Capítulo 6🌷

28K 3.6K 646
                                    

Entré a la cocina y lo primero que hice fue concentrarme en mirar a Alisa, quien se encontraba en el lugar tratando de preparar algo para comer, acción que me pareció demasiada extraña. Ellos tenían empleados que podían hacer esos oficios. Ninguno tenía que molestarse por preparar su propia comida.

Sin embargo, ella estaba ahí, cocinando.

Con respecto a la noche anterior, no hubo nada interesante después de haber abrazado a mi jefe. Fueron quizás cinco o diez segundos los que duró el abrazó y después de eso, nos alejamos para cantar el cumpleaños. Todo demasiado normal.

—Hola, buenos días—saludé, sonriendo.

La pelinegra volteó a mirarme, devolviéndome la sonrisa.

—Buenos días Samara—revolvió con una cuchara, lo que tenía en la olla—. ¿Y las chicas?

—Se acaban de ir a clases.

—Menos mal, porque si decidían quedarse durmiendo, estoy segura que Eliam las hubiese castigado. Es tan odioso a veces—hizo una pausa—. Creo que lo heredó de nuestro padre.

—¿Siempre ha sido así?

—No, antes no lo era.

—¿Era más alegre cuando vivía su esposa?

—Sí—afirmó la pelinegra—. Era feliz. Solo que desde su muerte, se encerró en una burbuja de dolor. Nadie ha podido sacarlo de ahí.

—Debe ser difícil para él—susurré.

Alisa asintió con la cabeza.

—Samara ¿Podrías por favor ayudarme a lavar los platos?—me miró, casi haciendo un puchero—. No quisiera abusar de tu confianza, pero me siento frustrada. Cocinar me estresa.

—¿Y entonces porque lo haces?

—Porque me toca.

—¿Y no se supone que para eso contrataron una cocinera?—me atreví a preguntarle, entrando en confianza.

—Sí, pero Helen está muy cansada. Tiene los pies hinchados porque no ha reposado como se debe. Ella habló con Eliam sobre eso, pidiéndole al menos tres días de descanso, pero él decidió darle tres semanas para que descanse como lo merece.

No pude evitar que aquello me sorprendiera.

—Que considerado—mencioné en voz baja.

—Entonces—Alisa me miró de nuevo—. ¿Me ayudarás a lavar los platos?

—Sí, no te preocupes por eso.

Fingí una sonrisa mientras internamente pensaba en pegarme un tiro en la cien. Yo odiaba lavar platos.

Solo que aunque lo odiara, no podía dejar de ayudarla. Debía ser educada, además de agradecida con la amistad que Alisa me estaba brindando. Ella era de esas pocas personas que se encuentran en la vida, las cuales sin conocerte por completo, abren su corazón y te permiten entrar en sus vidas. Aún sin saber si lo harás con buenas o malas intenciones.

Personas como esas, a veces son las que más sufren. A veces son las que más aprenden. Pero casi siempre, son las más felices.

Me acerqué hacia el lavaplatos y metí mis manos en el agua espumosa que se encontraba allí, tomé una de las esponjas y comencé a lavar. No pasaron ni siquiera cinco minutos, cuando un olor que conocía a la perfección comenzó a inundar mis fosas nasales.

Y solo esperaba que por primera vez en mi vida, me estuviese equivocando.

—¿El agua tiene cloro?—pregunté nerviosa.

Mi perfecta melodía, (BORRADOR)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora