ojos y me sorprendí, al ver que quien se retiraba de la guerra de miradas era Gabriel.
—Desde el principio supiste quienes éramos. Desde que me encontraste ese día en el bosque— dijo Summer, no había dejado de mirar al fuego—. Tu sabias que yo era el verano, por eso me llamabas así, por eso te mantuviste cerca, por una leyenda sobre las estaciones, por historias sobre guardianes. Ni siquiera estabas interesado, tú y tu familia ¡Vaya! ¡Incluso Ralph! Son unos mentirosos— nos acusó—. Todos ustedes, la única que tiene salvación de algo así es Melinda, ya que se mantuvo tan ignorante como nosotras.
—Summer, yo… —empezó Gabriel.
—Lárgate— lo interrumpió ella.
—Déjame explicarte todo.
—Quiero que te vayas, no quiero hablar contigo.
—Pero yo…
Los dos se habían puesto de pie.
— ¡Que te vayas! —gritó mi hermana y extendió su mano. De esta se desprendió tanto calor que me sorprendió el hecho de que Gabriel no terminara chamuscado.
Solamente fue lanzado contra la pared.  Se levantó y nos miró a las cuatro.
—Lo siento— susurró y salió.
—Eso fue sorprendente— comentó Violeta—. Pero, guardián o no, el bobo me salvó.
Evité poner los ojos en blanco y me dispuse a subir las escaleras.
—Tú también mentiste— reclamó Summer.
—Oculté cosas, que es diferente.
— ¡Si! Haces exactamente lo mismo que Ralph.
— ¡No me compares con él! —grité y me di la vuelta para enfrentarla.
Estábamos tan enfrascadas en la pelea que no nos dimos cuenta cuando la puerta se abrió y Amber salió corriendo de la casa.

Corazón de hieloWhere stories live. Discover now