II. Un Lugar Cercano a Casa

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Parte I: Donde un Príncipe pregunta, un Rey se obliga a recordar y una Bruja inesperadamente queda a cargo de las respuestas.

II.

Un Lugar Cercano a Casa

El viaje transatlántico no le fue molesto. Las seis horas entre Nueva York y Dublín le sirvieron para ajustarse a su nueva piel. Killian de Fae, seguro bajo la apariencia y documentación que le identificaban como Aidan Faraday no hizo más que pretender cerrar los ojos y acostumbrarse a que desde que resolvió su asunto en Nueva Orleans hasta que resolviera su... vida en este plano, sería la persona que una vez juró no volver a ser.

Sus ojos eran ahora un verde sereno sin nada que ofrecer excepto uno que otro destello dorado en la presencia de la luz, en nada relacionado a la magia que hacia arder sus orbes en tonos argentos y el tinto del vino. Su cabello era fastidiosamente corto, dejando entre ver sus frustraciones en la línea rojiza y furiosa donde marcaba el pasar de sus uñas a ras del cuello; cosa que repetía de manera inconsciente, como esperando forzar el largo de sus naturales hebras plateadas a aparecer.

Eso no quitaba que fuera un hombre atrayente, siempre queda, entre los transformados, un residuo de encanto; esa capacidad de atrapar a la mirada más furtiva y agitar uno que otro corazón que jura estar tocado por la indiferencia. Tales cosas apelarían a su ego en otras circunstancias, invistiéndole del ánimo de adentrarse en el juego de palabras que a la larga se traduce en una inclinación a la concupiscencia, pero su amargura pesaba más que su libido.

Presentó su pasaporte en aduanas. El documento de carpeta verde oscura con un arpa celta en relieve le identificaba como nativo de Irlanda. El caballero de edad algo avanzada que se encargaba de corroborar entradas le preguntó desde atrás del vidrio:

-¿Algo que declarar sobre su visita a los Estados Unidos?

-Nueva Orleans debe ser emancipado y proclamado un plano de existencia

Independiente - masculló entre dientes mientras trataba de recordar como esbozar una sonrisa.

El hombre de aduanas, quien obviamente había escuchado mejores y peores declaraciones, parpadeó un par de veces, movió la cabeza en una negativa entretenida y respondió con un bien intencionado -Do Bheatha 'bhaile; Bienvenido a casa.

La última vez que Killian visitó Dublín bajo la identidad de Aidan Faraday, la ciudad llevaba el nombre de Eblana Civitas y en ese entonces era un asentamiento romano.

Los conquistadores de Britania entendían la importancia de una ciudad plantada en la desembocadura de un río y por ende, no escatimaron en derramar sangre para conseguir un enclave en ese lugar. Incluso en aquellos primitivos tiempos, ya ese pedazo de tierra estaba marcado para convertirse en un centro urbano y a Killian le molestaba el ir y venir de la gente.

Humanos; despreocupados, insolentes, auto proclamados dueños de todo. El príncipe de Fae siempre prefirió las afueras, el salvaje verde de Éirie y las tierras altas de Albion. Su búsqueda, sin embargo, le llevaba al corazón de la ciudad.

Entraba el mes de Mayo, asunto que le era placentero. Al menos la estación garantizaba unas cinco a seis horas de luz, capacidad preciada en localidades del Atlántico. Una brisa suave acompañada de leves lloviznas le recibieron al bajar del taxi que le trajo desde el aeropuerto hasta lo que aparentaba ser un punto sin referencia en la urbe.

-¿Está seguro de querer quedarse aquí, en un parque? La tarifa es la misma a cualquier punto en el centro - le comentó el taxista, quien estaba algo complacido de que el silencio de su cliente le permitiese desahogar todo un problema doméstico que le estuvo atormentando desde la madrugada.

Círculo de las Hadas: Tierras de Aval Where stories live. Discover now