CAPITULO 44.- AMBER:

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No podía estar mucho tiempo sola sin ponerme a pensar en aquella tarde después de la discusión, en la que le dije a Thomas que se alejara por su propio bien.

— ¿Puedo hablar contigo? —pregunté en cuanto lo vi.
— ¿Por qué siento como si algo fuera mal? —inquirió, aun así me siguió.
—Ya no podemos seguir juntos— dije con firmeza. Sus facciones se descompusieron—. Hay algo… pasa algo con mi familia… conmigo, y ese algo hará que resultes lastimado y yo no quiero eso, así que es mejor que ya no sigamos juntos.
— ¿Qué? —Fue todo lo que él pudo responder—. Pensé… creí que todo estaba bien.
—Y lo estaba, contigo la paso muy bien, incluso logro olvidarme de todo lo que ocurre alrededor, pero ya no puedo seguir negando las cosas.
—Y mientras tú maduras y arreglas tus problemas ¿Yo que?
— ¡Sigue con tu vida! Imagina que todo es como si no me hubieras conocido.
—Es muy tarde para eso, porque mientras tú crees que no saldré lastimado… estas equivocada, porque voy a estar esperándote como un idiota.
Cuando terminó de decir eso, me dio la espalda, y se fue. No lo vi el resto del día en la academia, y según los rumores, él subió a su motocicleta y nadie lo vio desde ese momento.

Sacudí la cabeza para deshacerme de ese recuerdo. De cómo me encontraba con su mirada en clases y en como tenía que evadirla para no verlo triste. Pero era mejor así.
Era por su propio bien, quería que viviera, aun si eso significaba que lo hiciera con el corazón roto.
Miré por la ventana de la cocina. No me di cuenta cuando Summer llegó a casa, y no estaba sola. Ella entró en la casa y yo me apresuré a salir por la puerta trasera.
— ¡Gabriel! —lo llamé—. Espera.
El chico se giró para ver quien lo llamaba, cuando se percató de mi presencia se detuvo y me saludó con un asentimiento de cabeza.
—Necesito hablar contigo— dije.
No le di tiempo de responder y empecé a andar, no necesité girarme para saber que me seguía.
Me detuve dentro del bosque, donde los arboles nos ocultarían y el viento se encargaría de esconder las palabras que me acompañarían el resto de mi vida.
— ¿Qué crees que estás haciendo? —inquirí.
El chico pareció sorprendido por mi repentino ataque.
— ¿Por qué...?
—Déjame terminar— interrumpí. Respiré profundo—. Estás jugando con mis hermanas. Por una parte invitas a salir a Summer, y por otra te ves a escondidas con Hanna ¿Que estás haciendo?
Él me miró, sus ojos dilatados por la sorpresa.
— ¿Creíste que no me daría cuenta? Son mi familia y haría cualquier cosa por ellas. Ahora responde ¿A cuál de las dos realmente quieres y con cual estás jugando? —espeté.
Gabriel cerró los ojos y respiró profundo.
El viento del norte llegó con intensidad y golpeó nuestros cuerpos a la vez que se llevaba el silencio con él.
Gabriel sonrió, no para mí, sino como si estuviera extraviado en un recuerdo feliz.
—Summer puede ver lo maravilloso de las cosas. Ella perdona y sabe que en los pequeños detalles se encuentra algo fenomenal. Nunca deja de hablar, no lo hace solo por parlotear, sino porque quiere que todos veamos lo mismo que ella ve. Hace que sus palabras se mezclen de una manera mágica— suspiró de nuevo.
Esperé pacientemente y crucé los brazos sobre el pecho.
—Y Hanna— continuó sin abrir los ojos—. Hanna es fantástica. Ella no lo sabe, no sabe que es así, y tengo miedo de que alguien más descubra lo maravillosa que es. Hanna es inteligente, valiente, fuerte, determinada... Ella sabe apreciar el silencio, pero también puedes gozar de una conversación compleja... no sabe darse por vencida. Y cuando calla, es para escuchar a la nada, me muestra cosas de las que jamás me habría dado cuenta, cosas como... no lo sé, algo como amar lo que es odiable, comprender lo incomprensible y saborear lo insípido— finalizó con otro suspiro y abrió los ojos.
—Te gustan ambas por motivos completamente diferentes— repliqué.
—Lo sé, y lo lamento. Es realmente complicado... confuso— frunció el ceño.
—Tendrás que decidirte por una.
—Lo sé— exclamó y se pasó las manos por el cabello.
Reprimí las lágrimas y me tragué el nudo de la garganta, odiándome infinitamente por lo que estaba a punto de hacer.
—Si valoras en algo mi opinión—contesté—. Escoge a Summer.
Gabriel abrió los ojos con sorpresa, movió la boca para replicar, pero de ella no salió nada.
—Hanna está acostumbrada a estas cosas, a que la lastimen. Tú lo dijiste, ella es fuerte y se sobrepondrá a esto, ella puede hacerlo, seguirá adelante pase lo que pase, y Summer no. Sé que no lo parece, pero Summer es frágil, jamás se repondría de algo así, ella quedaría destrozada y todo el mundo necesita que el verano sea cálido y el invierno frio— respiré profundamente.
Ya había aceptado la verdad sobre las estaciones, ahora faltaba esperar a que sucediera. Lo más que podía hacer por ahora, era no dejar que ningún chico estúpido moldeara las estaciones a su antojo.
—Y como guardián te corresponde proteger la magia antigua, las leyendas... todo. No las estas protegiendo, las destrozaras con tus juegos absurdos y tus sentimientos de adolescente estúpido y egoísta. Ahora, ve y elige a Summer. Si en verdad valoras en algo lo que te han inculcado hasta ahora, ve y actúa correctamente— exigí.
Le di la espalda y me dirigí a casa, dejando que las lágrimas resbalaran por mi cara.

Entré en la casa y subí a mi recamara, para dejarme caer en la cama y llorar, llorar como nunca antes lo había hecho. No supe en que momento fue que me quedé dormida.

Corazón de hieloWhere stories live. Discover now