XIII. Asuntos que placen a Su Majestad (parte 1)

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XIII. Asuntos que placen a su Majestad (parte 1)

Francis Alexander regresó a Fae tras sentir que su día fue productivo en gran manera. Al cruzar el portal de Aval encontró un cielo teñido de púrpura, semejante al que recién dejaba atrás en el ámbito mortal. A excepción que en las tierras de Fae, ese manto violáceo no se vería desaparecer ante el dorado del sol, pero habría de enriquecerse en tonalidad bajo la tenue luz de una luna diamantina que apenas parecía asomarse en el cielo.

Por virtud de su ausencia, perdió ponerse al tanto de la intriga diaria que animaba la Corte. Sin embargo, poco le preocupaban tales asuntos. La fuente de Francis Alexander era de todas, la más fidedigna.

Se abrió paso hacia la antesala de la habitación real. Era sin duda el lugar más íntimo al que se permitía acceso a un súbdito fuera de los aposentos de la misma reina. Le constaba que Meav no estaría sola. De entrada, en los jardines cruzó unas palabras con Candanee. Y donde estaba la joven cuyos pies apenas tocaban el suelo, de seguro, no muy lejos, andaba Auberon.

La razón de la reticencia de Francis hacia la humana no devengaba del marcado prejuicio que distingue a las hadas. Siendo, en cierto sentido, ambos extraños a la Corte- ella por su humanidad y el por su particular crianza- el impulso natural indicaría debían ser aliados. Pero en el pensamiento transversal de Francis, donde punto A y punto B no siempre conectan de forma directa; cualquier obstrucción a su influencia era considerada nociva.

Puede que Meav, en su soberbia no hubiese notado ciertos detalles. Pero el Heraldo Oscuro y su particular don de ver el ánimo de las hadas, le permitía, sin tan siquiera esforzarse, resaltar lo obvio.

Auberon, de aspecto invariable y prolongada vida, entregó en manos de la Corte de Aval a una niña que a su vez le confió Samhain. Al volver de una larga y sufrida ausencia, quedó prendado de la mujer en la que dicha niña se había convertido. En un principio Meav aceptó la noción, pensando que la muchacha era una distracción; una mascota glorificada la cual el príncipe utilizó para distraerse de los estragos que causaron en él las temporadas requeridas en servicio a las Sombras.

La presencia de Candanee parecía aliviar la carga de Auberon. Cuando un Aos Sidhe vuelve de pagar tributo a Caorthannach, el Averno les devuelve con una actitud apropiadamente

infernal. En el caso de Auberon, a fuerza de tomar sobre si todas las faltas de Aval, las consecuencias se presentaban funestas en apariencia y acción. El príncipe solía volver con visaje feral y una inclinación agresiva que parecía calmarse solo en presencia de la druida.

Meav, amante de librarse de responsabilidades, dejo pasar por alto lo que Francis Alexander interpretó como una relación simbiótica en extremo interesante. Por milenios, los hijos de Fae solo entraron en contacto con sus pares. Ese fue el castigo determinado por la Luz a causa de las terribles acciones que llevaron a las hadas a presumir de ser los primeros entre los Tuatha de Danan- las criaturas mágicas- y la soberbia que les impulso a pretender subyugar la humanidad.

La forzada endogamia debilitó las líneas de sangre. Y la magia, esa arma de doble filo que es el sustento y la perdición de las hadas, desarrollo una barrera insalvable entre la especie humana y los hijos de Fae: una aversión natural que impedía la comunión entre ambos.

Auberon y Candanee, a los ojos de Francis- a quien poco le interesaba el aspecto tedioso y romántico de asunto- eran la prueba de una compatibilidad que daba excepción a la regla. El Sidhe siempre pensó que la forma más segura para Fae ganar terreno de nuevo en lo que antes fue su reino era asegurando poder mezclarse de nuevo con los humanos con el nivel de... intimidad y conexión que se profesaban el príncipe y la sacerdotisa.

Círculo de las Hadas: Tierras de Aval Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin