Capítulo 32🌷

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Eliam

Estaba sentado en una de aquellas sillas que se encontraban dentro de aquella sala de espera, la cual hacia producir en mí, un sentimiento de agonía. Odiaba las clínicas u hospitales y estar en uno de esos lugares era una grandísima tortura para mí. Solo que en ese preciso momento, me encontraba demasiado aliviado. Estaba feliz.

Después de todo lo que había sucedido con Jade, me alegraba saber que había despertado, que estaba viva. Aun no me acostumbraba del todo a llamarla por su nombre real, pero el hecho de pensar que al caer en coma pude haberla perdido por completo, me hizo recapacitar. Yo no podría tener quizás toda la culpa de lo que había pasado, pero la mayoría recaía en mí.

—Papi—escuché la voz de Mara y giré mi cabeza en su dirección—. ¡Hemos visto a Samara!

Sonreí notando lo mucho que mi niña la amaba.

Mara era la luz de mis ojos, era una niña ocurrente, divertida y con un excelente corazón. Había sido mi último retoñito y era parecida a su madre, en esa personalidad tan noble que tenía.

—¿Qué te ha dicho?

—Me preguntó si la quería más, que a una empanada—expresó entre risas—. Pero las empanadas son aparte ¿Verdad que sí?

La pregunta dejó sus labios antes que ella pudiera darse cuenta, debido a eso soltó una leve carcajada, que hizo que tanto Alisa como Massiel sonrieran mirándola. Por mi parte, esbocé una sonrisa sin separar los labios.

Estaba preocupado, tenía una inquietud nada normal. Y ni siquiera sabía por qué.

—¿Cómo está ella?—pregunté mirando a mi hermana.

—Quiere hablar contigo—respondió Alisa—. De hecho, te está esperando. Ambos necesitan hablar.

Claro que lo necesitábamos, en especial porque no quería quedarme sentado en ese lugar, dándome cuenta que en cada segundo que pasaba, la agonía se apoderaba aún más de mi ser. Quería verla, necesitaba decirle tantas cosas. Necesitaba disculparme.

Me levanté del asiento y comencé a caminar hacia la habitación que me habían indicado. Cuando estuve a punto de adentrarme hacia el pasillo, escuché la voz de Massiel.

—Papá, no seas tan duro, ella te ama. Nadie se salva de los errores y ella está arrepentida.

Solté un suspiro y me quedé en silencio, pensando en lo feliz que me sentía teniendo por hija a Massiel. Era cierto lo que ella había dicho, todos cometemos errores a diario, nadie se salva de ellos. Yo había cometido muchos errores siendo hijo, siendo padre, siendo hermano y siendo esposo. Siempre me encerré en esa burbuja de amargura y dolor que me llevó a la perdición. Logré encerrarme, creyendo que había dejado el dolor fuera, pero no había sido así, siempre llevé el dolor conmigo mismo.

Yo más que nadie estaba consciente de los errores que como personas cometemos y por esa razón, estaba decidido a darle a ella una nueva oportunidad. Quería que Jade me diera una explicación, quería escuchar las razones que la llevaron a mentirme. Solo quería escucharla, así como ella lo había hecho conmigo.

Llegué frente a la puerta de madera, sujeté la manilla y comencé a girarla, sintiéndome extrañado al notar que se encontraba cerrada con seguro. Algo que me pareció muy extraño.

—¡Jade!—la llamé, preocupado—. ¿Estás ahí?

No hubo respuesta, solo un espeso silencio alarmante.

Una vez más intenté abrir la puerta, pero mis intentos no funcionaron en lo absoluto y la enorme preocupación que estaba sintiendo, me llevó a darle una fuerte patada a la puerta, hasta hacerla caer. Observé la figura femenina de una enfermera que se encontraba escapando por la ventana, mi corazón se aceleró, quise correr hacia ella pero no pude hacerlo. No, cuando mis ojos se enfocaron en la camilla en la cual yacía el amor de mi vida.

Mi perfecta melodía, (BORRADOR)Where stories live. Discover now