Capítulo 12🌷

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No quise darle el nombre de cita a lo que había tenido esa noche con Rodrigo, no éramos pareja, lo habíamos sido antes pero él se había encargado de que eso quedara en el olvido. Solo prefería verlo como un amigo más. Llegué de nuevo a la casa, cerca de las doce de la medianoche y agradecí que Rodrigo me acompañara. Por mucho que intenté dormir, no pude hacerlo mi estómago seguía rugiendo a pesar de que había cenado. Solté un suspiro y me levanté de la cama, para dirigirme hacia la cocina. Abrí la puerta bostezando y cerré la boca de golpe al ver a Eliam sentado en una de las sillas frente a la mesa.

—Es demasiado tarde—le dije—. ¿Qué hace aquí?

—Quería comer algo antes de dormir, puede darme un dolor de estómago pero al menos quedaría lleno.

Su respuesta hizo que sonriera. Me senté frente a él y lo observé por un instante. Su cabello negro se encontraba ligeramente desordenado, llevaba puesta su pijama y sus ojos grises estaban fijos en mí.

—Opino lo mismo—le sonreí.

—¿Cómo le fue en su cita?

—No fue una cita, señor Eliam—le expliqué—. Solo fue una invitación a cenar.

—Las invitaciones siempre son con un motivo.

—Claro que sí, como las de usted y Claudia.

Eliam me miró con seguridad y no desvié la mirada. Quería que él me observara y se diera cuenta que también podía llegar a ser una persona segura y extrovertida. Aunque quizás, de eso último se había dado cuenta hace mucho.

—No tengo nada con Claudia.

—Gracias a Dios.

Me tapé la boca lo más rápido que pude ¿Cómo se me había podido ocurrir a mí expresar eso en voz alta?

—¿Por qué le da gracias a Dios?—inquirió Eliam mientras llevaba la taza de café a su boca.

—Porque así esa mujer no perturbará la vida de Massiel.

Que mentirosa había sido al decir eso, aunque en realidad no había sido una mentira como tal. Era cierto, me alegraba que no veríamos más a esa mujer que solo había llegado para molestarle la existencia a una de las hijas de Eliam.

—¿Quiere de algo de comer?—se levantó de su asiento dirigiéndose hacia la nevera.

—Se me quitó el apetito, además estoy a dieta.

—No necesita hacer dieta—murmuró con la mirada fija en el interior de la nevera—. Usted es perfecta.

Me tensé un poco al escuchar sus palabras. Eliam pareció darse cuenta de que quizás había hablado de más, porque terminó haciendo caer una jarra de agua fría al suelo.

—¿Necesita que lo ayude?

—No—se negó al mismo tiempo que se agachaba para tomar la jarra—. Yo puedo hacerlo solo.

—Bien, entonces yo—intenté decirle algo, pero mi mirada se perdió observando algo dentro de aquella nevera—. Eso es ¿Una torta de fresas?

Eliam volteó a mirarme. Tenía mis ojos fijos en el tazón cubierto de mermelada cremosa, me encantaban las fresas y podía volverme loca al ver una.

El pelinegro sonrió al mirarme a la cara.

—¿Quiere un pedazo?

Claro que quería.

Jamás le diría que no a algo tan delicioso.

—Sí—admití emocionada.

El hombre sonrió y se acercó al mesón a buscar un plato en conjunto con un tenedor. Con un cuchillo cortó el pedazo de torta y lo sacó hacia el plato con una pequeña espátula. Me entregó el plato y lo miré deseosa, dándome el primer bocado.

Mi perfecta melodía, (BORRADOR)Where stories live. Discover now