IV. La Hora que Sigue a las Tres

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Bansit y Annand

Las ramas de los árboles amenazaban con doblegarse hasta tocar el suelo bajo el espeso batir de alas y los ojos que juzgaban su llegada de vuelta a las esferas. Aves corvinas cuyo silencio reflejaba el estado taciturno de Annand, dominaban el paisaje. Se dice que las Reinas Espectrales son tres y han sido tres desde un principio, pero siempre ha de presentarse la oportunidad para que la mayor de las Morrigan haga sentir su precedencia sobre sus hermanas.

Sobre su cabeza, el cielo convexo que no parecía encontrar solaz en un horizonte se vestía de gris, dejando que le hiriera el llanto de las estrellas.

-Vuelves a casa, oh hermana, y atrás quedan los días en que pretendiste ser un ser de piel. El rubio de tus cabellos ha vuelto a ser ausente de color y tus ojos destellan amatista, separándote de todo lo que respira en ansias de librarse de la muerte. Y ahora... ¿Debo recibirte al amparo de mis alas? ¿Será acaso el mejor de los augurios tu regreso?

Bansit no soportó la idea de escuchar la voz de Annand desplazarse en el viento del atardecer, como cuando da instrucciones a los cuervos los cuales solo aceptan sin ripostar y parten a sus encomiendas. Apretó sus puños y molesta, acortó la distancia entre los jardines y la sala del trono con la voluntad en sus alas. Sus pies tocaron firmes sobre la piedra pulida que guarda el consejo de las Morrigan y su saludo nada tuvo de sumiso o congraciante.

-Pareces olvidar hermana que esta también es mi casa. No debes molestarte en recibirme si tal cosa te distrae de tus quehaceres, Annand. Las puertas siempre abren ante mi presencia. No hay poder en el universo que separe a una Morrigan de su morada.

Annand se inclinó hacia adelante. Su mano siempre sangrante estaba cubierta por un guante corto de fino cuero, para evitar mancillar el marfil del trono que solo ella ocupaba. Sus ojos nublados de gruesas cataratas carecían de la capacidad de enfocar por largo tiempo, pero sus palabras eran tan directas como dagas.

-Tu estadía con La Dama del Cementerio afiló tu lengua. Necesitas algo de tiempo para ajustarte a que ya no estás en Nueva Orleans. Si algo me preocupa es que estas puertas se cierren en definitiva para ti y ni siquiera yo pueda abrirlas. Quitaste la marca de Geis del costado de Killian de Fae sin consultar a tus hermanas, abusando del poder que te fue conferido al vestir el manto de La Una. ¿Libraste nuestra consciencia? ¿Eso crees que has hecho? ¿Qué tanto es una dosis de amargo remordimiento comparado con aquello que puede destruir la integridad de un mundo? ¡Pusiste en peligro el balance!

Bansit entendió en ese momento que no se trataba de una imposición de Annand, pero de algo más grande. La poca valentía que trajo del mundo mortal, con la que esperaba enfrentar a sus hermanas desapareció en un pestañar.

-¿De qué hablas? - Cuestionó mirando a su alrededor, tratando de encontrar a Mikka. Los cuervos de su hermana gemela estaban afuera y ella solo asumió que la Morrigan de las batallas de campo vagaba en algún lugar de las esferas, esperando el juicio de Annand para luego tener el placer de insultarle a puerta cerrada-. Mikka no está aquí, ¿no es cierto?... ¿A dónde ha ido?

-A donde tu insensatez y la maldita insistencia del príncipe de Fae no puedan dar con ella. Mientras tomabas tu tiempo en volver a las esferas, Killian se te adelantó en varios asuntos. Encontrar a quien en realidad no quiere perderse no es difícil. Tiene consigo a la druida y si tan solo hubieses prestado atención, talvez estarías al tanto con lo que está sucediendo. Auberon acaba de encontrarse con la que una vez fue su amante y créeme, aparentemente los príncipes de Fae tienen un fallo relacionado al corazón. Puso todo en sus manos y con ello el destino de Fae, el único de los mundos regido de igual manera por luz y sombras. Un desliz, una decisión impulsiva, un paso a favor de las Sombras y el universo como lo conocemos deja de existir. Para nuestra maldición, hermana, nada se destruye... solo se transforma.

Círculo de las Hadas: Tierras de Aval Where stories live. Discover now