XXVII. Conjuros

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Aidan y Mikka:

El mundo parecía hacerse pedazos a su alrededor. La presencia de la Morrigan pareció alterar la propia fibra de Aval. La Tierra bajo sus pies, la cual actuaba como un ser sensible y provisto de consciencia, tembló esperando ya fuere juicio o misericordia.

Él, por su parte, había reconciliado su ira y su dolor. Fragmentos de memorias, momentos vividos a través de los ojos de otros restaron importancia a las palabras. Si bien él había sufrido una separación, el manto de un sueño casi eterno se había encargado de procurar su calma. Ella, sin embrago había arrastrado con la culpa durante siglos, y al volverle a ver se vio forzada a revisitar sus sentimientos, manteniéndolos a raya pretendiendo ser tan descarada como desentendida.

Sin importarle más, ancló a Mikka contra sí, su brazo seguro acariciando la curvatura de su espalda, atrayéndole hacia él. La Morrigan reaccionó sorprendida, más sin embargo se dejó en volver en ese abrazo al percibir que los labios de Aidan Faraday se habían conformado en una sonrisa tan sensual como para robarle el aliento.

Mikka inclinó su rostro para besarle, pero esa era una ventaja que él no pensaba concederle. Aidan se adelantó, la besó con determinación y fuerza, provocando que cada fibra de su cuerpo supiera que el la reclamaba para sí. De no saber la diferencia entre pasión y demanda, de no sentir que ambos cuerpos se acoplaban a un solo sentimiento, hubiese podido conceder que fuera un acto de agresión. Extrañaba entrelazar sus dedos en ese cabello oscuro y sentir como sus manos encontraban su camino sobre cada curva que hacía de su cuerpo el de una mujer; esa total confianza que le provocaba a invitarse a perderse el uno dentro del otro.

Cuando al fin se rompió el contacto entre ambos, Mikka se apoyó contra el príncipe, queriendo extender ese momento hasta lo más íntimo, sabiendo que, aunque él también lo deseaba, había reclamos mayores. Sus ojos estaban una vez más empañados por las lágrimas, aunque esta vez, no permitió que rodaran por sus mejillas.

—No tienes que continuar con esto... Aidan— pronunció su nombre algo temerosa, como si al escoger, se condenara a aceptar de una vez y por todas la condición peligrosamente humana de su amante—. Esto es consecuencia directa de mis faltas. Hiciste más que suficiente con liberarme. El espacio que separa los inter-mundos se está desquebrajando y pronto, junto a estos fieles soldados que he levantado hoy, estarán los cuervos de Annand y Bansit. Vuelve sobre tus pasos, Faraday, y espera.

—Pides algo imposible y lo sabes—, sus labios seguían buscando los suyos, haciendo subir a la superficie, con cada roce, el mundo de sensaciones que se confundían dentro de ella—. Mikka, este lugar también me reclama, puede que no me reconociera en un principio, pero ahora puedo sentir como llama mi nombre. Es inevitable. Aun si optara por la cobardía...

—Prevención— corrigió la Morrigan, provocándole una vez más a una sonrisa pícara.

—Aun si optara por... prevenir... siempre mis pasos terminarían llevándome a Auberon.

—Olvidas algo.— Cómo deseaba no saber, perderse en su disfraz mortal y desconectarse de todo, pero para una Morrigan revestida del manto de la batalla es imposible pretender—Estas sujeto a Auberon y el rey de Aval esta cegado por la locura. Verte es recordar que no todo está bajo su control. No solo va a requerir una rendición ante su presencia, va a reclamar tu vida.

—Estoy contando con ello.

La Morrigan restauró una espada caída y la puso en su mano. Extendió una protección sobre él que le cubrió como una armadura. Marcharon, junto a los que esperaban dirección. La Reina Espectral se encontraría con sus hermanas en el campo y tanto Annand como Bansit tratarían de detener su mano para evitar que tomara parte en el escarnio. Pero era muy tarde, sus labios guardaban el sabor de la extensión de los días de Aidan Faraday... y ella no estaba dispuesta a volverle a perder.

Círculo de las Hadas: Tierras de Aval Where stories live. Discover now