XXXII. El Círculo Cierra (parte 1)

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Auberon trazó un surco en el suelo con su dedo, que no hizo nada más que perturbar las cenizas de lo que una vez fuera un fértil jardín.

-¿Puedes verlo Annand? Nuestro esfuerzo nada produce. Aval trató de salvarnos, pero lo poco de nosotros contenido en Killian no es suficiente para redimir este plano. Si acaso nos ha devuelto la razón, para atormentarnos. Esta es una tierra perversa revestida de hermosura que jamás debió existir. La esperanza que posó la Luz en nuestra redención nunca vio fruto; los planes de las Sombras tampoco se llevaron a cabo... ¿Qué nos resta? Nada. Al menos nada que valga el sacrificio de un alma completamente pura.

Los ojos del rey se posaron por un segundo sobre Candanee. Ella también era inocente.

-Debes perdonarme, amor- rogó de ella- a Aidan se le acaba el tiempo y a mí me sobran las palabras.

La espada de la Morrigan cayó, hundiendo su filo en la piel de Auberon

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La espada de la Morrigan cayó, hundiendo su filo en la piel de Auberon. En el momento en que Annand ejecutó su sentencia, tanto Mikka como Candanee se vieron libres. La Morrigan colocó la cabeza de Aidan sobre sus rodillas. Mientras le acariciaba, podía sentir como Auberon devolvía, latido tras latido, la vida de su hermano. El tejido se repondría, las heridas serian sanadas, pero la magia cobraría un precio. Aidan Faraday seria completamente mortal. Su vida seguiría el curso que interrumpió cuando por vez primera, hace más de setecientos años decidió inadvertidamente conjurar su lado humano.

Mikka corrió sus dedos entre el cabello de Aidan, sin pensar en la amargura de saber la extensión de sus días. Al menos estaba vivo. Sus palabras fueron para Annand, duras, sin el filtro de Bansit.

-¡Nunca te conocí por cruel, hermana! ¿Por qué alargas el sufrimiento de Candanee? ¿Qué hubiese pasado si el sacrificio fuera el de Killian? ¿Esperarías hasta que hubiese derramado mi última lagrima para reclamar su sangre?

-Siempre te tuve por impulsiva, Mikka. Por eso perdono tus osadías. Pero ahora calla, que esto no te incumbe. Eres apenas una sombra de lo que fuiste. No puedes ni siquiera escuchar la última voluntad de uno que ha partido.- La Morrigan del Juicio obvió las protestas de su hermana y se dirigió a la druida.

-¿Lo aceptas, Candanee? Serás testigo de la voluntad ante su muerte. Él ha pedido que lo saques de tu memoria, que entregues todo. Consumir tus sentimientos es la única manera en que serás feliz. Cerrando la historia que nunca fue...

Candanee se acercó al cuerpo de Auberon con pasos agotados. Ella había sangrado con él, sentido como el calor de su cuerpo se desvanecía, aun sin tocar su piel. Para el momento en que se inclinó para besar sus labios, no solo él estaba muerto, algo en ella había cambiado profundamente. Ambos eran un frío espacio vacío. Donde de él no quedaba nada, a ella solo le quedaron recuerdos.

Al final, sintió que lo había amado como no volvería a amar a nadie, jamás. Descubrió también que el sentimiento se había sosegado, dando lugar a una paz tan dulce como insospechada.

Círculo de las Hadas: Tierras de Aval Donde viven las historias. Descúbrelo ahora