VI. Ven Conmigo Criatura Humana (pt1)

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VI.

Ven Conmigo, Criatura Humana (pt1)

La noche transcurrió en un tumulto. Killian no era el más disciplinado a la hora de practicar ciertas virtudes y la paciencia era su peor materia.

-Si Auberon no me permitió entrar a Fae por las razones que sea, el hecho de que garantizara tu entrada significa que algo importante tuvo que decirte. Doce horas han sido suficientes para entretener tu propio consejo - aun estando consciente de que sus palabras eran en cierta manera desconsideradas, no se detuvo de pronunciarlas. Candy simplemente le miró directo a los ojos respondiéndole:

-Por siglos lamenté tu marca de Geis, pero por lo visto Las Tres que Esperan no fueron tan severas, al menos antes guardabas tus arrebatos de niño mimado por temor a las consecuencias. Dormiste por setecientos años Killian y despertaste para saber que lo que considerabas perdido está a tu alcance. Disculpa si no me siento a llorar. Tiempo. ¡Unas cuantas horas mas no serán nada para ti, ni siquiera cuando andas disfrazado de mortal!

Con esas palabras le despidió como si fuera un elemento de su servidumbre imaginaria. Le obligó a ser civil, al menos con el pobre de Quinn quien tuvo que doblar su turno en la recepción por causa del inesperado mal que cayó sobre la administradora de Dermot's. Killian no solo tuvo que tragar sus ansias, si no hacer de mandadero para el chico a quien Candy pidió se le trajera algo de comer.

-Viviré para ver todo- dijo el muchacho tras dejarle saber que se le antojaban papas fritas y pescado-. Ahora que lo pienso, en el tiempo que llevo con ella, Candy nunca se ha enfermado. Pero ya llamé a Finn...-Su incesante parloteo solo logró un par de señas afirmativas de parte del hombre a quien conocía como Aidan Faraday. La supuesta conversación terminó en el momento en que Quinn le indicó donde quedaba el puesto de ventas; altar dedicado a sal, grasa y vinagre.

Auberon- pensó el príncipe a ese momento sin corona mientras salía a la calle-. Sin duda lo que la mantiene distraída es su encuentro con mi hermano.

Pocas veces Killian visitaba su capacidad de emitir buen juicio y por primera vez en largo tiempo se sintió algo arrepentido de haber consultado con Candanee. Auberon tiene muy pocos secretos para con los habitantes de Aval. Es del pensar del monarca que quien rige debe ser un libro abierto para con sus súbditos; dichas políticas evitan asuntos desagradables. Candanee era la excepción que modelaba esa regla. Por lo que Killian pudo escuchar alguna vez, por lo que pudo deducir, a lo mejor tanto su hermano como la druida se arriesgaron a exponer ciertos asuntos dejados en el olvido solo para complacerle en su búsqueda de Zaira. Hizo una nota mental del asunto: disculparse. Por supuesto, no lo haría con palabras, debía haber algo en Dublín con que pudiera adquirir para congraciarse con Candy.

****

Los recuerdos se acomodaban en su cabeza como se recoge una baraja en manos de un experto. Imágenes, sobre las cuales en una segunda vuelta se perfilaban sonidos. Cuando al final parecía estar todo en orden, esa voluntad engañosa revolvía de nuevo las memorias. Por un momento la bruja pensó que Auberon buscaba enloquecerla, cobrar de alguna manera la decisión que ella fue lo suficientemente fuerte como para tomar por los dos. Pero luego, como paz en medio de una tormenta, aquello en lo que debía concentrarse comenzó a surgir. Las imágenes se hicieron presentes de nuevo. Esta vez la ilusión fue tan real que la mujer podía verse a sí misma junto a los recuerdos. Con un pie en el presente y otro en el pasado, Candanee se convirtió en testigo de una historia...

-No tiene sentido- observó Auberon-. Madre no va aceptarlo.

A Candy no le tomó mucho tiempo reconocer que la imagen que tenía ante sus ojos era más antigua de lo que prestaban sus memorias. Los hijos de Fae no envejecen al mismo ritmo de los mortales, permanecen por siglos con la misma apariencia, pero hay maneras de ver el paso del tiempo reflejado en sus rostros. El áureo de los ojos del hada era casi transparente y su pelo apenas comenzaba a brillar con ese destello anti-natural que da la impresión que el cabello es una extensión de metal fino y maleable. Si eso no fuera suficiente para hacerle saber, el hecho de que el entonces príncipe de Aval hablara con Crisdean, su padre muerto hace más de mil años, era indicativo suficiente.

Círculo de las Hadas: Tierras de Aval Where stories live. Discover now