III. ¿Quién ha llegado a la puerta?

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III.

¿Quién ha llegado a la puerta?

Killian dejó escapar un asomo de sonrisa y pronto ambos, quienes se acomodaron en peligrosa cercanía, no tuvieron más remedio que reírse a carcajadas. Durante sus primeros años de vida Killian se engañó pensando que Candanee era un hada. Siendo un niño, a su percepción escaparon los reveladores detalles: El hecho de que, como una mascota bien cuidada, la chica comía solo aquello que Auberon le ofreciese, jamás bebiendo o degustando los frutos de Aval. Sujeta a sus promesas, iba y venía del espacio que separa los mundos, a veces visitando el futuro, otras el pasado, trayendo con ella asuntos interesantes a la Corte o al menos al príncipe coronado.

Para Killian Candanee fue su primera amiga, la confidente de su formación temprana, el escape de las exigencias de la Corte, el conducto a Auberon... todo antes de enterarse que no pertenecía a Fae. Por ende, su única amiga acabó irónicamente perteneciendo a aquellos contra los que las Tierras de Aval guardaban mayor resentimiento. Auberon solía decir que Candanee tenía sangre druida y por ende era preciada para Aval. Killian nunca la vio más allá que como un refugio y cuando su vida se tornó en un verdadero tormento, la extrañó como jamás echo de menos a otra... excepto a Zaira. El recuerdo de esa otra humana le arruinó el momento, pero trató de ocultarlo.

-¡Por las Puertas de Tara! Tus técnicas de seducción dejan mucho que desear -, le comentó a la mujer de cabello oscuro. Candy solo le pegó una bofetada algo amigable para reconciliar el momento y borrar esa casi imperceptible mueca de amargura que se asomó al rostro de su amigo.

-A casa entonces.

Se sentaron en el centro de la cama. La habitación no tenía nada especial. Sábanas blancas sobre un colchón levemente mullido, carente de espaldar, paredes de igual tonalidad con muebles sencillos de madera pulida no es necesariamente lo que se espera de un portal a otro mundo. La mujer extendió sus brazos, creando esa conexión necesaria para ver más allá, para cruzar las líneas entre los mundos que aguardan en la fina línea de la percepción.

El simple contacto sumió a ambos en un sueño profundo. Los muros desaparecieron y el material artificial en el cual en un principio estuvieron reposando, se convirtió en suave grama bajo sus cuerpos relajados.

Candanee fue la primera en abrir los ojos, solo para darse cuenta de que algo estaba mal. A su lado el príncipe dormía, sin aparente capacidad de despertar. Habían cruzado la entrada de Fae, dejando el mundo mortal abandonado, como se deja un ensueño al despuntar el alba y sin embargo, Killian parecía seguir atado a la imagen de Aidan Faraday. Trató de despertarle, llamándole por ambos nombres, pero fue en vano. Optó por dejarle, no por ser desconsiderada pero por el hecho de que nadie puede llegar hasta las puertas de Aval y simplemente permanecer en espera, esa tierra exige presentarse ante la Corte.

Su camino era un verso; línea tras línea salida de sus labios formaba una senda. Pocos humanos pueden hablar abiertamente en Fae. A aquellos a quienes se la ha concebido tal dominio de la palabra pueden conformar a su gusto la realidad como cualquier otro entre los Aos Sidhe.

Candy, sabiendo que sus visitas a este lugar quedaron limitadas, optó por conjurar su lugar favorito. Bastaron solo un par de pasos para que el terreno se hiciese fértil bajo sus pies y de sus labios brotara una oración que se derramó como claras aguas. Del suave suelo se levantó una semilla marcada para ser árbol. Su sustento se enclavó en las entrañas de la tierra mientras que sus ramas se extendían ansiosas hacia la luz, conectando todo a su paso entre el cielo y el suelo. Las hojas abrieron para dejar resbalar por la corteza del tronco el agua que una vez las movió a la vida. Gota tras gota, conformaron un río que se desplazaba cristalino entre las emergentes raíces y luego desaparecía serpenteando en el horizonte. La ilusión conjurada pronto se vio acompañada por otra, una cuya creadora no era Candanee.

Círculo de las Hadas: Tierras de Aval Donde viven las historias. Descúbrelo ahora